lunes, 2 de septiembre de 2024

La educación "secundaria" de San Martín

 

 

A la verdad se la puede conculcar de cuatro modos, por error, por ignorancia, por confusión o por mentira, decía don Leonardo Castellani

 

La siguiente es la evocación pronunciada el 17 de agosto de 2024 en la Plaza General San Martín de la ciudad de Azul en ocasión de conmemorarse un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Don José de San Martín y Matorras:


(En la foto Granaderos clase 63 que realizamos el SMO entre los años 1982 y 1983 en uno de los encuentros periódicos que realizamos habitualmente en la ciudad de Tapalqué, Provincia de Buenos Aires)

Convocados para evocar la muerte del General San Martín y Matorras, llegamos desde diversas circunstancias vitales. Quienes estamos aquí hemos sido llamados y se nos ha regalado la vida de la misma forma: compartimos la igualdad en el origen. Quienes aquí estamos también seremos llamados a una nueva Vida a la que sólo se accede de la mano de la Hermana Muerte: compartimos el mismo fin. Los senderos que transitamos por el Camino que es la Vida nos preparan de manera distinta a ese encuentro que, para José Francisco de San Martín y Matorras se produjo un 17 de agosto de 1850. Encuentro para el que se había preparado.

¿Cómo nos preparamos para morir? ¿Desde cuándo nos preparamos para morir? Las respuestas a éstas y otras preguntas pusieron en marcha en la historia un saber al que los griegos le dieron el nombre de Filosofía. San Martín se formó, se educó en la tradición filosófica que prepara a bine morir desde el origen. Desde el seno familiar, en el que una madre y un padre unidos en matrimonio sacramental indisoluble lo cuidaron desde su gestación, hasta sus últimos días en que su hija, su yerno y sus amigos lo acompañaron, San Martín se preparó a bien morir.

Al comenzar el ciclo lectivo este año, en una nota que gentilmente accedió a publicar el Diario El Tiempo, contextualicé los primeros años de educación sistemática – diríamos hoy – o el primario o la primaria como habitualmente le llamamos. Esa educación primaria también preparaba a bien morir, entre otras, a través de la práctica de la oración esperanzada al comenzar y terminar cada jornada.

Hoy propongo que pensemos la etapa de la educación secundaria, diríamos en la actualidad, esa que va entre los 13 y los 17 o 18 años, más o menos. Puesto que es en ese período en el que todos los seres humanos alguna vez nos planteamos la finitud de la vida: es en esa etapa vital en la que el tema de la muerte pone en tensión lo que somos; es en esos años en los que la conciencia del ser se despierta al deber ser y ante la posibilidad de que si no se es lo que se debe ser, no se será nada, concluirá en algún momento de su vida San Martín. ¿Quién soy? ¿Quién seré? Son preguntas que a esa edad comienzan a buscar respuestas.

Para San Martín es la etapa de su formación en el Regimiento de Murcia, El Leal; que así se apodaba al Regimiento: no es casualidad que la lealtad sea una de las virtudes que caracterizaron a San Martín: la lealtad es una virtud sanmartiniana que tiene su origen en su formación militar. Y la unidad tenía como patrona a la Inmaculada Concepción de María: un regimiento mariano; característica que mantendrá San Martín cuando le toque a él crear tanto el Regimiento de Granaderos como el Ejército de los Andes. Es una formación en algo semejante, lejanamente semejante, a lo que puede ser un liceo militar; salvando las distancias temporales, claro está.

¿En qué contexto se da la formación secundaria de San Martín? En un imperio español que se está desmembrando, que está siendo erosionado y atacado por los más diversos frentes externos e internos: es un tiempo de guerra. San Martín se forma en un mundo en guerra. Las guerras manifiestan los rostros visibles y los intereses ocultos de las principales potencias de la época. Ingresó casi con una excepción, no había cumplido los 12 años que se requerían. El documento que lo admite está firmado el 15 de julio de 1789: un día antes había estallado la Revolución Francesa en París; en esos días Hegel pasaría de ser considerado uno de los más fervorosos defensores de los revolucionarios, porque dirá de la Revolución francesa que “señala el nacimiento de una nueva era para Europa”, a vivir en Suiza 5 años después como tutor de la familia de los von Steiger, una de las familias más conservadoras, es decir, pasará a ser considerado un contrarrevolucionario; en la biblioteca de esa familia entrará en contacto con las obras de Baruch Spinoza, y eso cambiará su propia filosofía.

Casi 20 años antes de ser admitido San Martín en el Regimiento de Murcia, (un 17/6/1770) las naves españolas capitaneadas por Juan Ignacio Madariaga, tras un breve intercambio de fuego, inician el desembarco y rinden a las tropas inglesas que habían usurpado las Islas Malvinas. Toman más de un centenar de prisioneros y los remiten a Inglaterra; ese proceso culminará al año siguiente con la Declaración de Masserano, documento clave en la actualidad para nuestros derechos sobre las islas.

Estos paralelismos vitales permiten, a mi juicio, poner en contexto a este cuasi niño que es San Martín, y que con 12 años está aprendiendo algunas lecciones sobre el manejo de armas; cuáles son sus  principales tareas a cumplir como cadete; la importancia de la obediencia para el batallar; ejercicios físicos para fortalecer el cuerpo; comienza a usar los conocimientos matemáticos adquiridos en la primaria para los cálculos necesarios en la elaboración de material bélico y cálculos de logística; a poner en práctica los conocimientos de las letras para elaborar informes, peticiones, etc.; hacer guardias, patrullas, exploraciones de terrenos e informar novedades; etc. Es una formación en la acción, cuyas jornadas también comienzan y terminan todas de la misma forma: rezando.

Sus jornadas se inician y culminan diariamente con la oración: al igual que en su escuela primaria, en los Regimientos Españoles se rezaba al comenzar y al terminar la jornada, porque: vivir se debe la vida de tal suerte, que viva quede en la muerte. Existía una gran diferencia entre la formación bonapartista: que se da fundamentalmente desde el exterior, inculcando saberes racionalmente militarizados con fines de aniquilación del enemigo y apropiación de los bienes materiales del adversario; y la formación de los regimientos hispanos: que se da desde dentro: suscitando virtudes militares para la libertad. No me puedo detener en esto aquí. San Martín logrará una síntesis única y original, a mi juicio, tomando lo mejor de las formaciones militares que conoció – también la de los ingleses -, al fundar a su llegada a Buenos Aires el Regimiento de Granaderos.

Pero pensemos nuestros 13 años y los 13 años de San Martín: es la edad en la que va a entrar en combate por primera vez. Si lo comparamos con grandes personajes nos llevamos algunas sorpresas: Napoleón entró en combate por primera vez a los 17 años; el duque de Wellington, vencedor de Bonaparte, lo hizo por primera vez a los 25 años; Washington a los 22 y Bolívar a los 28 años.

Dice su foja de servicio: “se ha hallado desde el 25 de junio de 1791, sufriendo el fuego que hicieron los moros en los 33 días de ataque contra la plaza de Orán haciendo el servicio con la compañía de granaderos”. Sé que tengo oyentes que me han pedido no dar fechas y muchos nombres, habrán de perdonarme, pero no me dejo aún vencer por el presentismo y considero la temporalidad y espacialidad que nos precede como una gracia recibida que nos trajo hasta aquí y enriquece nuestra memoria, y nos abre a los senderos de la Verdad Encarnada, fuente de roda razón y justicia.

Queridos abanderados aquí presentes, si se les hace larga esta evocación, piensen que la bandera que tienen la gracia de llevar nos ha llegado gracias, entre otros, a niños y jóvenes como San Martín o aquellos otros como Mariano y Joseph Martinez que, con tan solo 10 años, le pidieron a Liniers y obtuvieron el permiso para formar la Compañía de Menores auxiliares de la artillería que participaron de la Reconquista del Puerto de la Santísima de Trinidad y Santa María de los Buenos Aires, cuando las invasiones inglesas;  o la de los Jóvenes Joseph Montes de Oca y Josep Dionisio Cabeza Enríquez que con 14 años solicitaron fundar también en esa ocasión la Compañía Jóvenes de la Reconquista, de la que formó parte don Juan Manuel de Rosas con 13 años; el mismo Rosas que llevará a cumplimiento en la persona de Pedro Burgos la iniciativa de fundar nuestra ciudad, y recibirá en herencia el sable sanmartiniano.

