Estamos comenzando un nuevo ciclo lectivo y quienes trabajamos en el sistema educativo formal renovamos las esperanzas de retomar el camino del conocimiento de la realidad y del mundo, de nosotros mismos para continuar dando respuesta a los interrogantes fundamentales: ¿cuál es el sentido de las cosas? ¿quién soy yo que piensa las cosas? ¿qué conozco de mí mismo? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿por qué el egoísmo? ¿y después qué?....Aquella exhortación esculpida en el frontispicio del templo de Delfos sigue nutriendo de savia vital la cultura que hemos heredado: "Conócete a tí mismo".
Un profesor de historia me refería, no hace mucho, que había asistido a una conferencia sobre historia argentina y el expositor había comenzado por la batalla de las Termópilas, para llegar a entender nuestro siglo XIX. Se podría señalar allí una intención por la profundidad de la mirada histórica, pero también la actitud del expositor pone de manifiesto el esfuerzo común de la humanidad por alcanzar la verdad: un bien común olvidado. Aunque se tenga la certeza de que "toda verdad alcanzada es sólo una etapa hacia la verdad total", no podemos ceder frente a quienes contradictoriamente pretenden negar estas certezas. El ser docente implica necesariamente el sostener en la esperanza de la verdad como bien común heredado, como patrimonio cultural a preservar e incrementar en el ejercicio comunitario de enseñar y aprender.
Que no se diga de nuestra generación que dilapidamos el tesoro de verdades heredadas...
¿Por dónde se camina hacia la verdad? Inescrutables son los senderos que a ella conducen, pero entre todos ellos hay algunos que se destacan por su estrechez y belleza. Uno de esos es la filosofía.
"...cada pueblo posee una sabiduría originaria y autóctona que, como auténtica riqueza de culturas, tiende a en formasexpresarse y a madurar puramente filosóficas..."(1). Nuestra escuela debe ser capaz de poner sobre la mesa de las comunidades esa sabiduría originaria y autóctona de nuestro pueblo. Para ello la escuela debe darnos oportunidades de asombrarnos a quienes concurrimos a ella. Y quienes aprenden con nosotros deben ser capaces de señalar nuestra incapacidad para asombrarlos: si lo hacen nos estarán dando una gran ayuda para avanzar en la búsqueda de las certezas que conforman ese conjunto de conocimientos que se suele denominar "patrimonio espiritual de la humanidad".
¿Cuáles son las razones que llevan a excluir cada vez más de los sistemas educativos la posibilidad de pensar filosoficamente? Son varias, a mi juicio, pero hay una que queremos señalar hoy: la filosofía es una ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe. Quien obstaculiza el pensar filosófico, en alguna medida, impide que los pueblos crean. Y un pueblo sin fe, es facilmente manipulable.
Cuando caía el Imperio Romano comenzaba a cimentarse el "credo ut intellegam" (creo para entender) y el "intellego ut credam" (entiendo para creer). Sobre esas raíces nos llega tiempo de enteder y creer para amar. La escuela sigue siendo una institución que nos ofrece la posibilidad de recorrer esos caminos.
(1) Juan Pablo II, Fides et ratio, Nº 3
Creer, entender y amar es el marivalloso resumen en palabras en lo que un docente debería sentir bajo el cielo del aprendizaje del conocimiento innato, y del conocimiento adquirido. Jamás perder nuestros ideales para sí una vez formados llevarlos a las realidades sociales porque si crezco, aprendo, si entiendo, razono y si amo, seré útil.
ResponderEliminarMaría Paz Begbeder. Alumna del tercer año del profesorado de Matemática. Instituto de Formación Docente y técnica N°156. Dr. "Palmiro Bogliano", ciudad de Azul, Pcia. Bs.As.