miércoles, 20 de mayo de 2020

Cuestiones otoñales



El Sol ilumina el sendero. Una tras otras las hormigas cargadas con su alimento buscan el agujero que las conduce a la oscuridad. Se aseguran la subsistencia. Han salido sólo para procurarse aquello a lo que su instinto las mueve.

El hornero bate sus alas y canta posado en la tierra blanda. Remonta vuelo con la cuota de barro para darle forma a su nido. La misma forma con la que cada hornero está llamado a construir. Ha salido a construir. Por instinto.

La hoja del nogal, perdida la vitalidad, cae en un vuelo manso producto de la aparente calma matinal. Como cada hoja que había caído el día anterior, como las que caerán mañana. Con el mismo indescifrable vuelo con el que cumple la legislación otoñal. Ha salido para caer.





Y en el Silencio dorado del aula vital resuena la misma pregunta del Pretorio (1) que obtuvo como respuesta la Mirada Serena del Amor. La misma pregunta que despertó las disputas de aquel otoño de 1256 en las aulas universitarias del Convento de Santiago de París: ¿qué es la verdad?
Con hambre y sed de aquellas aulas en las que es posible disputar, asisto dolorido a los eufemismos cotidianos con los que se intentan disfrazar simulacros de aprendizajes a los que se les escamotean las preguntas esenciales.




Las hormigas siguen recorriendo ante mi vista el camino al que llegan desde distintos senderos y que las conduce siempre al mismo agujero, por el que entran al submundo terrenalmente oscuro para seguir subsistiendo. No les ha sido concedida la posibilidad de la pregunta.

Sin preguntas no hay disputa. Si no hay discusión no puede haber respuestas por parte del que enseña. Sin preguntas no hay oponentes; no hay oposición. No hay toma de posición. No hay determinaciones por parte del que enseña. Quien enseña ya no puede ser autor de su enseñanza. Y si no es autor, ha perdido toda autoridad. Mejor que se quede en casa.

El hornero va y viene al mismo lodo; canta el mismo canto; construye el mismo nido. Un canto a la vida sobreviviente. Una construcción igualitaria con una belleza limitada que te deja con hambre y sed de Belleza.

Emet en hebreo, - afirman los filólogos – palabra que significa Verdad, en su raíz indica firmeza, estabilidad. Para los griegos Verdad es aletheia, que con su sonoridad parece batir las alas, y sigue despertando investigaciones. Tiene “…tres significados principales, uno referido al conocer, otro al ser y el tercero al obrar. La aletheia: a) indica rectitud en el pensar y decir frente a la mentira y el engaño; b) significa la realidad, frente a la mera apariencia; c) designa una conducta recta frente a la engañosa…” (2) Y en senderos ascensionales la cultura griega llega a afirmar con Aristóteles: “Hay que amar a los amigos y a la Verdad, pero en caso de conflicto, hay que dar preferencia a la Verdad” (3). Quizás por ello, sólo quizás, los griegos fueron capaces de recibir en el Areópago a Pablo de Tarso; fueron capaces de preguntar y disputar con él.

Las hojas del nogal siguen cayendo como las palabras de los sofistas, y en indescifrables volteretas comunicacionales terminan en el mismo lodo donde el hornero se posó. Tapan, como las palabras de los sofistas, el sendero de las hormigas que conduce al mismo agujero.

Pero el otoño resiste y una voz que clama en el desierto mantiene como sonido del Silencio la pregunta que resuena en el aula vital: ¿qué es la Verdad? Cuando el mundo griego preguntó se iluminó con una noticia que no esperaban: ahora la Verdad y la Amistad se habían Encarnado en la Persona de Cristo. Porque sabían preguntar. Los senderos de la Paideia desembocaron en el Camino de la Verdad y la Vida. La autoridad del que pregunta gozó ante el Autor de la Autoridad, y aprendió que el Silencio invita a ponerse en Camino a Casa (4); no a quedarse en casa.

La cuestión de la pregunta por la Verdad resuena en el aula vital en la que habitan quienes no quieren vivir como hormigas, construir y cantar como horneros y marchitarse y caer como las hojas del nogal en el otoño. Aunque todos, como cada hormiga, como cada hornero, y como cada hoja, hemos salido del mismo Soplo Vital. Y todos abonaremos por nuestra corporeidad el mismo humus con el que el hornero construye; nuestros días por aquí terminarán en la misma oscuridad subterránea en la que pasa la mayor parte de la vida cada hormiga; y nos marchitamos hasta caer en un indescifrable vuelo final.
Pero en el último instante se nos regalará el Silencio y recibiremos la última invitación para ponernos en Camino a Casa. No seremos invitados a quedarnos en casa. Quizás, sólo quizás, ese día nuestra última pregunta sea la del Pretorio y se nos muestre el Rostro Sonriente de la Mirada Serena del Amor Encarnado: Cristo Rey Resucitado.

