A
la verdad se la puede conculcar de cuatro modos, por error, por ignorancia, por
confusión o por mentira, decía don Leonardo Castellani
La siguiente es la evocación pronunciada el 17 de agosto de 2024 en la Plaza General San Martín de la ciudad de Azul en ocasión de conmemorarse un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Don José de San Martín y Matorras:
(En la foto Granaderos clase 63 que realizamos el SMO entre los años 1982 y 1983 en uno de los encuentros periódicos que realizamos habitualmente en la ciudad de Tapalqué, Provincia de Buenos Aires)
Convocados
para evocar la muerte del General San Martín y Matorras, llegamos desde
diversas circunstancias vitales. Quienes estamos aquí hemos sido llamados y se
nos ha regalado la vida de la misma forma: compartimos la igualdad en el
origen. Quienes aquí estamos también seremos llamados a una nueva Vida a la que
sólo se accede de la mano de la Hermana Muerte: compartimos el mismo fin. Los
senderos que transitamos por el Camino que es la Vida nos preparan de manera
distinta a ese encuentro que, para José Francisco de San Martín y Matorras se
produjo un 17 de agosto de 1850. Encuentro para el que se había preparado.
¿Cómo nos
preparamos para morir? ¿Desde cuándo nos preparamos para morir? Las respuestas
a éstas y otras preguntas pusieron en marcha en la historia un saber al que los
griegos le dieron el nombre de Filosofía. San Martín se formó, se educó en la
tradición filosófica que prepara a bine morir desde el origen. Desde el seno
familiar, en el que una madre y un padre unidos en matrimonio sacramental
indisoluble lo cuidaron desde su gestación, hasta sus últimos días en que su
hija, su yerno y sus amigos lo acompañaron, San Martín se preparó a bien morir.
Al
comenzar el ciclo lectivo este año, en una nota que gentilmente accedió a
publicar el Diario El Tiempo, contextualicé los primeros años de educación
sistemática – diríamos hoy – o el primario o la primaria como habitualmente le
llamamos. Esa educación primaria también preparaba a bien morir, entre otras, a
través de la práctica de la oración esperanzada al comenzar y terminar cada
jornada.
Hoy
propongo que pensemos la etapa de la educación secundaria, diríamos en la
actualidad, esa que va entre los 13 y los 17 o 18 años, más o menos. Puesto que
es en ese período en el que todos los seres humanos alguna vez nos planteamos la
finitud de la vida: es en esa etapa vital en la que el tema de la muerte pone
en tensión lo que somos; es en esos años en los que la conciencia del ser se
despierta al deber ser y ante la posibilidad de que si no se es lo que se debe
ser, no se será nada, concluirá en algún momento de su vida San Martín. ¿Quién
soy? ¿Quién seré? Son preguntas que a esa edad comienzan a buscar respuestas.
Para
San Martín es la etapa de su formación en el Regimiento de Murcia, El Leal; que
así se apodaba al Regimiento: no es casualidad que la lealtad sea una de las
virtudes que caracterizaron a San Martín: la lealtad es una virtud
sanmartiniana que tiene su origen en su formación militar. Y la unidad tenía
como patrona a la Inmaculada Concepción de María: un regimiento mariano;
característica que mantendrá San Martín cuando le toque a él crear tanto el
Regimiento de Granaderos como el Ejército de los Andes. Es una formación en
algo semejante, lejanamente semejante, a lo que puede ser un liceo militar;
salvando las distancias temporales, claro está.