Volvamos al cadete José Francisco que formaba parte del segundo batallón del Regimiento de Murcia al mando del Capitán Antonio Córnide, a quien algunos historiadores consideran el instructor que tuvo en sus inicios como cadete. ¿Cómo no voy a dar nombres? ¿Cómo vamos a hechar al olvido a los formadores de nuestro libertador? Bajo su mando realizará sus primeras campañas al sur de España y el norte de África. Allí San Martín conocerá lo que son las acciones en terrenos áridos y desérticos; y se embarcará por primera vez en una misión militar. Concretamente el asedio sufrido fue en la plaza interna del Castillo de San Felipe, desde dónde las compañías de granaderos y las partidas de fusileros cumplieron la importante misión que se les encomendó y que no podemos detallar acá para no cansarlos más a uds.

Se podría decir que, desde esos 13 años en adelante, no dejará de entrar en combate durante su formación secundaria, en términos de hoy: irá al norte de la península ibérica a luchar en la guerra contra Francia que después de los años del terrorismo de Estado de la Revolución Francesa, comenzará a exportar, mediante la guerra contra las monarquías vecinas, la ideología revolucionaria. Esta etapa que se da cuando el cadete San Martín tiene unos 14/15 años, le permitirán elevar su nivel de instrucción militar ahora para conocer en qué consiste la guerra cuando hay que hacerla en zonas de montañas, con elevaciones que llegan en algunos casos a los 3500 mts., terreno abrupto, grandes alturas con inviernos muy fríos; veranos muy calurosos; acondicionar equipamiento, planificar alimentación adecuada, etc. Conocimiento experiencial de suma importancia para lo que será su gesta libertadora. La libertad no se improvisa, se gesta.

En 1793 será ascendido a segundo subteniente a los 15 años. Y en esas refriegas entre españoles y franceses, conocerá victorias y derrotas. Tiene 15 años y ya lleva dos donde ve y experimenta lo que son las heridas, los gritos, la muerte de camaradas y enemigos, el principio, el desarrollo, el final, y el día después de un campo de batalla. Baste un solo ejemplo de las más de una decena de batallas de las que participó; el 7 de diciembre de 1793 (pleno invierno) los españoles toman Laroque y San Genìs, sólo de franceses hubo 2500 entre muertos, heridos y prisioneros. Si aquí hay veteranos de Malvinas bastará que hablen con ellos y, si quieren, les darán cuenta de las huellas que cada una de esas instancias dejan en el alma y el corazón de un hombre.

1794: a los 16 años, lo encontrarán en una zona costera defendiendo Puerto Vendrès y la localidad de Collioure; en esa posición conoció lo que significa rendirse. Fueron derrotados.

1795: será el año en que finalice la guerra con Francia (con la firma del tratado de Basilea el 22 de junio de 1795), y San Martín, había participado en 16 acciones de guerra, ya alcanzó el grado de segundo teniente, y cumple sus 17 años.

1796: San Martín cumplirá 18 años; bajo la influencia del Ministro Manuel Godoy, los gobiernos de Francia y España ahora pasan a formar una Alianza (Tratado de San Ildefonso) y para San Martín será el año en que se reciba de “infante de marina”: es embarcado en la fragata de la Real Armada Dorotea durante un año y 23 días, y entrarán en combate contra el navío inglés El León, (el 15 de julio de 1798), acción en la que la Dorotea deberá rendirse no sin antes ofrecer una tenaz resistencia reconocida en los partes de batalla que se conservan. Valiosísima experiencia en alta mar que le servirá para la campaña que emprenderá para dar la libertad al Perú y para pintar las famosas marinas en los tiempos en que será necesario proyectar sobre un lienzo esos senderos interiores que las almas profundas, a veces necesitan exteriorizar para buscar algo de paz en la belleza. Esa Séptima Ruta que seguramente ha debido tomar mas de una vez al cruzar los Andes.

¿Cómo no dar gracias por este hombre preservado durante tantas batallas que fueron su enseñanza media, su colegio secundario, y, por qué no, avergonzarnos un poco y considerar nuestros 13 a 18 años, a la luz de los 13 y 18 años sanmartinianos?

Fue durante esos años que San Martín comenzó a tomar clara conciencia de cuáles eran los valores que iba a defender y los enemigos contra los cuales iba a luchar toda su vida, hasta terminar muriendo en el exilio: este año se cumplieron los 200 años de aquella partida a Europa de un San Martín al que los gobiernos de turno buscaban para juzgar y condenar.

Durante estos años de su formación secundaria irá descubriendo la urdimbre que se iba tejiendo entre el bonapartismo, la casa de los borbones y la influencia creciente de las decisiones que se tomaban en los salones de mercaderes, logistas y banqueros londinenses, y de las que ya formaban parte algunos de nuestra América que buscaban más las conveniencias personales que el bien común..

Mientras experimenta en carne propia, en el campo de batalla de sus años jóvenes, la decadencia de un imperio va recorriendo los senderos interiores en los que gestará lo que debe ser. Vendrá a nuestra tierra a intentar preservar, lo que pueda, de esa España Imperial que ama, y que ve que va siendo conducida a la derrota y al sometimiento de las ideologías que privilegiarán más el hacer y el tener que el ser y el dar.

Hoy vamos aprendiendo que no es bueno que mueran niños en las guerras. Toda formación que logre suscitar las virtudes privilegiando el Bien, la Verdad, la Unidad y la Belleza, esos trascendentales que anidan en el Ser que se nos ha dado, que están allí esperando en el corazón de los jóvenes, nos ayudará a dar pasos hacia horizontes de Justicia y Paz, - en un mundo en guerra – mientras seguimos librando los combates cotidianos contra nuestros egoísmo y mezquindades, caminando al encuentro de la Hermana Muerte.

En esta evocación de quien supo DAR-SE (palabra que une el ser y el dar) permítanme para cerrar unir al Fundador del Regimiento de Granaderos a Caballo los nombres de los Granaderos que supieron también ellos, a su modo, DAR-SE en la recuperación de nuestras Islas Malvinas en 1982: Jorge Eduardo Vega Luján, Carlos Argentino Acuña, Ernesto Raúl Ponce, Aldo Gabriel Apecechea, Miguel Ángel Plaza, Roque Daniel Flores, Domingo Ángel Novaro, Miguel Ángel Piaggio, y a los dos suboficiales que fueron con ellos los cabos 1ros. Rivero y Campoy.

Aplaudamos en ellos a los Veteranos de Malvinas aquí presentes y, como decía el General San Martín “Dios nos dé acierto” y sigamos peregrinando esperanzadas rumbo al bicentenario de nuestra querida ciudad de Azul.  

 Nota: esta evocación no habría sido posible sin consultar la Comunicación del Académico Francisco García Bazán, en la sesión privada de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, del 27 de junio de 2018: “La niñez y adolescencia del General San Martín en Málaga”; el libro del historiador Lic. Sebastián Miranda “José de San Martín inédito” (2023);  los recuerdos y charlas compartidas con mis compañeros del Escuadrón San Lorenzo y Escuadrón Pringles, de los que formé parte en ocasión de mi Servicio Militar Obligatorio (1982/1983); y las charlas entre mate y cigarros, con mis tíos, de feliz memoria, el Subof. My. y Prof.de Historia Gilbert Paris y el Pbro. Miguel Ángel Paris.

 

 

 

 

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Hugo Boggi

Prof. de Filosofía y Cs. de la Educación

ACS - Azul

 

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jueves, 11 de abril de 2024

San Martín va a la escuela

 


 

En el 2016 compartí en la figura de cuatro panes (1), aspectos de José Francisco San Martín y Matorras, como una invitación al diálogo, para identificar nuestros egoísmos, personales y comunitarios. Y desde ese reconocimiento de nuestras flaquezas, ser capaces de obrar en orden al Bien Común. Retomo el primero de esos aspectos: José Francisco, el niño que vivió unos pocos años en Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú, que compartió juegos en la tierra colorada a orillas del Río Uruguay en su encuentro con el Yapeyú y terminó su infancia en tierras malagueñas, en España.

