sábado, 19 de julio de 2008

La cama de Procusto POR DOS ?

NOTA. En el año 2008 publicamos en este sitio la entrada que reproducimos mas abajo; ayer nos llegó un enlace de una nota publicada por el famoso Dr. en Ciencias de la Educación Miguel Angel Santos Guerra, con el mismo título y que si la lees  te puede servir para establecer similitudes y diferencias; aventurarte en el arte de comparar escritos suele depararnos sorpresas. Te sugiero leer primero la nota que reeditamos a continuación (que fue publicada el 19 de julio de 2008) y luego la entrada del Dr. Santos Guerra (Publicada por Praxis docente el 5 de mayo de 2011) que puedes encontrar AQUI.



Existe en la mitología griega un personaje que adquirió cierta fama por practicar una peculiar forma de “hospitalidad”. Nos referimos a Procusto o Procrustes, de quien se afirma fue hijo de Poseidón, uno de los tantos hijos, pues es conocido que el famoso dios de la antigüedad, a quien se le atribuía el dominio de los mares, fue muy prolífico. También se lo suele encontrar bajo el nombre de Polipemón o de Damastes. Bueno, he aquí que Procusto se hizo famoso por una cama que poseía en su residencia en la que hacía acostar a sus huéspedes y si eran más largos que su cama, les cortaba las piernas y si eran más cortos los hacía estirar hasta que sus pies alcanzaran el largo de la cama. De aquí nació la imagen de “el lecho de Procustopara hacer referencia a aquellas personas o instituciones que piensan, hablan y deciden a impulsos de la voluntad de poder, y pretenden someter la realidad a sus ideologías.
Los educadores y las instituciones educativas no estamos exentos de hacer de nuestras clases o de nuestras escuelas algo así como nuevas “camas de Procusto”.
Pensemos un poco nuestras clases: hay veces que lo primero que hacemos en las clases es “acostar” a los estudiantes. Ellos, que suelen llegar a clase, cansados de los dificultades que la vida diaria les ofrece, un tanto desorientados y fatigados, esperando que nosotros los recibamos cómo huéspedes para quiénes todo ha sido preparado con esmero de antemano, se encuentran con que nuestras clases son “una cama ya tendida”, en la que a lo sumo hemos estirado un poco las sábanas. En los primeros minutos se dan cuenta de nuestra falta de entusiasmo, de nuestra improvisación rutinaria y, sabedores de que allí ese día no habrá nada nuevo, se “acuestan”, se duermen y se entregan al sueño y a la espera de que “toque el timbre”. Preparar el encuentro educativo, pensar alternativas de antemano para ese momento que algunos llaman de “motivación”, puede evitarnos éste trance.
He aquí que los estudiantes “yacen” en el lecho áulico, y nosotros – los docentes – nos damos cuenta que algunos no alcanzan lo que nosotros hemos decido de antemano que deben alcanzar. Entonces comenzamos a “estirarlos”, hacemos fuerza para adecuarlos a “nuestra clase”, empleando mas de un instrumento de “estiramiento”. Y para algunos comienza el sufrimiento ante la mirada de los otros que “aprenden” lo que les puede pasar si no “cumplen” con lo que hemos decidido de antemano que deben “cumplir”. Así muchos logran el “cumpli-miento” en las clases; los estudiantes cumplen y mienten.-
Pero también, a veces, advertimos que hay otros estudiantes que se han adelantado a nuestra propuesta, o que nos “desvían” hacia senderos no previstos en la clase; desde el “lecho áulico” a veces sueñan con tanta creatividad posibilidades nuevas de aprendizaje que, como no las teníamos previstas, las cortamos. Decidimos que no se adecuan a la “medida” de nuestra clase. A veces éstas situaciones aparecen en forma de preguntas que nos ponen frente a nuestra propia ignorancia y, en lugar de reconocerla, decidimos realizar un “corte” porque, “eso lo veremos en otro momento”.
Pensemos un poco ahora nuestras escuelas. Hay veces que cual “camas de Procusto” nuestras escuelas son conocidas por “la medida” de profesores y estudiantes que las habitamos.
Basta pensar el aspecto físico. Cuántas veces los lugares pensados para el trabajo de 20/25 personas son forzados y exigidos a encuentros educativos de 35 o más personas. Después con cierto facilismo de tiempo libre se diagnostica “hoy están insoportables”. Pero también la “selección” de personal, a veces, se realiza a la “medida del lecho institucional”. Ser docente en tal o cual escuela requiere de… y ahí se dictaminan ciertas “medidas” a las que se corre el riesgo de sobrepasar o de no llegar. En lugar de recibir a la persona del que enseña cuál huésped de honor mas allá de sus condiciones personales; se le da la hospitalidad de Procusto.
Algo semejante se puede decir de los estudiantes. “Y este chico es para una escuela como…”, y entonces la persona del estudiante es “acostada” en el “lecho institucional” que premeditadamente, cual nuevos Procustos, hemos decido para él. Y si por alguna razón ingresó en nuestro establecimiento pese a no dar “la medida”, en lugar de adecuar lo institucional a la persona, pretendemos “estirar” o “acortar” a los estudiantes, en cuyo caso es muy probable que opte por dejar el establecimiento. Cuando éstas realidades se repiten suelen hasta abrirse nuevos establecimientos educativos a donde van “todos los que no anduvieron en otra escuela” o “los que no se pueden recibir acá”.
No en vano en nuestras sociedades, a veces, los dirigentes pretenden acostar a los ciudadanos en sus propias “camas de Procusto”. Suele ser lo que han aprendido en nuestras escuelas. Menos mal que siempre hay ciudadanos que, bien despiertos, no se dejan acostar, o si los acostaron alguna vez, son capaces de mantenerse lo suficientemente despiertos como para que no los duerman. En esto creo que también le debemos un agradecimiento a la escuela de los últimos tiempos, pero no será tapa de los diarios.-


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