¿En
qué contexto se da la formación secundaria de San Martín? En un imperio español
que se está desmembrando, que está siendo erosionado y atacado por los más
diversos frentes externos e internos: es un tiempo de guerra. San Martín se
forma en un mundo en guerra. Las guerras manifiestan los rostros visibles y los
intereses ocultos de las principales potencias de la época. Ingresó casi con
una excepción, no había cumplido los 12 años que se requerían. El documento que
lo admite está firmado el 15 de julio de 1789: un día antes había estallado la Revolución
Francesa en París; en esos días Hegel pasaría de ser considerado uno de los más
fervorosos defensores de los revolucionarios, porque dirá de la Revolución
francesa que “señala el nacimiento de una nueva era para Europa”, a vivir en
Suiza 5 años después como tutor de la familia de los von Steiger, una de las
familias más conservadoras, es decir, pasará a ser considerado un
contrarrevolucionario; en la biblioteca de esa familia entrará en contacto con
las obras de Baruch Spinoza, y eso cambiará su propia filosofía.
Casi
20 años antes de ser admitido San Martín en el Regimiento de Murcia, (un
17/6/1770) las naves españolas capitaneadas por Juan Ignacio Madariaga, tras un
breve intercambio de fuego, inician el desembarco y rinden a las tropas
inglesas que habían usurpado las Islas Malvinas. Toman más de un centenar de
prisioneros y los remiten a Inglaterra; ese proceso culminará al año siguiente
con la Declaración de Masserano, documento clave en la actualidad para nuestros
derechos sobre las islas.
Estos
paralelismos vitales permiten, a mi juicio, poner en contexto a este cuasi niño
que es San Martín, y que con 12 años está aprendiendo algunas lecciones sobre
el manejo de armas; cuáles son sus principales tareas a cumplir como cadete; la
importancia de la obediencia para el batallar; ejercicios físicos para
fortalecer el cuerpo; comienza a usar los conocimientos matemáticos adquiridos en
la primaria para los cálculos necesarios en la elaboración de material bélico y
cálculos de logística; a poner en práctica los conocimientos de las letras para
elaborar informes, peticiones, etc.; hacer guardias, patrullas, exploraciones
de terrenos e informar novedades; etc. Es una formación en la acción, cuyas
jornadas también comienzan y terminan todas de la misma forma: rezando.
Sus
jornadas se inician y culminan diariamente con la oración: al igual que en su
escuela primaria, en los Regimientos Españoles se rezaba al comenzar y al
terminar la jornada, porque: vivir se debe la vida de tal suerte, que viva
quede en la muerte. Existía una gran diferencia entre la formación
bonapartista: que se da fundamentalmente desde el exterior, inculcando saberes
racionalmente militarizados con fines de aniquilación del enemigo y apropiación
de los bienes materiales del adversario; y la formación de los regimientos hispanos:
que se da desde dentro: suscitando virtudes militares para la libertad. No me
puedo detener en esto aquí. San Martín logrará una síntesis única y original, a
mi juicio, tomando lo mejor de las formaciones militares que conoció – también
la de los ingleses -, al fundar a su llegada a Buenos Aires el Regimiento de
Granaderos.
Pero
pensemos nuestros 13 años y los 13 años de San Martín: es la edad en la que va
a entrar en combate por primera vez. Si lo comparamos con grandes personajes
nos llevamos algunas sorpresas: Napoleón entró en combate por primera vez a los
17 años; el duque de Wellington, vencedor de Bonaparte, lo hizo por primera vez
a los 25 años; Washington a los 22 y Bolívar a los 28 años.
Dice
su foja de servicio: “se ha hallado desde el 25 de junio de 1791, sufriendo el
fuego que hicieron los moros en los 33 días de ataque contra la plaza de Orán
haciendo el servicio con la compañía de granaderos”. Sé que tengo oyentes que
me han pedido no dar fechas y muchos nombres, habrán de perdonarme, pero no me
dejo aún vencer por el presentismo y considero la temporalidad y espacialidad
que nos precede como una gracia recibida que nos trajo hasta aquí y enriquece
nuestra memoria, y nos abre a los senderos de la Verdad Encarnada, fuente de
roda razón y justicia.