(1) Jn 18,38
(2) Sigo en esto a Abelardo Lobato, O.P. Cfr. Pags. 22 ss. de la Introducción a la edición bilingüe de la editorial Ágape de “La Verdad” de Santo Tomás de Aquino, Bs.As., 2010.
(3) Ethic. Nic. 1, 6, 1096ª16
(4) Lc. 15, 18


miércoles, 6 de mayo de 2020

4to. diálogo en tiempos de despojo


 Diálogo de la Tarde y el Ocaso


La Tarde se sienta a las orillas del Día y mientras refresca sus pies en el Agua del Callvú Leovú, dialoga con el Atardecer. Cuando salís al aula vital te llevás muchas sorpresas, por eso no hay que perder la capacidad de asombro.
                                                                          
- Tanto tiempo juntos y nunca te lo he preguntado ¿Cómo prefieres que te llamen Ocaso o Atardecer? – preguntó la Tarde 
-        -  Aquí en las orillas me conocen más como “la tardecita”, pero cuando escuchan que alguien me dice Ocaso, se preguntan ¿y eso que es? Y yo me alegro mucho, porque quien pregunta crece. Los poetas suelen llamarme Ocaso. “Tardecita” me emparenta con vos, “Ocaso” con la Noche. Y a mi gusta ser Puente entre ustedes.
-          Puente, Puerta, Pedro…perdón, dijiste Puente y comencé a buscar Palabras con P… - dijo la Tarde.
-          ¡Cuidado con esos juegos! Que podés parir primicias – Y se rieron.
-          ¿Por qué venís cada Día acá?
-          Para ver los horizontes antes de legar a la Noche el Misterio y mis preguntas –

A veces pienso que cada vez son menos quienes salen al aula vital al encuentro de las preguntas que les han legado. Prefieren quedarse en casa. Uno de los rostros mas felices del que aprende es cuando logra hacerse una pregunta que lo hace salir de sus prejuicios, de sus presupuestos y lo hace mirar horizontes nuevos. Aunque estén lejos. Aunque sienta que requerirá de su parte un esfuerzo que quizás le lleve toda la Vida, la pregunta le permite peregrinar en la búsqueda de lo que se despliega allí en el horizonte. La vida que vive se convierte así en un anticipo de una Vida Mejor.

En el aula vital aprendí que quien no quiere para vos una Vida Mejor, no deja que preguntes; te encierra en sus respuestas de forma tal que no mires horizontes nuevos. Ver horizontes comunica con la Belleza. Sentarse a ver horizontes nuevos con otros es indispensable para discernir, para distinguir.

-          ¿No te vienen ganas de aplaudir cuando ves los horizontes? – 
preguntó la Tarde
-          ¡NO! Basta de aplausos por favor – frunció el ceño el Atardecer – Hoy todo se aplaude. Los aplausos son como los fuegos artificiales: efímeros, fugaces, sin raíces; fáciles de encender, parecen que llevan al cielo, pero suben un poquito y ni bien parece que levantan vuelo hacia las alturas se precipitan, generalmente sin haber recorrido no mas que unos metros hacia el horizonte. No. Cuando comienzan los aplausos se termina el Misterio y no tendría nada para legarle a la Noche…

El Ocaso se puso de rodillas. Me llamó poderosamente la atención ese gesto. Era la primera vez que lo veía en el Día. La Tarde se puso de pie y se retiró. La Luz del Día se fue con ella, pero una Luz distinta, interior, luego de un instante de sombras, permitió distinguir a orillas del Callvú Leovú, muchos sonidos y colores que hasta hacía unos instantes pasaban desapercibidos.
Cuando la Noche llegó encontró al Ocaso de rodillas y se quedó esperando. Finalmente éste se puso de pie, la Noche preguntó:

-          ¿Qué hacías? –
-          Escuchaba el Lucero, que cada Día me avisa que estás por llegar. No es bueno que te reciba así no más. No sé si será la última vez que nos veamos, y quiero estar bien para recibirte

La Noche lo miró enamorada. Cómo no enamorarse de un Ocaso que no dejó de mirar los horizontes ni por un instante; ni siquiera cuando estaba de rodillas. Cómo no enamorarse de un Ocaso que le dijo:

-          No temas, volverán las campanas a sonar mas que las sirenas. Me lo dijo el Lucero. Ahora te dejo mi abrazo y te lego el Misterio… -
-          ¡Gracias! – 
respondió la Noche, y luego preguntó: 
- -¿no sabés quién es ese que salió para contemplar nuestro encuentro? Quiero saber quien es ese que sale cuando quiere.-

No sé a quien se referían. Sentí que me miraban.
Hasta el próximo despojo.

martes, 5 de mayo de 2020

3er. Diálogo en tiempos de despojo


 Diálogo de la Mañana y la Tarde.

La Mañana peregrina cantando y pasa desapercibida, para que el Día se manifieste en todo su esplendor. Quien sale al aula vital se pone en camino acompañado de sus Silencios y de la mano de la Soledad. Y, al dar los primeros pasos, le salen al encuentro la Humildad y la Pobreza: dejarse acompañar por estas tres Mujeres no es una decisión fácil. Hay que quererlas. Se las puede rechazar, despreciar, soportar, aceptar con indiferencia, hacer de cuenta que no están, intentar correr para alejarse de ellas, renegarse contra ellas, atender a ellas, considerarlas, reírse con ellas, intentar conquistarlas, dejarse seducir…Mas ¡ay de aquel que queriendo enseñar las maltrate, maldiga, intente abusar de ellas o las violente!