La llanura azuleña invita a profundizar en los años de la infancia de San Martín, en estos tiempos de inicio del ciclo lectivo y, quizás, a pensarnos como azuleños rumbo a nuestro bicentenario.

San Martín nació en el pueblo que, fundado por San Roque González de Santa Cruz, mártir, llegó a ser el centro de la cultura musical de las misiones jesuíticas del litoral, tanto por la perfección de la escuela que allí se fundó cuanto por el famoso taller de instrumentos musicales con admirables lutieres guaraníes. Nosotros nacimos a orillas del Callvú Leovú en un Azul que quiere potenciar su patrimonio cultural y fue fundado bajo la protección de San Serapio, también mártir. Ello nos llama a conocerlo, para amarlo.

Nació cuando ya habían pasado más de 100 años de la muerte de Baruch Spinoza, Blas Pascal, Tomás Hobbes. John Locke y Leibniz hacía más de 70 años que habían dejado este mundo. Jorge Berkeley, poco más de 30 años y David Hume hacía apenas dos años. A su discípulo Adam Smith, le quedaban pocos años de vida. Los “Ensayos” de aquel son un boceto de las “Investigaciones sobre la naturaleza y las causas de las riquezas de las naciones” de éste, obra que los editores preferirán paulatinamente publicar como “La riqueza de las naciones”.

La Inglaterra de Jorge III iba camino a convertirse en la dueña de los mares, y de otros bienes. En 1765 produjo lo que puede considerarse la “primera invasión inglesa” de nuestro actual territorio: el Capitán John Byron desembarca, se apropia de las Malvinas y funda Puerto Egmont. Al año siguiente el Cap. John McBride se establecerá en la isla Saunders. Si bien los territorios fueron recuperados a cañonazos para la corona española en 1770 por el Cap. Juan Ignacio de Madariaga, hasta hoy rige la usurpación por la persistencia inglesa.

La Corona Inglesa está empeñada en la Primera Guerra Maratha (1777-1782) en las Indias. La revolución industrial, con la invención por parte de John Kay de una máquina de tejer industrial, el uso del vapor y con él del carbón de piedra; etc. estaban cambiando las relaciones internacionales. Hacia el fin del reinado de Jorge ya salía de los astilleros ingleses el primer navío cuya estructura será totalmente de hierro. Inventores, Industriales, financistas y otros agentes ligados a los negocios de las nuevas tecnologías, son parte de la población en ascenso. El negocio de la venta de armas, la trata de personas, y el comercio de opio, tienen mucho que ver con ello.

El mismo año del nacimiento de San Martín muere Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire, quien merced a sus vínculos con el espía inglés Bacon Morris, había logrado cruzar el Canal de la Mancha y desde allí lograr su salto a la fama. (2) Salto que, junto a los Enciclopedistas y a los Jansenistas, lo pondrá como uno de los arietes que se blanden contra el Papado y los Jesuitas, que habían sido expulsados de España hacía poco más de diez años. Paradójicamente Voltaire había sido alumno de los Jesuitas.

Al nacimiento de San Martín en el Papado estaba Pío VI, aquel de quien Goethe entendió ver en él a “la figura viril más bella y digna” (3). El mismo que se las tendrá que ver con Napoleón. Terminará expulsado de Roma muriendo en 1799, con 24 años como sucesor de Pedro. Vivían en América María Antonia de la Paz y Figueroa, Mama Antula, ( + 1799) y  Juan Junípero Serra Ferrer (+ 1784), a quienes nuestro Papa Francisco canonizó. Apasionantes senderos temporales que el límite de esta nota me impide ahondar.

Los hechos que permiten el nacimiento de José Francisco hoy están para todos al alcance de un clic (4), pero no podemos dejar de mencionar a sus padres el Capitán Don Juan de San Martín y Gómez y doña Gregoria Matorras del Ser, quienes respondieron con generosidad al llamado a procrear. Toda gestación y todo nacimiento son Trinitarios.

Nuestra historicidad no se reduce a los hechos. Podemos considerar a Yapeyú como el Belén de la Patria, pues allí nació quien nos abrió, con pocos años de vida pública entre nosotros, la puerta de la Libertad y la Independencia.

Antes de los 3 años será llevado por sus padres a Buenos Aires. Allí transcurre parte de su primera infancia. Sin apoyo documental algunos lo ponen asistiendo a una escuela de la Ciudad de la Trinidad – que así fue fundada – y Puerto de Santa María de los Buenos Aires. Residió en una casa que quedaba en la actual calle Piedras, entre Moreno y Belgrano de la hoy CABA. ¡Qué diferencia entre la denominación de origen y esta casi onomatopeya con la que se nombra hoy a la ciudad en la que se gestó nuestro primer gobierno patrio! De los años en aquella casa se ha rescatado que vivió con la familia, como parte de la servidumbre, el negro José. ¡Feliz coincidencia: también el servidor de la Virgen de Luján era un esclavo negro, Manuel!

Poco tiempo vivirán allí y partirá la familia rumbo a España, arribando a Cádiz el 25 de marzo de 1784, y radicándose en Málaga, donde alquilan una propiedad en la calle Pozos Dulces, entre 1785 y 1792. Seis meses después de estar radicados en esa casa se abre la Escuela Náutica de San Telmo (5), que pasa a funcionar en el Colegio y noviciado confiscado a los Jesuitas, después de su expulsión en 1767. La Escuela de Náutica se fundó el 27 de marzo de 1787. Un 27 de marzo, pero de 1874, nace el primer Obispo de Azul, César Antonio Cáneva. Por los senderos del tiempo los peregrinos son llamados a la Vida.

La Escuela abrió las puertas el 1 de junio y allí cursó José Francisco lo que hoy llamamos la escuela primaria. Quedaba a tres cuadras de su casa. Según las Reglas Fundacionales de la Escuela y las Ordenanzas de 1789, José Francisco asiste como estudiante “porcionista”: sus padres pagan la “porción” o cuota correspondiente de 4 reales diarios, cumpliendo un régimen interno, es decir, viviendo en la Escuela.

¿Cómo eran los horarios escolares que tuvo que cumplir San Martín? Levantarse a las 5 de la mañana de abril a septiembre y a las 6 hs. de octubre a fines de febrero. La jornada escolar comprendía, en este orden: levantarse; aseo; misa; desayuno; clases de 7/8 a 10/11 hs.; media hora para el repaso de las clases de la tarde, aseo personal y recreo hasta las 12 hs. Luego había 3 hs. para el almuerzo y el descanso de media jornada. En verano se respetaba un tiempo para la siesta y había un tiempo mayor para el aseo personal. Las clases se reanudaban a las 16/17 y finalizaban a las 18/19. Finalizado el horario de clases había un tiempo para el estudio y se cenaba entre las 20/21 según las estaciones del año. Las ordenanzas decían luego: silencio y descanso. “Una disciplina teórica y práctica férrea, que formó al alumno para continuar sin tropiezos la voluntad firme y la disciplina marcial de toda su existencia”, afirma García Bazán.

¿Qué estudió José Francisco en la primaria? “las primeras letras”: aprender a leer y escribir leyendo y escribiendo, implicó conocer las leyes de la ortografía y la gramática; aritmética; catecismo; principios de moral; francés y latín. En los años superiores había una serie de contenidos específicos relativos a la náutica que se entiende que José Francisco no realizó, pues ingresó a la carrera militar. Pero ciertamente, la experiencia de atravesar el Atlántico a tan corta edad, sumada a estos primeros años en una escuela de náutica, y a posteriores hechos de su vida militar, lo llenaron de metáforas marinas tan presentes en su correspondencia. La antigua información que aparece en tantos manuales (y/o libros de historia) de que comenzó sus estudios en el Seminario de Nobles en Madrid ha quedado superada por las investigaciones.

¿Tenía vacaciones José Francisco? Si: 15 días en agosto, después de aprobar los exámenes, que eran públicos.

¿Cómo eran los exámenes? Se rendían ante la presencia de maestros, representantes civiles de la comunidad y eclesiásticos, quienes recibían un pago por parte del Gobierno de acuerdo con su Jerarquía: Director, 12.000 reales de vellón anuales; Catedrático de Comercio 9000; Catedrático de Matemáticas y Capellán 6000; Maestro de primeras letras 5500; Maestro de Francés 3300. Sólo a modo arbitrariamente comparativo un Cortador en una carnicería de la época llegaba a percibir un salario anual de entre 900/1000 reales (6).