Queridos
abanderados aquí presentes, si se les hace larga esta evocación, piensen que la
bandera que tienen la gracia de llevar nos ha llegado gracias, entre otros, a
niños y jóvenes como San Martín o aquellos otros como Mariano y Joseph Martinez
que, con tan solo 10 años, le pidieron a Liniers y obtuvieron el permiso para
formar la Compañía de Menores auxiliares de la artillería que participaron de
la Reconquista del Puerto de la Santísima de Trinidad y Santa María de los
Buenos Aires, cuando las invasiones inglesas; o la de los Jóvenes Joseph Montes de Oca y
Josep Dionisio Cabeza Enríquez que con 14 años solicitaron fundar también en
esa ocasión la Compañía Jóvenes de la Reconquista, de la que formó parte don
Juan Manuel de Rosas con 13 años; el mismo Rosas que llevará a cumplimiento en
la persona de Pedro Burgos la iniciativa de fundar nuestra ciudad, y recibirá
en herencia el sable sanmartiniano.
Volvamos
al cadete José Francisco que formaba parte del segundo batallón del Regimiento
de Murcia al mando del Capitán Antonio Córnide, a quien algunos historiadores
consideran el instructor que tuvo en sus inicios como cadete. ¿Cómo no voy a
dar nombres? ¿Cómo vamos a hechar al olvido a los formadores de nuestro
libertador? Bajo su mando realizará sus primeras campañas al sur de España y el
norte de África. Allí San Martín conocerá lo que son las acciones en terrenos
áridos y desérticos; y se embarcará por primera vez en una misión militar. Concretamente
el asedio sufrido fue en la plaza interna del Castillo de San Felipe, desde
dónde las compañías de granaderos y las partidas de fusileros cumplieron la
importante misión que se les encomendó y que no podemos detallar acá para no
cansarlos más a uds.
Se
podría decir que, desde esos 13 años en adelante, no dejará de entrar en
combate durante su formación secundaria, en términos de hoy: irá al norte de la
península ibérica a luchar en la guerra contra Francia que después de los años
del terrorismo de Estado de la Revolución Francesa, comenzará a exportar,
mediante la guerra contra las monarquías vecinas, la ideología revolucionaria. Esta
etapa que se da cuando el cadete San Martín tiene unos 14/15 años, le permitirán
elevar su nivel de instrucción militar ahora para conocer en qué consiste la
guerra cuando hay que hacerla en zonas de montañas, con elevaciones que llegan
en algunos casos a los 3500 mts., terreno abrupto, grandes alturas con inviernos
muy fríos; veranos muy calurosos; acondicionar equipamiento, planificar
alimentación adecuada, etc. Conocimiento experiencial de suma importancia para
lo que será su gesta libertadora. La libertad no se improvisa, se gesta.
En
1793 será ascendido a segundo subteniente a los 15 años. Y en esas refriegas
entre españoles y franceses, conocerá victorias y derrotas. Tiene 15 años y ya
lleva dos donde ve y experimenta lo que son las heridas, los gritos, la muerte
de camaradas y enemigos, el principio, el desarrollo, el final, y el día
después de un campo de batalla. Baste un solo ejemplo de las más de una decena
de batallas de las que participó; el 7 de diciembre de 1793 (pleno invierno) los
españoles toman Laroque y San Genìs, sólo de franceses hubo 2500 entre muertos,
heridos y prisioneros. Si aquí hay veteranos de Malvinas bastará que hablen con
ellos y, si quieren, les darán cuenta de las huellas que cada una de esas
instancias dejan en el alma y el corazón de un hombre.
1794:
a los 16 años, lo encontrarán en una zona costera defendiendo Puerto Vendrès y
la localidad de Collioure; en esa posición conoció lo que significa rendirse.
Fueron derrotados.
1795:
será el año en que finalice la guerra con Francia (con la firma del tratado de
Basilea el 22 de junio de 1795), y San Martín, había participado en 16 acciones
de guerra, ya alcanzó el grado de segundo teniente, y cumple sus 17 años.
