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17 DE AGOSTO DE 2016 –
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AÑO DEL BICENTENARIO –
En 1815 el entonces Gobernador José Francisco San
Martín y Matorras reclama en un bando a la Población de Cuyo: “Basta de ser egoístas. A la idea de Bien
Común todo debe sacrificarse…”- El Pueblo de Cuyo lo entendió. Se abrieron
los corazones de los cuyanos de buena voluntad, brotaron de ellos obras de
generosidad y entrega, y se encendió en cada hogar un fuego de tiempo nuevo
para la Patria Grande. La grandeza de los débiles se impuso a la pequeñez y
egoísmos de los fuertes, que desde los más altos cargos del naciente Estado, o
desde donde pugnaban por intereses particulares y sectoriales, no se cansaron
de ponerle palos en la rueda a la obra de parir pueblos soberanos.

Agradezco la inmerecida invitación que me han cursado
para honrar la persona de San Martín, en el Año del Bicentenario de nuestra
primera declaración de Independencia y sepan que sólo acepté la invitación
porque consideré este acto como un deber de Granadero. Haber pertenecido, en
ocasión de mi servicio militar obligatorio, al Escuadrón San Lorenzo del
histórico Regimiento de Granaderos a Caballo, y haber integrado voluntariamente
el Escuadrón Pringles que se formó para participar en la recuperación de la
soberanía de nuestras Islas Malvinas en el año 1982, son parte de las
experiencias vitales que hacen que, la persona de José Francisco San Martín y
Matorras, se haya constituído en uno de los arquetipos de la argentinidad, a
los que siempre vuelvo.
Por ello, con el permiso de ustedes, he de dedicar muy
especialmente estas palabras en primer lugar a los Granaderos del Escuadrón
Pringles que pisaron la turba malvinera y que son: Jorge Eduardo Vega Luján,
Carlos Argentino Acuña, Ernesto Raúl Ponce, Aldo Gabriel Apecechea, Miguel
Ángel Plaza, Roque Daniel Flores, Domingo Ángel Novaro, Miguel Ángel Piaggio, y
a los dos suboficiales que fueron con ellos los cabos 1ros. Rivero y Campoy.
Y en segundo lugar a todos los azuleños que han
vestido el uniforme del histórico Regimiento de Granaderos a Caballo, y lo han
honrado.
No es fácil, al menos para mi, evocar la persona de
José Francisco San Martin y Matorras, sin que la vergüenza me abrace el
corazón; puede que ya no se refleje en mi rostro; pero, a Dios gracias no la he
perdido, y al cruzar nuestra querida Plaza y levantar los ojos al monumento
ecuestre parecen resonar en mis oídos aquellas palabras del bando: “Basta de ser egoístas. A la idea de Bien
Común todo debe sacrificarse…”. Ojalá puedan ustedes también vivir esa
experiencia; y algún día al terminar de cruzar la Plaza hacia el sur eso los
lleve a arrodillarse ante el único que se arrodilló San Martín, implorar su
misericordia, y así volver esperanzados a cruzar la Plaza, con la mirada puesta
en horizontes nuevos.
Con esto quiero significar que esas palabras del Bando
no surgen en San Martín como pueden surgir hoy las palabras improvisadas o las que
son pronunciadas por conveniencia o sugeridas porasesores de imágenes; esas palabras
del Bando que, - también hoy nos interpelan- , se gestan en el silencio y la contemplación del Bien. Invito aconsiderar
también a los destinatarios de aquel bando: ciertamente que, a quien llegaba un bando en aquellas épocas
era a los dirigentes, a las familias que sabían leer y escribir; a los instruidos,
quienes seguramente las replicarían entre los esclavos, y se leería el bando en
las plazas; etc. pero, principalmente el Bando está dirigido a las familias de
mayor responsabilidad; San Martín tenía
bien claro a quien le estaba pidiendo el esfuerzo y a quien consideraba
egoístas al decir “Basta de ser egoístas….”.
Y aún mas: me atrevo a considerar, que incluso pensaba en sí mismo, y en las
tantas veces que había estado tentado a dejar toda obra por el Bien Común a
raíz de susproblemas de salud. No lo sé con certeza; pero de su correspondencia
surge que sabía reconocer sus propios errores y miserias.
También hoy algunos argentinos somos interpelados
primariamente por ese bando. ¿Responderemos los azuleños con la generosidad del
Pueblo Cuyano?
Con ustedes voy aponer sobre la mesa cuatro aspectos
de San Martín, que pueden ayudarnos para que ,mediante el diálogo, nos animemos
a identificar esos egoísmos a los que debemos decir basta, tanto en el orden
personal como comunitario y; desde ese reconocimiento de nuestras flaquezas,
ser capaces de obrar en orden al bien común.