Después vendrá la etapa de su formación en el Regimiento de Murcia, El Leal, y allí transitará lo que hoy para nosotros es la formación media o secundaria. Pero eso lo llevará a vivir en un Castillo y será mejor considerarlo en otra oportunidad.

 

(1)                       https://educazul.blogspot.com/2016/09/17-de-agosto-de-2016-ano-del.html

(2)                       Cfr. Jacob Margaret, The Radical Enlightenment: Pantheis, Freemasons and Republicans, London, George Allen & Unwin, 1981.

(3)                       Cfr. Villoslada-Laboa, Historia de la Iglesia Católica, BAC, Tomo IV, pag. 182 ss.

(4)                       https://sanmartiniano.cultura.gob.ar/

(5)                       Los datos referidos a la educación las tomo del Académico García Bazán, Francisco; Niñez y adolescencia del General San Martín en Málaga; 27.6.2018.

(6)                        cfr. Pérez Romero Emilio; Salarios y carga laboral durante el siglo XVIII; 2017, UCM, AEHE).

Nota: Agradezco que el Diario El Tiempo de Azul me haya publicado esta nota en sus páginas.

 

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miércoles, 24 de marzo de 2021

Dos mujeres

 

 

Convocadas a la Vida por el mismo Padre Misericordioso que las sostuvo con su Gracia en el peregrinar, han recibido el abrazo de la Hermana Muerte, con apenas unos días de diferencia en el seno de la comunidad que las vio crecer y que fue motivo de muchos de sus desvelos.

Pasaron haciendo el bien. Eso basta.


Ninguna muerte es casual. Aunque se nos escapen las causas ante la profundidad de los designios de la Providencia, se nos ha revelado que su Sabiduría va “…entrando en las almas buenas de cada generación y va haciendo amigos de Dios y profetas…” (Sab. 7, 27).

María y Graciela: he aquí dos testimonios de esas almas buenas de cada generación. ¡Cómo no agradecer haberlas conocido!

En tiempos de neopaganismo que busca sustitutos a los tiempos sagrados, parten en el “Mes de la Mujer”. Son convocadas a un Banquete que no tiene fin, y me permito evocarlas en el Sagrado Tiempo de Cuaresma a las dos; así peregrinando juntas como lo hacen las mujeres de nuestro pueblo, que van de a dos, como manifestándonos a cada paso la importancia de nuestro ser con los otros. Como Aquella María y su prima Isabel.

Dos mujeres, las dos han sido palenques para tantas amigas que encontraron en ellas siempre un tiempo para ser escuchadas. Ambas mostraron una atención preferencial hacia el que necesitaba, y donaron con generosidad horas de sus vidas a instituciones y comunidades que las vieron ser capaces de organizar, prever, proveer, enseñar, animar, conducir, abrir puertas y senderos a las soluciones, aún en medio de las mas duras adversidades de la vida. Y siempre con una sonrisa, un abrazo de cordialidad y un “tecito” o “un matecito”, según sus diversas preferencias.

Dos mujeres a las que vi muchas veces de rodillas ante el Sagrario, en distintos momentos de su vida; o peregrinando con alegría por las calles de los barrios con una imagen de la Virgen de Luján o haciendo una visita a quien estaba enfermo, o llamando para dar solución a las necesidades materiales de alguna familia, o llevándole por sus propios medios alimentos, o lo que precisara, otra familia.

Dos mujeres dolientes con el dolor de los otros, y asumiendo, en silencio con miradas transidas por el dolor propio, que el Camino de la Cruz culmina siempre en la Luz de la Esperanza. Y sus esperanzas no serán defraudadas.

Dos mujeres con una dimensión estética que se reflejaba en el esmero con cuidaban de sus plantas y jardines, o en el esfuerzo por hacer de sus hogares sitios de hospitalidad en los que el visitante no sólo se sintiera bienvenido, sino atendido. O en las obras que realizaban con sus propias manos. Con sus estilos propios que expresaban sus diferencias generacionales, pero en los que no faltaba el toque de trascendencia de una referencia sagrada: una imagen, un rosario, algo natural que evoca la riqueza de la Creación y eleva los corazones al Creador.

Dos mujeres atentas. Respetaban al otro tal como es. 

Dos mujeres madres con las experiencias vitales de gestación, nacimiento y acompañamiento en los gozos y esperanzas, alegrías y dolores de aquellos a quienes aceptaron con amor desde el instante de la concepción. Y que les hacían brillar sus ojos al pronunciar sus nombres.

Dos mujeres piadosas, y tal vez por ello, sin vueltas. Los impíos andan en círculo, leemos en la Biblia; la palabra charlatán viene del latín “circulator”, ese que habla y habla y no dice nada, está siempre en el mismo lugar; no conduce a nada. María y Graciela gustaban del diálogo conducente. Gustaban de preguntar y responder desde sus convicciones. Mujeres con las que se aprende; con quienes se puede coincidir o disentir, pero que, en cualquier caso – como buenas mujeres – te invitaban con sus palabras o acciones a poner los pies sobre la tierra: “No tienen vino”. Aquel pasaje evangélico estimo les cabe a ambas en su plenitud.

Dos mujeres políticas. Trabajaron y anhelaron el Bien Común en sus comunidades, aún a costa de su sacrificio personal. No lo hacían con ambición de poder, sino con espíritu de servicio. Capaces de manifestar sus preferencias partidarias o de liderazgos, pero siempre subordinadas a lo simbólico que representaban para ambas los colores de la bandera argentina. Lo “simbólico” en su origen es lo que une y se opone a lo “diabólico”, que es lo que divide. Basta entender este lenguaje para entender quien es una buena o un buen político.

Dos mujeres de Fe que expresaron en la constancia con la que recorrieron los caminos de esta vida, en los que cayeron y se levantaron, rieron y lloraron. Fe que las impulsó a enseñar, cada una a su manera, pero ambas teniendo como modelo a La Mujer que desde el cerro de Tepeyac y desde las orillas del Río Luján fue para ellas guía y consuelo en sus aflicciones. Verlas y escucharlas cantar cantos marianos fue ver rostros de mujeres esperanzadas y voces de mujeres libres.

Toda evocación cansa si es extensa.

Con el tiempo, si el Señor de la Historia así lo mueve en su Providencia, quienes escriban la historia de nuestras comunidades, saldrán al rescate de la Memoria de mujeres que, como María y Graciela, abrieron senderos de justicia y paz, sin recurrir a la violencia armada, al grito, a la ofensa, a los agravios, al resentimiento, al ruido y al odio.

Con el tiempo, cuando se despejen,  por un simple Soplo del Espíritu, las tormentas de eclesiofobia imperantes, se escribirá la Verdad de las mujeres que, como María y Graciela, la Iglesia ha dado a nuestras comunidades para que brille en ellas el resplandor de la Belleza y el Bien.

Con el tiempo, cuando por la Gracia de Aquel que es la Vida, germinen las semillas de amor que María y Graciela sembraron, nuestras comunidades descubrirán que sus senderos de Justicia ya no culminan en los tribunales, sino que los conducen de paso, camino al Cielo.

María Duca de Otonelli, Graciela Analía Cañas, dos mujeres, dos generaciones. Una sola Fe. 

Que brille para ellas la Luz que no tiene fin.

Un abrazo en el dolor a familiares y amistades.

 

 

 

 

 

miércoles, 3 de febrero de 2021

Volver a las aulas - Segundo Acto

 

29 de diciembre de 2020. Se acerca la hora. 

Por segundo día consecutivo en Tiempo de Navidad las puertas de la más que centenaria Escuela se abrirán para llevar adelante un acto educativo. No es que no se hayan abierto durante el resto del año, sólo que se abrieron para llevar adelante actos administrativos, o reparaciones edilicias, quizás, o para repartir insumos varios. Los sucesivos gobiernos van perfeccionando las técnicas repartidoras y usan las escuelas para sus programas asistenciales. “El que reparte, reparte, se queda con la mejor parte”, decía mi tía mientras cortaba la torta.