1796:
San Martín cumplirá 18 años; bajo la influencia del Ministro Manuel Godoy, los
gobiernos de Francia y España ahora pasan a formar una Alianza (Tratado de San
Ildefonso) y para San Martín será el año en que se reciba de “infante de
marina”: es embarcado en la fragata de la Real Armada Dorotea durante un año y
23 días, y entrarán en combate contra el navío inglés El León, (el 15 de julio
de 1798), acción en la que la Dorotea deberá rendirse no sin antes ofrecer una tenaz
resistencia reconocida en los partes de batalla que se conservan. Valiosísima
experiencia en alta mar que le servirá para la campaña que emprenderá para dar
la libertad al Perú y para pintar las famosas marinas en los tiempos en que
será necesario proyectar sobre un lienzo esos senderos interiores que las almas
profundas, a veces necesitan exteriorizar para buscar algo de paz en la belleza.
Esa Séptima Ruta que seguramente ha debido tomar mas de una vez al cruzar los
Andes.
¿Cómo
no dar gracias por este hombre preservado durante tantas batallas que fueron su
enseñanza media, su colegio secundario, y, por qué no, avergonzarnos un poco y
considerar nuestros 13 a 18 años, a la luz de los 13 y 18 años sanmartinianos?
Fue
durante esos años que San Martín comenzó a tomar clara conciencia de cuáles
eran los valores que iba a defender y los enemigos contra los cuales iba a
luchar toda su vida, hasta terminar muriendo en el exilio: este año se
cumplieron los 200 años de aquella partida a Europa de un San Martín al que los
gobiernos de turno buscaban para juzgar y condenar.
Durante
estos años de su formación secundaria irá descubriendo la urdimbre que se iba
tejiendo entre el bonapartismo, la casa de los borbones y la influencia
creciente de las decisiones que se tomaban en los salones de mercaderes,
logistas y banqueros londinenses, y de las que ya formaban parte algunos de
nuestra América que buscaban más las conveniencias personales que el bien
común..
Mientras
experimenta en carne propia, en el campo de batalla de sus años jóvenes, la
decadencia de un imperio va recorriendo los senderos interiores en los que
gestará lo que debe ser. Vendrá a nuestra tierra a intentar preservar, lo que
pueda, de esa España Imperial que ama, y que ve que va siendo conducida a la
derrota y al sometimiento de las ideologías que privilegiarán más el hacer y el
tener que el ser y el dar.
Hoy
vamos aprendiendo que no es bueno que mueran niños en las guerras. Toda
formación que logre suscitar las virtudes privilegiando el Bien, la Verdad, la
Unidad y la Belleza, esos trascendentales que anidan en el Ser que se nos ha
dado, que están allí esperando en el corazón de los jóvenes, nos ayudará a dar
pasos hacia horizontes de Justicia y Paz, - en un mundo en guerra – mientras
seguimos librando los combates cotidianos contra nuestros egoísmo y
mezquindades, caminando al encuentro de la Hermana Muerte.
En
esta evocación de quien supo DAR-SE (palabra que une el ser y el dar) permítanme
para cerrar unir al Fundador del Regimiento de Granaderos a Caballo los nombres
de los Granaderos que supieron también ellos, a su modo, DAR-SE en la
recuperación de nuestras Islas Malvinas en 1982: Jorge Eduardo Vega Luján,
Carlos Argentino Acuña, Ernesto Raúl Ponce, Aldo Gabriel Apecechea, Miguel
Ángel Plaza, Roque Daniel Flores, Domingo Ángel Novaro, Miguel Ángel Piaggio, y
a los dos suboficiales que fueron con ellos los cabos 1ros. Rivero y Campoy.
Aplaudamos
en ellos a los Veteranos de Malvinas aquí presentes y, como decía el General
San Martín “Dios nos dé acierto” y sigamos peregrinando esperanzadas rumbo al
bicentenario de nuestra querida ciudad de Azul.
.
Hugo
Boggi
Prof.
de Filosofía y Cs. de la Educación
ACS
- Azul
https://educazul.blogspot.com