Son cuatro ideas, compartidas a las tres de la tarde,
hora – si la hay - significativa para morir a nuestros egoísmos, que son ideas
que van a requerir el ejercicio de pensar en la noche, a la intemperie. Esa
intemperie, tanto material como existencial, que padecen tantos hermanos
nuestros. Porque cada una de estas ideases una invitación a mirar la Cruz del
Sur, esa llave que abre la Puerta de la Verdad que nos hace libres; la misma
que contemplaba San Martín cada noche mientras habitó estas tierras y la que
añoró cada noche estando lejos de ella, y que es la misma que contemplaban los
primeros pobladores de estas tierras, y que dejaron plasmadas en sus hilados.
1.-Así, en principio les propongo mirar al cielo en la noche
y que la luz de la estrella sobre la que
se asienta la Cruz del Sur nos mueva a
pensar en José Francisco niño;
ese niño que vivió unos pocos años en Nuestra Señora de los Reyes Magos de
Yapeyú, que habrá compartido juegos con alguno de sus hermanos y amigos, y que comenzó
el peregrinar de la mano de sus padres, Juan y Gregoria, quienes lo llevarían a
cruzar el Atlántico y probablemente a festejar sus seis añitos en alta mar. Esa
experiencia de mar de la niñez, sumadaal período que luchó embarcado en Europa,
lo marcaría. Valgan como testimonio la cantidad de metáforas marinas de su
correspondencia:“…hice la de Diógenes:
zambullirme en una tinaja de filosofía y decir: todo es necesario que sufra el
hombre público para que esta nave llegue a puerto…” le escribe a Tomás
Godoy Cruz, por ejemplo.( 29.11.1815).
Mucha historiografía, mucho texto ha escamoteado el
segundo nombre de este niño, Francisco; la actualidad nos lo devuelve: sus
padres, católicos, le pusieron el nombre no sólo del cura que lo bautizó al día
siguiente de haber nacido, sino de aquel que en plena edad media se abrazó a la
pobreza y a la hermana muerte; aquel que en la contemplación del Bien y de laBelleza
de las criaturas entraba en diálogo íntimo con el Creador, “ejemplo por excelencia del cuidado de lo que
es débil…” (S.S. Francisco I) En el arte de nombrar hay familias capaces de
ser proféticas: José Francisco, son nombres que comunican con el Bien Común e
invitan a decir basta a nuestros egoísmos… le habrá alcanzadomas de una vez a
nuestro Libertador con pensar en sus nombres para comprender a lo que había
sido llamado…San Martín niño…
A veces me pregunto si enseñamos lo suficiente sobre
este niño…su crianza…su familia…nadie se hace héroe y libertador de pueblos por
su individualidad, ni por generación espontánea, ni por pura fuerza de voluntad…Enseñar
los orígenes de su Yapeyú natal… hacer de Azul un Yapeyú… no estaría mal…un
Azul con familias que no teman que sus hijos se vayan, porque saben que cada
azuleño que parte puede ser constructor del Bien Común allí donde vaya…En el
seno familiar y comunitario José Francisco comenzó a tomar conciencia de lo que
hoy le falta a la humanidad: conciencia de un origen común; conciencia de
pertenencia mutua y conciencia de un futuro que se gesta en el presente
compartido si es fecundado de eternidad.
2.-Desde esa primera estrella animémonos a subir a ese
madero celestial y pongamos nuestra mano derecha y lo que obramos con ella, para
que el clavo de la solidaridad nos atreviese hasta sangrarnos. Que con cada
golpe de martillo que surge de cada derecho conculcado, resuenen en nuestros
oídos los reclamos de trabajo y de laboriosidad;
de honestidad, es decir no roben mas; sobriedad, es decir, basta de alocados
festejos; de generosidad,de sencillez…Esos martillazos los podremos oír,
propongo, si nos detenemos a dialogar sobre
José Francisco San Martín y
Matorras, en su obrar ante esas efímeras farsantes de la historia que son la derrota
y la victoria.