Tomo de la mesa de trabajo un cuaderno, una lapicera, y una declaración jurada. Juro que juré por segundo día consecutivo. La tarde es bella. La lluvia de ayer dio lugar a un cielo luminoso que abrigó desde la salida del sol y hasta el ocaso.



Mientras voy camino a la Escuela pienso en las muchedumbres y en las masas que ruidosamente marchan hacia la Plaza del Congreso Nacional. También en mi ciudad, las murgas se citan en las adyacencias de la sede del gobierno.

Se gestan y renacen las preguntas: ¿Cómo eran los tiempos en que había Pueblo? ¿Cómo eran la conciencia y el corazón de los Pueblos? ¿Cómo trabajaba ese pueblo que amaba el trabajo, que se deleitaba en el trabajo bien hecho y bien concluido? ¿Cómo era la cultura del trabajo antes de que los gobiernos se propusieran “educar para el trabajo” y dejaran a los pueblos sin trabajo? ¿Cómo era enseñar en los tiempos en los que se enseñaba? ¿Cómo era estudiar cuando se estudiaba?

Ayer se mintió con: “El Pueblo quiere saber de qué se trata”; hoy se miente con: “El Pueblo quiere que sea ley”. Hay mentiras que perduran, sólo se disfrazan.

En muchas familias hoy se reza mas que ayer. Un cierto número de familias, quizás un número pequeño, dinastías populares, unidas por el lazo indisoluble de la oración, entretejiendo con hilos invisibles del patrimonio cultural recibido en herencia, tejen el Poncho de la Fe. Están abrigando a lo que queda de Pueblo en la República perdida. Son un puñado de familias que los historiadores ni siquiera nombrarán las que, en superior gesto de mística heroica, manifiestan en plenitud la Piedad del Pueblo Argentino. Son las leales a los fundamentos vitales. En esas familias se cuidan y protegen a los mayores, a los abuelos, y en ellas se gestan y nacerán las generaciones llamadas por la Vida a vivir un Cielo y una Tierra nuevas.

En el Congreso de la Nación, sede extendida a los domicilios de algunos congresales que, “a la distancia”, representarán los intereses de sus mandantes, se abre la última sesión del año. Las mayorías circunstanciales van anudando dos cuerdas, van tejiendo dos lazos, más propiamente dos cinchas. Con dos leyes van a cinchar los extremos generacionales: el cinchazo lo recibirán los jubilados y los que se gestan. Será el Congreso que pasará a la historia como el que llevó a la Argentina al siglo XXI, el congreso de los que se dan de listos, el de la gente inteligente, la de aquellos que “la tienen clara”, los de avanzada, la gente que manda, la que no tiene nada que aprender, la que no hace preguntas, obedece a sus mandantes. Los que no son cándidos, ni imbéciles como nosotros los retrógrados, los que no entendemos nada, los oscurantistas, los que nos la pasamos haciendo preguntas y pretendemos enseñar.

Aunque a veces se hacen preguntas: “… ¿Qué importa? Dicen los políticos profesionales. ¿Qué consecuencias puede tener esto?... ¿Qué puede sucedernos? Todo marcha bien…sabemos gobernar…si hemos olvidado la República hemos aprendido a gobernar. Vean las elecciones. Son buenas. Siempre son buenas, y serán aún mejores, porque nosotros que las hacemos, comenzamos a perfeccionarnos…El gobierno hace las elecciones, las elecciones hacen el gobierno. Es un préstamo devuelto. El gobierno hace los electores, los electores hacen el gobierno. El gobierno hace los diputados, los diputados hacen el gobierno. Y todo con gentileza. La gente mira. El país paga. El Gobierno hace las Cámaras y las Cámaras hacen el gobierno. No es, como pueden creer, un círculo vicioso, no lo es en absoluto. Es simplemente un círculo perfecto, cerrado. Todos los círculos lo son, por otra parte, sino no serían círculos. No es esto, sin duda, los que nuestros fundadores previeron; pero ellos no salieron muy bien parados del asunto, y, por lo demás, no siempre es posible fundar. Es fatigante. La prueba de que esto está firme y se mantiene es que marcha desde hace más de cuarenta años. Y hay para cuarenta siglos, pues los primeros cuarenta años son los mas duros, los que cuestan. Luego uno se habitúa...” (1)

Quizás el problema entre nosotros es que en la escuela ya no se enseña lo que son los hábitos. Que hay hábitos buenos, que son las virtudes, y hábitos malos que son los vicios. Así los políticos profesionales no distinguen a qué se han habituado. Tampoco parecen distinguir bien entre un poncho y una cincha. Por eso revolean los ponchos como si revolearan el lazo, y pretenden abrigar y proteger cinchando.

“... Se equivocan. Estos políticos se equivocan. Desde lo alto de esta República no los contemplan cuarenta siglos de futuro…Nosotros creemos por el contrario…en fuerzas y realidades infinitamente más profundas: que son los pueblos los que hacen la fuerza y debilidad de los regímenes…creemos que son los pueblos los que hacen los regímenes, la paz y la guerra, la fuerza y la flaqueza, la enfermedad y la salud de los regímenes…”  (1)

Por eso me pregunto: ¿Cómo eran los tiempos en los que había Pueblo? 

Y mientras nace la pregunta voy llegando a la Escuela. Hoy, como ayer, llegué a la puerta de rejas de la decimonónica escuela. El enrejado abierto, los ventanales abiertos, el portal abierto daban cuenta de una escuela abierta, en acto; algo más pleno que una escuela activa. Pero vamos a ver que no todos hoy se dan cuenta de ello. Vivimos tiempos en los que, a muchas personas les cuesta darse cuenta de lo evidente: si puertas de acceso y ventanas de una escuela están abiertas, la escuela está abierta. Y, lo mas sorprendente aún, ¡con personas enseñando y aprendiendo adentro!  

Hoy como ayer, toqué con la punta de los dedos de mi mano derecha el último escalón de la escalera de ingreso. Me hice la señal de la Cruz: en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Mientras me colocaba el barbijo, entré. Nos saludamos con afecto cordial y el distanciamiento protocolar. El personal de la institución que, con diligencia y esmero preparó todas las instalaciones para llevar adelante el acto educativo, y algunas estudiantes que iban entrando, manifestaban con su presencia la vitalidad de una escuela abierta. Busqué en el cuaderno la declaración jurada. Juré por segundo día consecutivo estar sano, y se completó el rubro correspondiente en el formulario: treinta y seis cuatro, si mal no recuerdo. “Una décima menos que ayer – pensé - Deberíamos tener una de estas pistolas para la inflación, o para los índices de pobreza, por ahí comienzan a bajar”. El pensamiento pujaba por manifestarse en palabras, pero sólo se guardó en la memoria para volver hoy, mientras escribo. Los pensamientos, como la vida, se gestan y nacen, sorprendiéndonos. Treinta y seis cuatro: la pistola otra vez daba cuenta de mi salubridad. Lo que menos me esperaba hasta ese momento es que iba a ver otras pistolas y armas largas en aquella histórica jornada escolar.

En aulas acondicionadas según los protocolos de salud vigentes, con los ventanales abiertos que daban cuenta de una escuela abierta, llevamos adelante con la profesora, por mas de dos horas, los exámenes finales de integración de los contenidos desarrollados durante el año, en modalidad a distancia. Salvo un día del taller inicial, todo el año el contacto con los estudiantes de primer año había sido en entornos virtuales.

Quienes se presentaron manifestaron la alegría que sentían de haber podido volver a las aulas, pudieron poner en palabras algunos de sus temores, dudas, miedos, y expresar sus deseos de que el año 2021 les permitiera mayor presencialidad en la institución. Pero sobre todo pusieron de manifiesto el esfuerzo realizado para preparar la materia, dieron cuenta de lo aprendido, y pudieron formularse preguntas. Me alegró. Comenzaron a preguntarse y dar pasos en los senderos que los llevarán a obtener la titulación como profesores.

Al finalizar salimos al patio. Eran los últimos minutos de luz de los días de verano en Azul. Comunicamos las calificaciones y nos despedimos con la alegría de haber podido hacer preguntas y comenzar a responder: ¿Cómo es estudiar, como es enseñar, en esta época, en este tiempo? Nos comprometimos a seguir haciéndonos preguntas para conocernos más a nosotros mismos y a seguir preguntando para buscar la Verdad que nos hace libres.

