“Ayer bajé al Pireo...”. El
pasado inmediato; el recuerdo de Sócrates de su descenso al Puerto para hacer
una plegaria a la diosa tracia Bendis, llamada por otros Artemisa; y los deseos
del maestro del diálogo de contemplar cómo hacían la fiesta, que celebraban
entonces por primera vez, abren las puertas del “República”. “Me pareció
hermosa la procesión de los lugareños, aunque no menor brillo mostró la que
llevaron a cabo los tracios”: opina y distingue. “Tras orar y contemplar
el espectáculo marchamos hacia la ciudad...” (1)
Descender, desear, orar, contemplar
y marchar: un pentagrama de verbos encarnados en un Sócrates a quien Platón,
durante toda la obra, nos lo mostrará como colocando notas sobre ese
pentagrama, en la búsqueda de “...atravesar el río del Olvido manteniendo
inmaculada el alma...capaz de mantenerse firme ante todos los males y todos los
bienes...” ateniéndose siempre “...al camino que va hacia arriba...”
y practicando “...en todo sentido la justicia acompañada de sabiduría, para
que seamos amigos entre nosotros y con los dioses, mientras permanezcamos aquí
y cuando nos llevemos los premios de la justicia, tal como los recogen los
vencedores...” Y tanto aquí, como en el último viaje, seremos dichosos. (2)
A esa escena inicial, en la que
vemos a Sócrates marchar desde el Puerto hacia la ciudad, suma Platón, - quizás
con la ironía que aprendió de su maestro-, a Polemarco, hijo de Céfalo, que le
ordena a un esclavo que corra tras Sócrates para que le diga que lo espere.
Polemarco, etimológicamente, es algo
así como “el capo o señor de la guerra”; de hecho, en la antigua Grecia
existía el cargo del Polemarca, una especie de General o Comandante en jefe de
las fuerzas militares de una ciudad estado. El Polemarco de la escena es un
contemporáneo de Sócrates, hermano de Lisias, el orador; hijos del meteco
Céfalo de Siracusa, proveedor de armas – por ello rico mercader – de los
ejércitos atenienses. Polemarco, al igual que Sócrates, será condenado a beber
la cicuta. Aquel sin juicio previo, éste con un “juicio a medida”.
El esclavo corre, jala el manto de
Sócrates por detrás, y le dice algo así como: “Polemarco dice que lo espere”. “Me
volví y le pregunté dónde estaba su amo”, se lee en esa primera página del
República. Significativa esta primera pregunta de Sócrates en el “República”; y
más significativo aún es, a mi juicio, que la primera pregunta vaya dirigida
por Sócrates al esclavo enviado por el hijo del extranjero mercader de armas,
hermano del orador: ¿Dónde está tu amo?
Quizás toda República comienza a
transitar el camino que va hacia arriba practicando en todo sentido la justicia
acompañada de sabiduría, cuando los esclavos escuchan por primera vez ésta
pregunta: ¿dónde está tu amo?
“Ayer bajé al poblao pucha que
andaba...” El pasado inmediato; el recuerdo de un deseo, que por acá le
solemos decir ganas, pero esta vez de pelearse hasta con el Dios, en el que “entoavía”
se cree y al que se le alza la plegaria: “tírame algún trabajo mirá que
yo entoavía creo en vos”. Sobre el pentagrama de verbos encarnados las
notas de la canción surera forman parte de un disco que José Larralde llamó “Como
quien mira una espera”, quizás en la búsqueda de atravesar el río del
Olvido. (3)
“El asunto viene duro...” y el poeta surero no divisa en la
llanura a quien jalarle el manto para decirle que espere. Y aunque mira una
espera, parece no ser capaz de salir del abrazo de su guitarra, y la mirada se
hunde en los “augeros” del pobre peón para alcanzar a ver que entre los
pajonales se han “enredao” los males.
Acá no hay quien pregunte: ¿dónde
está tu amo?; aunque podemos atisbar tras las “brutas escopetas” - que
hoy se promueve poner al alcance de cualquier mano-, a los esclavos enviados
por los hijos de los extranjeros mercaderes de armas, hermanos de los oradores.
Signos de los tiempos: hay más
oradores que orantes.
El Sócrates que Platón nos invita a
considerar bajando al Pireo lo hace acompañado de Glaucón, hijo de Aristón, es
decir, alguien de las familias patricias de la ciudad que remontan sus raíces a
los míticos orígenes de Atenas. Sócrates no fue a orar solo, no marcha sólo. Y
se sumarán algunos más a aquella primera escena del República, que llegaron
como en procesión, dice el texto antiguo.
Mientras escuchaba la canción surera,
seguí pensando que, quizás, no hay República si no hay quienes sean capaces de
encarnar los verbos descender, desear, orar, contemplar y marchar. No hay
República si no hay quien pregunte ¿dónde está tu amo?; no hay República si no
hay quien pregunte.
Hoy, que gobiernan los esclavos, puestos
a gobernar por los señores de la guerra, siguiendo los imperativos de los extranjeros
mercaderes de armas, rodeados de oradores conocidos como los que transmiten en
tiempo real, los corifeos sacrílegos y blasfemos del “streaming”, quizás
haya llegado la hora de bajar al Pireo para hacer una plegaria y después
marchar.
Como no tengo puerto cerca, pensé
que no es mera coincidencia que Pireo comience con la misma letra de Pesebre y
que también al Pesebre el Maestro se abajó. No es mera coincidencia que haya
que contemplar la Fiesta. No hay Fiesta sin oración y contemplación del
Pesebre, por más que inunden de pinos, luces artificiales y gordos vestidos de
rojo las calles. No es mera coincidencia que tras orar y contemplar haya que
marchar.
¿Dónde está tu amo?
Contemplo el Pesebre veo como si se
encarnara la Luz y don José sigue cantando: “…la liebre es una luz con tanta
bala, mi perro ni las ve pa donde van; entre los pajonales, se han enredao mis
males, por un cuerito flaco que es mi pan…”
A los pastores que están acampando
al raso y pasan esta noche custodiando su rebaño los está por envolver la Luz;
esperemos no se duerman. Y si están dormidos que en sueños se encuentren
jalando la túnica del Maestro que les pregunte:
¿Dónde está tu amo?
Notas
(1)
Cfr.
República, I 327 a. b.
(2)
Cfr.
República, X 621 a. c.
(3)
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“Ayer bajé al poblao” José Larralde
Azul, viernes, 20 de diciembre de
2024 – se termina la Primavera
Hugo Boggi