José Francisco sabe de victorias y derrotas desde la más
temprana edad: su vocación de soldado lo preparó para codearse con ambas; luchó
y ganó contra los moros, luchó y cayó derrotado y prisionero ante los ingleses;
se viene perseguido y, en alguna medida, derrotado por el avance francés sobre esa
España que lo formó, y que él verá declinar y entregarse a los desvaríos de las
Cortes Liberales de Cádiz; liberales que
le hacían la vida imposible a los americanos en aquellas tierras. Una constante
del liberalismo, hacerle la vida imposible a la gente.San Martín sabía de las
consecuencias últimas del liberalismo; luchó toda su vida para evitarlo en su
tierra. No lo logró; en eso también fue derrotado. ¿Y cómo es San Martín en la
derrota? no lo vemos resentido, no se irrita, no desfallece, no se detiene,
aprende en el camino de la humildad, gana en autoridad, sigue aportando al Bien
Común. Los problemas de salud le ganaban batallas periódicamente: y qué, parece decirse, la salud de la Patria
vale más que mi propia salud… ¿Y cómo es San Martín en la victoria? …no
humilla, no es soberbio, no se entrega a los placeres,no prepara su enriquecimiento,
celebra con austeridad y sigue; no se aturde,
comparte el triunfo, respeta…Así como sabe salir de las derrotas, sabe
salir de las victorias; porque sabe que en la historia humana ha habido sólo
una Victoria para Siempre; las demás invitaciones humanas de victorias para
siempre son siempre engaños.En ambas situaciones, en la derrota y en la
victoria, es prudente, nunca ingenuo…
Derrotas y victorias van forjando su heroicidad:
batallas físicas y metafísicas que van puliendo la mirada de quien aprende a
distinguir lo mejor en todo, lo prefiere y lo ama. Piadoso y justo, en la
derrota y en la victoria; sabe arrodillarse sólo ante Dios y el sufriente (sus
soldados moribundos en el campo de batalla), sabe que toda guerra tiene un
primer campo de batalla: el propio corazón; porque sabe que quien no es capaz
de vencerse a si mismo, difícilmente logre triunfos que den frutos de Bien Común.
Se había formado en esa tradición Bíblica que desde el Libro de Job sostiene
que “la vida del hombre en esta tierra es
un combate”. En un mundo en guerra,como el actual, su vida volverá a ser
estudiada, a menos por aquellos que, cómo el los calificaba, no quieran ser “mentecatos que ven las cosas por encima…”.
3.-Puestos así sobre el celestial signo, extendamos ahora
nuestro brazo izquierdo hasta que nuestra mano izquierda toque la otra estrella que
forma el astral madero horizontal, para que se hunda en ella y en las obras que
con ella realizamos, el clavo de la unidad en la diversidad; que nos atraviese
hasta sangrarnos. Que con cada golpe de martillo que surge de nuestros deberes
incumplidos, suenen en nuestros oídos los reclamos de mansedumbre y comprensión, sociabilidad y
bondad.
Quizás podamos oír esos martillazos si nos detenemos a
dialogar sobre José Francisco San
Martín y Matorras, que mira lejos y camina, el hombre de silencios con horizontes
de esperanza; el que confía; espera, porque tiene sentido trascendente
de la vida; y por ello le puede escribir a su amigo Tomás Guido “…hasta ahora yo no he visto mas que proyectos
en pequeño. Pensemos en grande y si la perdemos sea con honor” (14.05.1816).
Ese José Francisco que no se dejó cautivar por los cantos de sirena de ninguno
de los relatos de su época; no se dejó robar la memoria de los orígenes que le
dieron el ser; ni levantó sus velas para dejarse llevar por los vientos con
apariencia de novedad que soplaban a ras del agua; sirvió, talló la historia
americana con mano de Carpintero… quizás al obrar pensaba en el Carpintero de quien
recibió el nombre; y ante su obrar las palabras sobran (también estas, las
mías); pasó haciendo bien lo que debía hacer bien; según era, obró.
José Francisco sigue siendo un ejemplo de que para
mirar lejos hay que vivir todo con serena atención. Porque obra así descubre
alternativas superadoras; es capaz de salir de si mismo, de romper la
conciencia aislada de autorreferencialidad; reúne fuerzas y sin apegarse a lo
que tiene, sale al encuentro de lo mejor. Varón prudente, gobierna rectamente
sin importarle el aplauso. Siempre me llamó la atención esa decisión del Gral.
San Martín de volver de noche a Buenos Aires, después de esos primeros triunfos
en Chile; cuando las autoridades y el pueblo le habían preparado una fiesta
para colmarlo de honores; ese pueblo de Buenos Aires que siempre cobijó en sus
calles, junto a los mas importantes dirigentes, a esa parte de nuestro pueblo
que tiene el aplauso fácil ante el que triunfa sin ser capaz de distinguir de
qué forma y para qué lo hace. Seguramente estarían presentes en el corazón de
San Martin mucho más esas familias cuyanas, puntanas, chilenas, que se habían
quedado sin sus hombres en la campaña libertadora, esos negros esclavos a los
que prometió la libertad por ir al frente en la batalla, quelos porteños que lo
esperaban para festejar la victoria para ver si mordían algo del triunfante.Tendría
presente a ese pueblo cuyano al que le dio más trabajo, que juego; al que le
sentó las bases de una economía regional próspera, porque le mostró con su
obrar, que la autoridad es servicio; no se sirvió de la autoridad para sus
propios intereses o el de sus familiares y partidarios.