Las estudiantes se fueron. Antes, solicitaron sacarse una foto con nosotros. Aunque pensándolo bien no sé si fue este día o el anterior. Nos quedamos compartiendo las primeras impresiones de la jornada con la profesora y el directivo presente.

De pronto, nuestro diálogo se interrumpió. Nuestras miradas se dirigieron hacia los ruidos de personas que parecían venir corriendo por las galerías de la institución. Y por la esquina norte una patrulla policial se acerca por la galería con sus armas reglamentarias – cortas y largas – en la mano. Comienzan a detener su carrera al vernos. Con la sorpresa e incertidumbre propia del momento, el directivo pregunta qué sucede, y el personal policial a cargo comienza a dar sus explicaciones: habían recibido una llamada de que había gente en la escuela, y decidieron entrar por las ventanas laterales para sorprenderlos y aprehenderlos. Nos miramos con la profesora.

Lo demás, entiendo que habrá quedado plasmado en las actuaciones o informes labrados al efecto por el personal policial. Eso si, todo se llevó a cabo cumpliendo con los protocolos de distanciamiento y con los barbijos correspondientes.  

Era mi último día del ciclo lectivo 2020. Miré a los jóvenes de la fuerza de seguridad. Seguían dando explicaciones al director acerca del procedi-miento. Opté por realizar una caminata hasta el aula donde habíamos estado con las estudiantes; miré los ventanales abiertos y pensé qué hubiera sucedido si el personal policial ingresaba en el momento en que estábamos allí. Una cierta nostalgia de los años jóvenes se hizo presente al notar la agilidad del personal policial para ingresar a la escuela por la ventana, mientras estaban todas las puertas de ingreso abiertas. Sentí que se gestaban preguntas. Me fui embarazando con ellas.  

El Congreso Nacional a esas mismas horas se encontraba todo vallado y rodeado de fuerzas policiales con escudos y sin armas. Estaban trenzando las cinchas.

Este caballo viejo buscó sabana no sin antes dejarle algunas preguntas al directivo, nacidas bajo la influencia de haber sido formado en el siglo XX, en el que las filosofías de la sospecha erosionaron la modernidad con sus interrogantes. Me desembaracé un poco.

Me despedí con las formas protocolares propias de épocas de distanciamiento social preventivo y obligatorio. Pensé en los dos grupos de jóvenes con los que había compartido el último acto educativo del 2020. Y sentí que se seguían gestando preguntas que nacerán en este 2021. Porque seguirán naciendo: será ley.

Así terminó el día segundo.

Y en los primeros días de enero perdido en un rincón de la biblioteca, mientras registraba esta experiencia, asomó el libro de Charles Péguy, aquel socialista converso que gestó y parió preguntas para los franceses. Y aparecieron líneas subrayadas en mis años jóvenes: 

“… a los jóvenes sólo nos es dado decirles: tengan cuidado. Nos tratan de viejos tontos, bien, pero tengan cuidado. Cuando hablan a la ligera, cuando tratan ligeramente a la República, tan ligeramente a la República, no cometen tan solo una injusticia, … sino que arriesgan nada menos que ser considerados tontos. Olvidan, desconocen que ha habido una mística republicana…Han muertos hombres por la libertad como han muerto por la fe…”

  

Las citas son todas de Charles Péguy, Nuestra juventud, EMECE, Bs As, 1945, pag. 22 ss.

 

 

 

viernes, 22 de enero de 2021

Volver a las aulas

  

Hubo un tiempo en el cual el Estado abrió escuelas con la manifiesta intención de educar. Pero los sucesivos gobiernos no encontraron la forma de integrar un sistema educativo que atienda a la realidad del pueblo. Comenzó por darle marco legal: se sancionaron leyes para formatear el sistema según los postulados de la dirigencia del momento. El Soplo de Dios se movía sobre las instituciones de las leyes positivas. Y los legisladores no lo recibieron. Pretendieron dejarlo afuera. Por mas que la Constitución lo invoca en su preámbulo como fuente de toda razón y justicia, y el pueblo lo vive a diario en sus prácticas piadosas.

¿Se puede dejar afuera el Aire Vital? ¿Para qué se sancionan leyes que interesan más a los gobiernos que a los pueblos? ¿Por qué las preguntas se gestan y nacen en los corazones que aman aprender y enseñar? 

Ven y verás.

 


         28 de diciembre de 2020. Día de los Santos Inocentes. En los despachos del Congreso de la Nación, las mayorías circunstanciales se preparan otra vez para “atender” a los dos extremos de la pirámide poblacional: los nasciturus o personas por nacer, y los jubilados. Congresales variopintos, como un Estado Mayor en retirada, toman decisiones agónicas sobre los que, ellos piensan, no pueden mas que obedecer. Así responden a los financistas que ya les anticipan el sostenimiento de las campañas electorales para el año 2021, y aseguran su porvenir económico y el de varias generaciones de familiares. Candidatos funcionales a la gobernanza mundial a promover, se sienten acompañados por una ruidosa muchedumbre de futuros votantes. Allí ni se gestan ni nacen preguntas. Todos tienen respuestas. Nadie aprende ni enseña nada.

17.30 hs. tomo de la mesa de trabajo en casa un cuaderno y una lapicera – propio de un profesor de escuela del siglo XX, con estudiantes del siglo XXI a decir de un Ministro de Educación de infeliz memoria -, y una Declaración Jurada. Para entrar a la escuela pública el Estado Provincial me pide que le jure que estoy sano. Jamás me pidieron renovar el juramento de enseñar que hice cuando me gradué de profesor o aquel por el cual juré defender a la Patria hasta perder la vida. Pero ahora me anticiparon que cada vez que vaya a ingresar a la escuela tengo que llevar mi Declaración Jurada de estar sano. Quizás deba decir saludable, para estar acorde al lenguaje impulsado por el imperio.

-         Tomen todos los cuidados y no se olviden de pedir la declaración jurada –

Los aceitados eslabones de la burocracia estatal se hicieron presente vía oral por intermedio de la cadena de mandos del sistema.

Llegué a la puerta de rejas de la decimonónica escuela. Al contemplar el pesado hierro forjado, evoqué las horas de fragua de quien sabe qué herrero en quien sabe qué forja. Horas vitales para él. Como cada acto de enseñar se constituye en vital para quien enseña. Las horas vitales del herrero ante la fragua le permitieron dar forma artesanalmente artística a la reja. Las sucesivas capas de antióxido y sintético permiten, al contemplarla, hablar de la casi perennidad de la reja negra. Paradojas de una escuela pública que desde su formato legal estatal renegó de lo perenne.

El enrejado estaba abierto. Vivimos tiempos en los que, mientras algunas rejas se abren con facilidad, los hogares y las escuelas se ven cada vez más enrejados. Me detuve antes de entrar: casi un año sin estudiantes ni enseñantes que la cruzaran para llevar a cabo el acto de aprender y enseñar. Derecho constitucional, le dicen. Me agaché. Toqué con la punta de los dedos de mi mano derecha el último escalón de la escalera de ingreso. Me hice la señal de la Cruz: en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Y entré. El busto frío y serio de Rivadavia, con la vista vacía en horizontes de utopías forjadas en un modernismo decadente, en el centro del hall de entrada, es incapaz de extrañar el paso de centenares de estudiantes que, hasta hace poco tiempo, pasaran indiferentes a su lado. La mayoría de ellos sin siquiera saber de quién es ese rostro de ojos que no ven. Corazones que no sienten nada, al verlo. Lo miré, como tantos días al entrar. Me sonreí, mientras me colocaba el barbijo. Atributo contemporáneo que, junto con la declaración jurada, se asemejan a aquellas “papeletas” necesarias para cruzar las fronteras en la pampa, también ella decimonónica. La pregunta dio vueltas en mi mientras pensaba en los ojos que no ven – los del busto -: ¿no era que el Estado iba a asegurar educación para todos? Callé la pregunta. Formulada así puede sonar hoy, en los umbrales de las escuelas, producto de una perspectiva que no es LA perspectiva generada normativamente. Y no llegaba a la escuela con la intención de generar ningún género de controversia.

