Queridos colegas, cuando los vi llegar por primera vez a ésta casa sabía que había algo distinto en ustedes (tal vez a los demás profesores de nuestro Instituto les haya pasado algo parecido): pensé que representaban a esa porción del pueblo argentino, - a esos jóvenes que los medios de comunicación no buscan para salir en las portadas - , pensé que formaban parte de aquellos que esperan que recorriendo los senderos de la educación una nación puede ser mejor de lo que es. O, lo que es lo mismo, ¡ustedes estaban todos locos! O dicho de otra manera: venían a dar “…en el mas estraño pensamiento, que jamás dio loco en el mundo, y fue que les pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su República, hacerse…” profesores andantes y salir por todo el mundo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello en lo que los profesores andantes se ejercitan; en enseñar mas con lo son y viven, que con lo que dicen;
En este tiempo de su formación yo he procurado aumentar esa locura, “…enfrascándolos en lecturas de manera tal que se pasaran las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, para que del poco dormir y del mucho leer se les secara el cerebro...” no sé si lo habré conseguido, hoy tenemos competidores poderosos con forma de pantalla…
En cualquier caso comienzan ahora este maravilloso tiempo de profesores andantes (los porteños y en las grandes ciudades les llaman profesores taxis, no es así entre nosotros que las mas de las veces cuando comenzamos vamos corriendo o en bicicleta de una escuela a otra) por eso prefiero la denominación de profesores andantes. Prepárate para tus primeras salidas, si aún no comenzaste y sal cada mañana como si fuera tu primera salida si ya estás en el ejercicio de la docencia y “…comienza a dar principio a tus buenos deseos…”
Lo que les espera es siempre mejor que lo que han pasado, pero en tanto en el camino se toparán seguro con los salteadores de esperanza y con molinos de viento que se harán pasar por gigantes, en este día, - que espero recuerden siempre entre los mejores de sus vidas -, quiero compartir con ustedes algunas razones para que salgan a recorrer los senderos de la enseñanza con alegría y esperanzados, o lo que es lo mismo quiero proponerles algunas razones para poder enseñar. Espero que les sirvan en esos momentos en los que los vientos de la desesperanza o el pesimismo golpeen la puerta de sus corazones.
Mientras acuden a tu memoria los instantes que viviste en el Profesorado y deseas atesorar, ábreme las puertas de tu corazón para que deje allí un ramo con siete gajos de ceibo, nuestra flor nacional. En cada rama espinosa te invito a descubrir el dolor redentor de un pueblo al que habrás de servir con honestidad y sacrificio, y en el rojo sangre de sus flores, las vidas de aquellos que nos precedieron para darnos el ser. Al verde de sus hojas y al color de su madera, le darás tú el significado pues, - si me has tenido de profesor – sabes que no me interesa darte todo resuelto.
Así pues, si me abres tu corazón, te encontrarás que con la primera rama te invito a recordar cada día que: el que enseña vive en el Corazón del que aprende. O lo que es lo mismo, no somos nosotros los que enseñamos; somos colaboradores, provocamos situaciones de aprendizaje, pero en el Corazón del que aprende está el Verdadero Profesor.
Con la segunda rama te propongo que tengas presente que: la enseñanza es mujer, desea ser conquistada para dar a luz nueva vida. Esconde en su seno el misterio de la maternidad, y tiene los tiempos que le ha dado la naturaleza; no te apures con ella, y no le hagas una mala partida, pues “siempre te ha de perder una mujer ofendida”. Respétala, no la engañes, séle fiel y renueva tu creatividad a diario si quieres ser feliz con ella.
Con el tercer gajo encontrarás la invitación a considerar que: el aprendizaje es varón, goza cuando alcanza la profundidad del ser. Lo que se aprende no se mide en cantidad, sino que se pesa con la balanza de la bondad (“mejor que aprender mucho es aprender cosas buenas”); cuando termines de preparar tu clase del día pregúntate ¿qué de bueno voy a proponer hoy? Los estudiantes te harán saber que vas por el buen camino cuando te digan: “estuvo buena la clase profe”; difícilmente te digan “cuanto aprendimos hoy”.
La cuarta rama es para que consideres que: del encuentro amorosamente íntimo entre esa mujer (la enseñanza) y ese varón (el aprendizaje), - él único matrimonio educativo verdadero, porque es capaz de engendrar nueva vida - de ese natural encuentro, siempre nace algo nuevo, se da a luz un conocimiento, que deberás cuidar como a un bebé. De allí la necesidad de afrontar responsablemente esta especie de maternidad y paternidad. Todo encuentro educativo verdadero es capaz de dar a luz un nuevo conocimiento que comunique con la Verdad , la Bondad , la Belleza , la Unidad del ser. Como esto es algo personal, todo conocimiento nace frágil, necesita de un hogar, de cuidados especiales hasta que se robustece y puede andar por si mismo, naturalmente necesita de una madre y un padre.