4.-Finalmente cuando parados, si quieren, allí, en la
noche en nuestra Boca de la Sierra, miremos la Cruz del Sur, animémonos a
recostar nuestra cabeza en la última estrella, para que el Fuego del Amor
consuma nuestros pensamientos, queme nuestros ideologismos personales y
colectivos (que son una de las tantas formas del egoísmo), y podamos, cada uno,
ser una astilla mas que se arrime al fueguito de la Idea de Bien Común. Quizás
desde allí podamos mirar a los ojos a nuestros mayores, a nuestros ancianos,
que como San Martín, muchos de ellos hoy viven el extrañamiento de sus propias
comunidades a las que dieron todo. Y si ya eres una astilla trata de ser un
tronco. Quizás desde allí, ese consumismo obsesivo, reflejo subjetivo del
paradigma tecnoeconómico vigente, que les hace creer a todos que son libres
mientras tengan libertad para consumir y que se sostiene en una minoría que
detenta el poder económico y financiero, quizás desde allí – repito – podamos
redescubrir que, en tanto personas, podemos mirarnos a nosotros mismos con
honestidad, sacar a luz, en el diálogo compartido en las instituciones vigentes,
nuestros propios egoísmos y ser dóciles al llamado a recorrer los senderos de
Justicia que conducen al Camino de la Verdad, la Belleza y el Bien.Que nos
ayude a pensar y obrarlo así la
persona del General José Francisco San Martín y Matorras, anciano y pobre.
Aquel que en sus últimos años, habitaba un cuarto alquilado en Bélgica,
pidiendo ayuda financiera a sus amigos porque no le alcanzaba la plata – como a
nuestros jubilados hoy -, aquel de quien el coronel peruano Juan Manuel
Iturregui, testimoniara de que “…vivía invariablemente
con toda la modestia y severa economía que corresponde al estado de pobreza…”.
Que la mirada de ese José Francisco no se nos quite de los ojos cada vez que
miremos a nuestros ancianos. Que como tan bellamente cantara Francisco Luis Bernárdez,
y muchas veces se ha repetido aquí, “que su sepulcro nos convoque mientras el
mundo de los hombres tenga días…que hasta el fin haya un incendio bajo el
silencio paternal de sus cenizas…en torno al fuego de su tumba reconozcamos
nuestros lazos mas secretos y nuestros vínculos mas hondos como nación, como
familia y como pueblo. Después hundamos nuestras almas en el abismo secular de
su recuerdo, levantemos nuestros ojos al firmamento de su vida y de su ejemplo”…
Que con estas cuatro estrellas del firmamento
Sanmartiniano:
San Martín niño
San Martin en la derrota y en la victoria
San Martín el hombre del silencio que mira hacia
horizontes de esperanza
Y San Martín el anciano pobre
Podamos unir su persona a la de nuestro Santo Patrono el
olvidado por los azuleños San Serapio Mártir – testimonio ambos de que la
Justicia y la Caridad son inseparables para que el hombre y su irreductible dignidad ocupen el centro
de la vida política y social – y se puedan abrir, allí donde vayamos, puertas
de diálogo que nos sienten a la mesa del Bien Común. Y ya sea en el mate
compartido, en la sopa preparada por la abuela, - porque es triste, y manifiesta nuestros
egoísmos, que nuestro pueblo tenga aún que recurrir al viejo recurso de las
ollas populares - en el pollo al disco en el taller del barrio, en la pizza
amasada entre amigos o los fideos al dente y,en el mejor de los casos, - al
menos para mi, claro está – en el asado compartido, podamos descubrir nuestros egoísmos,
despojarnos, al menos, de algunos de ellos, y ser fieles a los ideales
sanmartinianos. Seguir librando el buen combate.
Que seamos creativos para saber aconsejar a quien lo
necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, consolar al
triste, perdonar al que nos ofende, sufrir con paciencia nuestros defectos y
rogar a Dios por los vivos y muertos; y que al final de nuestros días, se pueda
decir de nosotros, lo que tan bellamente a expresado Antonio Machado, y que
nosotros coincidimos con el historiador que lo aplica a José Francisco San
Martín y Matorras:
“Y cuando llegue
el día del último viaje,
Y esté al
partir la nave que nunca ha de tornar
Me encontraran
(encontraréis) a bordo ligero de equipaje,
Casi desnudo,
como los hijos de la mar”