-         ¡Bienvenido! Ya están todos los del primer turno en el salón –

El saludo afectuoso del directivo rememoró el sentido de comunidad educativa, y el sentimiento se corporizó desde los pies a la cabeza hasta expresarse en una sonrisa que él no vio. Yo tampoco alcancé a ver la suya. Pero el diálogo que continuó por unos instantes, los gestos corporales que acompañaron su saludo y el brillo de la mirada trasuntaron el sentimiento compartido de un acto fundante de comunidad: el saludo diario que hacía tiempo se nos había impedido expresar. Al menos así, a la distancia de los metros protocolares establecidos. Los saludos dados durante el año habían estado todos mediados por dispositivos y pantallas.

¿Qué permanece allí, en las pantallas, y qué se esfuma de una comunidad educativa? Las preguntas se gestan y nacen en los encuentros vitales. Hasta ahora no han votado leyes para la interrupción voluntaria segura y gratuita de las preguntas. Y si las votaran habrá que recurrir a la objeción de conciencia.

Me incliné en un saludo casi oriental, respetando el distanciamiento (¡quien no se siente tentado a descomponer esta palabra!: distancia – miento) y así componer la escena dentro de los protocolos que, según sus impulsores, parecen estar destinados a proteger la salud de los ciudadanos y, en consecuencia, evitar la enfermiza descomposición de la sociedad.

¿No es la corrupción la que descompone las sociedades? ¡Esa manía del corazón de gestar y dar a luz preguntas cuando uno menos se las espera! Así son las preguntas, como la vida; no siempre se hacen presentes cuando uno quiere o desea. Menos mal que tengo el barbijo. Aunque la sonoridad y primera acepción del término morral, me tienta a considerarlo más adecuado a las circunstancias, mantengo el argentinismo que resulta quizás, técnicamente más adecuado.

La sonrisa, - insisto: bajo el barbijo o morral -, fue como una salida de escape al nudo que en la garganta intentaba imponerse y pujaba para expresarse en lágrimas en los ojos: la emoción de que el 2020 no iba a terminar sin que los estudiantes que tanto me lo habían reclamado desde las pantallas y mensajes, pudieran cumplir su sueño de: volver a la escuela.

Antes de encaminar mis pasos hacia el salón faltaba el último acto protocolar: una pistola me apuntó al cuello debajo de la oreja. Una de esas diseñadas para controlar la temperatura. Y se escuchó una voz que decía: treinta seis cinco. Un suspiro de alivio nos unió mientras se volcaba en la declaración jurada mi temperatura de ingreso al establecimiento. Casi parecía que el velo tras el que enseñaba Pitágoras se había rasgado. ¡Treinta y seis cinco! El eco de las galerías vacías completó el protocolo de ingreso y sólo restaba dar los primeros pasos hacia el salón acondicionado en cumpli -miento del distancia- miento vigente.

Una sensación de extraña e irónica serenidad recorrió mi ser al sentir que atravesaba las fronteras de la salud pública en mi querida escuela pública. Aunque bastaría decir mi querida escuela, pues toda la educación es pública en mi querida Argentina. Salvo la que se da en las sociedades secretas, claro está o en la deep web.

Antes de dar los primeros pasos miré de arriba abajo las altas galerías, relucientes y brillantes gracias a la labor de las auxiliares. Saludé a la que había tenido que ir a preparar el salón:

-         ¡Feliz Navidad! – 

y me incliné con el mismo saludo que había hecho al directivo

 - ¿Cómo pasaste la Navidad? ¿bien vos? ¿y tu familia?  – 

agregué.

-         ¡Gracias!, ¡Feliz Navidad también para vos! Si, todos bien nosotros ¿y ustedes? – 

preguntó

-         Bien, gracias a Dios –

Y apuré mis pasos hacia el salón. Extender el diálogo iniciado habría implicado que ella debiera quedarse mas tiempo y no quise importunar más. No sé que tan contenta estaba de que éste viejo profesor hubiera presentado una nota para solicitar le abrieran la escuela para llevar adelante los exámenes. Lamenté perderme esa sonrisa con la que siempre nos recibe cuando llegamos a diario a la escuela. Con los barbijos hoy todos nos parecemos en algo al busto de Rivadavia. No hay sonrisas a la vista. Aunque he descubierto en este tiempo que los ojos también ríen. El brillo de sus ojos me enseñó que el saludo había llegado. Espero ella también haya descubierto en mis ojos que su saludo tejió comunidad educativa.

¡Cómo no van a vibrar los corazones ante un saludo de Feliz Navidad! Salvo que estés un 28 de diciembre de 2020 en algunos despachos del Congreso o en la casa de algunos representantes… ¿del pueblo? ¿Por qué comenzaron por mutilar el preámbulo para acomodarlo a campañas políticas hasta directamente casi ni enseñarlo? ¿Dónde quedó aquello de “Nos, los representantes del Pueblo…Dios, fuente de toda razón y justicia…”?. Las preguntas siguen naciendo. Hay que parir las preguntas para poder aprender y enseñar.

-         Entrá en el primer salón de la galería. Cuiden de seguir los protocolos así podemos evaluar la experiencia” – 

me habían indicado.

-         “¿Cuidado de qué Comandante Alias?” –

Aquella pregunta que el autor de El Principito puso en una de sus obras resonó en mis oídos, pero otra vez el barbijo me ayudó a callar. Después de todo mi querido directivo no tenía por qué soportar a este viejo profesor dando explicaciones de un libro que había leído hacía ya tanto tiempo. Por lo demás ni él es un comandante, ni yo soy un piloto de guerra. Hay momentos que no se explican, se viven. Al menos los vivimos aquellos a los que se nos ha concedido la gracia de vivir porque nadie decidió voluntaria y gratuitamente interrumpir nuestra gestación.

Llené mis pulmones de aire áulico. Algún día tendré las palabras para describir lo que se siente. Al ingresar al salón, respetando los protocolos de distanciamiento, me incliné para saludar a la profesora que, con las estudiantes, ya tenía todo listo para comenzar el examen de integración final de su materia. Todas elegantemente vestidas, con sus miradas sonrientes de mujeres esperanzadas, expresaban, sin decir aún una sola palabra, la alegría de volver a las aulas en el 2020.

En pocos minutos comenzaron a dar a luz nuevas preguntas.

En algún rincón del corazón, el dolor redentor del Día de los Santos Inocentes encontró un bálsamo para seguir peregrinando por la senda que conduce hacia Egipto. Ya llegará el tiempo de volver al Hogar.  

Así comenzó el día primero.  


miércoles, 14 de octubre de 2020

Sócrates y los aplausos

 

 Reflexiones al volver a "El Banquete" o "Simposio" 

Es interesante observar cómo luego del aplauso que sigue al elogio que Agatón hace de Eros, el texto invita a centrar la mirada en la actitud de Sócrates. En principio parece haber estado entre los que aplaudieron “todos los presentes aplaudieron estruendosamente” (198ª), nos dice el texto. Entonces mirando a Eriximaco se dirige a él con una pregunta, tendiente a hacer notar que, tal como lo había previsto se iba a encontrar en una situación difícil al hablar después de Agatón. Y ante la respuesta de éste, Sócrates comienza un análisis del discurso que le ha precedido, análisis, no exento de ironía.

Expresa que no es fácil hablar después de un discurso “tan espléndido y variado”, hoy diríamos, que atiende a la diversidad. Para agregar “bien es cierto que los otros aspectos no han sido igualmente admirables…”, pero rescata “…la belleza de las palabras y las expresiones finales…” y se pregunta: “¿Quién no quedaría impresionado al oírlas?”; para decir más adelante: “Su discurso ciertamente me recordaba a Gorgias…terrible orador”

¿Quién fue Gorgias? Te invito a investigarlo. 