No dejes librados a tus estudiantes a su propia suerte, y ellos cuidarán de ti.
La modernidad promovió una autonomía del sujeto que ha llevado al solipsismo y al relativismo: al igualitarismo que tan bien reflejó Discépolo en Cambalache: todo es igual nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor; ¡Nunca te olvides que los profesores estamos nombrados en el Cambalache!
¡Cuántos estudiantes hoy se sienten solos, des-orientados; des-arraigados! ¡A Cuántos jóvenes nuestra época, nuestros dirigentes dejan librados a su propia suerte! Mediante leyes que dicen liberarlos se les abre la puerta a las sutiles formas de esclavitud contemporánea.
Se necesitan profesores andantes que salgan al encuentro de tantos estudiantes que se sienten solos; se necesitan profesores andantes que busquen la Verdad que nos hace libres.
Por esto con la quinta rama te dejo un despertador para que te levantes cada día con Fe, para que no te olvides que eres alguien que ha asumido que es capaz de PRO - FE - SAR, ejercer con FE el acto de educar; todas las personas en alguna medida pueden llamarse educadoras, pero sólo algunos educadores pueden llamarse profesores; esos son aquellos que se distinguen porque EJERCEN CON FE EL ACTO DE EDUCAR. En especial en esos momentos en los que arrecia el temporal de reformas, - que por lo general vienen de la mano de discursos que dicen: “ustedes están desactualizados, nosotros les vamos a decir lo que tienen que hacer para mejorar la educación”. O en esas ocasiones en las que aparece “el filósofo”, “el pedagogo”, “el intelectual”, “el científico”, “las últimas investigaciones”, esas que comienzan a repetirse en todos los cursos y esos autores que se presentan como “lo mas nuevo en educación”. Para esos momentos y en todos aquellos en los que sientas flaquear tu Fe me animo a proponerte que guardes en tu memoria aquel consejo de Martín Fierro a sus hijos:
“Su esperanza no la cifren
Nunca en corazón alguno;
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios,
De los hombres, sólo en uno,
Con gran precaución en dos”.
La sexta rama es para que recuerdes que todo profesor andante necesita del reposo; no te dejes atrapar por el vértigo que hoy se presenta de la mano del consumismo, del hedonismo, del tecnicismo deshumanizante, la informalidad, el especialismo, el cursismo, o el igualitarismo, por dar nombre sólo a alguno de sus variables rostros.
Será una tarea constante encontrar los remansos de tus ríos vitales; descubrir los recodos en los que el tiempo te invita a la búsqueda interior; desarrolla la capacidad de estar a solas contigo mismo. Interiorizar tus prácticas: es una clave que te invito a descifrar para sostenerte en la esperanza; pasá a diario por el interior de tu inteligencia y voluntad, - REFLEXIONÁ - tu obra educativa de cada jornada, y podrás reflejar en tu enseñanza la profundidad de tu espíritu.
El profesor andante es capaz de encontrar en el silencio del final de su jornada la palabra que está escrita en el último gajo que te dejo si me abres la puerta de tu corazón.
Esa palabra contiene la séptima y conclusiva razón que te propongo considerar para sostenerte en la esperanza. Esa palabra escapa a toda posibilidad discursiva; jamás se deja atrapar por nuestra limitada posibilidad humana de comprensión. Esa palabra sólo se puede manifestar en obras. Por esa palabra cada uno de nosotros está hoy aquí, por esa palabra hemos heredado la posibilidad de unas bodas de Oro Institucionales en el Marco de un Bicentenario que se nutre de la savia vital del encuentro de comunidades milenarias. Con ella voy a cerrar estos decires con los que te expreso mi agradecimiento por haber elegido esta casa para tu formación, y te deseo logres todo aquello que te perfeccione como persona Con ésta palabra que está labrada en la frágil rama de un ceibo abraza al final de ésta fiesta a todos tus seres queridos – a tus padres, familiares, amigos, esposa o esposo, a tus hijos - porque a ellos también, seguramente, le debes este logro de la graduación. Esta palabra espero que la reciban como quien les pone un poncho sobre los hombros y los invita a comenzar la apasionante aventura de convertirse en Profesores Andantes. La última razón que les doy para que se sostengan siempre en la esperanza de ser lo que son, de ser PROFESORES, es que cada uno de ustedes es fruto DEL AMOR.
PD:
Para las presentes palabras se tomaron prestadas algunas maravillosas expresiones de Cervantes en las Aventuras del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ; algunos versos de Don José Hernández en su monumental Martín Fierro, y del querido Discepolín en su Cambalache. Pero no podrían haber sido escritas si no contemplara cada día a mis colegas venir a dar clases al Instituto, expresar sus deseos, anhelos y esperanzas; y a los que hoy se reciben, esforzarse de manera cotidiana para alcanzar la meta. Los rostros de cada uno de ellos me manifiestan algo del Rostro del Maestro Interior que aprendí a conocer con San Agustín.
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