 A partir de tomar esa distancia temporal, a partir de las preguntas y su ironía, Sócrates comienza a calmar los ánimos de una concurrencia exaltada por el orador que le precedió. “Y entonces precisamente comprendí…” -va a agregar palabras más, palabras menos – que yo no sabía nada de cómo hacer un discurso para elogiar a alguien; y agrega algo que muestra la profundidad de su mirada intelectual: “Llevado por mi ingenuidad, creía en efecto que se debía decir la verdad sobre cada aspecto del objeto encomiado y que esto debía constituir la base, pero que luego debíamos seleccionar las cosas más hermosas y presentarlas de la manera más atractiva…” Es decir, Sócrates comienza a llamar la atención, comienza a hacer pensar a sus interlocutores: ¿Qué es más importante? ¿Cuál es la base, el fundamento de lo que se va a decir? ¿la verdad o la forma en que se dice? ¿la verdad o el discurso?

Ciertamente que esto habrá llevado a más de uno de los presentes a reconsiderar su aplauso.

Y entonces, haciendo uso de la llamada ironía socrática va a agregar: “…pero según parece…elogiar cualquier cosa…más bien consiste en atribuir al objeto elogiado el mayor número de cualidades y las más bellas, sean o no así realmente; y, si eran falsas, no importa nada…” (198 d -pag. 239).

Sócrates tensa la reunión, Sócrates con un agudo sentido crítico, lleva a sus oyentes no tanto a considerar si lo que se ha dicho está “bien dicho”, no si el discurso merece por su belleza ser aplaudido o no; eso no es lo importante, parece querer decir Sócrates, lo importante es: si es verdadero o no; si lo que se dice es cierto o no.

¿Cuándo aplaudimos a alguien en un discurso lo hacemos porque habla lindo o porque dice la verdad? Cuándo se dice de alguien mirá que bien que habla, mirá como improvisa, mirá como mantiene la atención de la audiencia o de sus seguidores: ¿lo hacemos por la forma del discurso o por el fondo del discurso? ¿Cuándo no le prestamos atención a alguien porque no se sabe expresar, o porque “mirá que bruto o bruta que es, mirá como se expresa”, nos detenemos a pensar si dice la verdad? ¿Qué importancia tiene para quien enseña la forma y el fondo de lo que dice? ¿Qué es más importante enseñar de forma verdadera o hablar bien, espléndida y variadamente? ¿o los dos aspectos son importantes en la enseñanza? ¿Qué otras preguntas te surgen al pensar en esta actitud de Sócrates?

 “Lo que antes se nos propuso fue, al parecer, que cada uno de nosotros diera la impresión de hacer un encomio a Eros, no que éste fuera realmente encomiado…” Acá Sócrates invita,  a considerar otro problema: la subjetividad y objetividad del conocimiento que se comunica, se podrá decir con términos no propios de su época. Puedo impresionar a los otros con lo que digo hasta cautivarlos y hacerles hacer, pensar o decir, lo que quiero; más aún si se trata de la niñez, cuya fragilidad es permeable a todo tipo de influencias; pero… ¿es real lo que comunico? Sócrates no duda en sostener que hay una realidad que le es ajena al sujeto, a quien habla, y que a esa realidad hay que referir lo que se va a decir. En el diálogo, esa realidad es Eros, el Amor. ¿Qué es importante: impresionarlos a ustedes con lo que digo acerca del amor o elogiar verdaderamente, hablar con la verdad acerca de ese objeto que se llama Eros, Amor ?, parece plantear Sócrates con su actitud.

 Y entonces comienza a tomar distancia de quienes le han precedido “Yo no conocía en verdad este modo de hacer un elogio…” (199 a)…Yo no voy a hacer un encomio de esta manera, pues no podría…” Obsérvese el drama, la pasión con que considera Sócrates su propia situación; se pone ante la situación que vive y agrega: “…Pero con todo estoy dispuesto, si queréis, a decir la verdad a mi manera, sin competir con vuestros discursos, para no exponerme a ser objeto de risa…”. Decir la verdad; nadie antes que él en El Banquete se había puesto en esta situación; nadie había planteado el problema; y, aun así, con actitud de maestro, pregunta a la voluntad de sus oyentes, apela al querer de sus interlocutores: “…si queréis…”. Sabe que quien no quiere escuchar la verdad, no lo hará, quien no quiere aceptar la verdad, no lo hará; sabe del drama de la Verdad. Se la puede tener de pie ahí ante los ojos, sonriente, sufriente o sangrante, a veces, pero se puede endurecer el corazón ante ella y preguntar: “¿y qué es la verdad?”.

Y dice que lo va a hacer, sin competir. Para Sócrates, no se trata acá de quien tiene razón; recuerden ustedes que están celebrando que el anfitrión ganó una competencia; no pierdan de vista la ironía socrática una vez más: ¿Qué importancia tiene ganar? La verdad no necesita competir; más tarde o más temprano sale a la luz; no necesita ser sometida ni a los discursos ni al voto de la mayoría, sólo hay que salir a buscarla, porque se deja encontrar.

Y a sabiendas de que sus interlocutores pueden no necesitar recorrer un sendero como el que les propone insiste: “…Mira, pues, Fedro, si hay necesidad todavía de un discurso de esta clase y queréis oír expresamente la verdad sobre Eros…”. Insiste en apelar al movimiento de la voluntad de los oyentes. Recién ahí y ante el acuerdo de los asistentes iniciará su camino. Atrás quedaron los aplausos; ahora logró interesar, captar la atención hacia algo más importante y, aun así, no va a hablar todavía, sino que pide permiso para preguntar: “…déjame preguntar…unas cuantas cosas para que una vez haya obtenido conformidad en algunos puntos pueda yo hablar…”. Busca el acuerdo, busca comenzar a poner algunos puntos de partida en común a partir de los cuales hablar. La disputa, la competencia lingüística ha sido dejada a un lado para dar lugar a la pregunta; la amistad que unía a los asistentes en torno a la celebración abre los corazones y se crea un clima nuevo en El Banquete.

¡Qué diferencia con nuestros contemporáneos, o incluso con nuestras actitudes en las que tantas veces buscamos como punto de partida lo que me distingue del otro; aquello en lo que me puedo oponer al otro! Pensemos en nuestros dirigentes políticos que viven compitiendo con sus discursos; buscando imponer sus puntos de vista; sin importar si quieren o no ser escuchados. Pensemos en nuestras actitudes en casa o en ronda de amigos: ¿buscamos puntos de partida en común o partimos de las diferencias? ¿a dónde nos conducen unos u otros senderos?

Es entonces cuando Sócrates presta su acuerdo a un principio sentado por Agatón: “…que había que exponer primero cuál era la naturaleza de Eros y luego sus obras. Este principio me gusta mucho…”, va a agregar (199 c; pag. 240). Manifiesta lo que siente, parte de algo que le es común con quien le precedió en la palabra. Esto demuestra: que estuvo atento al otro, una capacidad de escucha que le hace aún recordar y concordar con algo que Agatón, incluso, había dicho al principio de su discurso. A la hospitalidad del anfitrión de la fiesta suma Sócrates su hospitalidad a la palabra del otro.

¡Que distinta actitud a lo que tantas veces tenemos nosotros de tomarnos de la última expresión de quien dialoga con nosotros, para mostrarle nuestras diferencias, para competir dialécticamente con él, tratando de dejar sentado que pensamos distinto que él!

Y a partir de allí comienza a realizar preguntas a Agatón, en las que no me voy a detener, aunque cada una de ellas, despierta nuevas reflexiones cada vez que las pensamos. Sino que invito a considerar a ese joven Agatón que llega a decir: “Me parece Sócrates, que no sabía nada de lo que antes dije” (201 b). Maravillosa coincidencia con aquel no saber del maestro que señalábamos al principio, a la vez que muestra las diferencias de que hay varias formas de no saber. Y que recibe como respuesta del maestro: “Y sin embargo hablaste bien Agatón”. ¡Se puede hablar bien sin saber! El maestro Sócrates, una vez más, enseña. Hablar bien no es sinónimo de decir la verdad.

Me atrevo a agregar que tampoco escribir bien es sinónimo de escribir para comunicar verdaderamente. Por ello hasta aquí llego y tengan a bien hacerme saber si no he comunicado con verdad.

Cierro esta reflexión que comparto con ustedes con un deseo: que nos una en nuestros senderos de aprendizaje el amor a la verdad y podamos descubrir juntos nuevas sendas para comunicarnos de forma cada vez más bella.

La Vida, la Cultura y la Educación, se embellecen cuando caminan unidas por los senderos de la Verdad.