La Tarde recibe a la Mañana con un abrazo:
-          ¿¡Vos nunca andás sola?!, siempre andás rodeada de amigas –
-           ¡Hola bella Tarde!, qué bueno que las reconociste, porque todos los días vienen conmigo, pero hay quienes prefieren no verlas –
-          Si, se fijan mas en ese otro que las anda siguiendo, ocultándose y desocultándose, según le conviene; ese que se desliza por la Noche y se arrastra todo el Día –
-          Si. Lo sé. También el Mal sale atrás nuestro; pero mientras nosotras vamos el encuentro del Día, él sale al desencuentro; inventa desencuentros…-



Mientras las escuchaba dialogar pensé que frente al mal que sale al paso cada Mañana no hay mas que combatir y a veces, quizás las más de las veces, sólo queda resistir. Y me di cuenta de que, en esto, estas tres Mujeres, la Soledad, la Humildad, la Pobreza, son maestras. Hoy aprendí que la Mañana las recibe y les abre la puerta de cada Día. Peregrinan todo el Día y cada Día de la historia juntas. Por eso la historia de la humanidad está llena de ejemplos de Mujeres que son verdaderos arquetipos de la Soledad, la Humildad y la Pobreza. Que las manifiestan en todo su esplendor. Mujeres que, de pie y en silencio le ponen rostro al dolor: asisten a los enfermos, reciben en sus brazos al desvalido, acompañan al moribundo, consuelan al afligido, salen y parten sin demora, cui – dando la Vida. Y, en las aulas vitales, salen al encuentro de quienes van a ellas porque quieren o porque deben. No siempre son bien recibidas. Las mujeres son las parteras del saber primero, de los saberes vitales, aquellos que sientan las bases, los tan olvidados saberes de la crianza.
Y escuché a la Mañana preguntar:
- ¿Te parece algo importante que Soledad, Humildad y Pobreza salgan conmigo todos los días para recibir la Vida cuando da los primeros pasos?
La Tarde se tomó su tiempo para contestar:
 - Si; si ellas están desde las primeras horas, en la medida que la Vida crece, quien vive será capaz de reconocer su rostro cuando le salgan al paso. Y cuánto antes las reconozca mejor. Porque siempre salen a su encuentro –
La Mañana siguió escuchando.
-       Si, sí; salen a diario, te lo puedo decir yo – dijo la Tarde, recordando que fue Una Tarde cuando se manifestaron en todo su esplendor – y estarán allí, de pie, con el Silencio, en el último instante para acompañar, para pegar el salto a la Barca o en la Agonía que precede al A Dios. Silencio y Soledad, como un matrimonio indisoluble, fecundo, abierto a la Vida, estarán allí; Humildad y Pobreza también; sólo que cada uno tiene que reconocerlas. –
La Mañana, que suele ser un poco escéptica, insistió:
-       ¿Cómo lo sabes?
Y la tarde contestó:
-       Porque lo he visto y oído, mientras vos y yo dialogamos, armando la cuna de las Paciencias del que enseña. Esas Paciencias que nacen para aprender a respetar los tiempos de quienes acuden a su encuentro para aprender -.
-       ¿Pero eso no es “científico”? – sonrió la Mañana
-       No, para nada – dijo la Tarde – el Día no se deja gobernar por “científicos”
-       ¿Y eso para qué sirve? – insistió la Mañana con una sonrisa.
-       No sé, ¿por qué tengo que saberlo todo? – dijo la Tarde – además: ¡sé libre! querida amiga salí vos al encuentro de la Verdad ¿o no te dejan salir?

Rieron juntas la Mañana y la Tarde. Entonces recordé que no hay verdadera y eficaz acción educativa que no vaya precedida de Silencio y Soledad. Recordé aquel día: María José llega al aula con su bebé: quiere ser maestra. Pide un lugar tranquilo para amamantar: uno de los primeros actos educativos que, junto con el abrazo y el acunar, se constituyen en sólidos cimientos de una crianza saludable. También el canto.Aquella Mañana ella no sabía que la Tarde le había preparado aquella sorpresa. Gestos primigenios, originarios, que fortalecen mis debilidades, la debilidad de todos, pero especialmente de los más débiles. Gestos en los que el sufrimiento se hace a un lado por un instante y la Vida se ofrece con horizontes nuevos. Aunque se den esos gestos en las situaciones más angustiantes y dolorosas. El testimonio de tantas madres amamantando y abrazando a sus hijos en hambrunas, guerras, epidemias, encarcelamientos, etc. es un llamado a valorar esos instantes fundantes de la educación, para aquellos que pueden vivirlos sin mayores sobresaltos.
Es así: las crianzas, llegan cada Día al aula. Llevo la mía cuando salgo al aula, y me encuentro con las de todos aquellos que van a aprender conmigo. Muchas veces me pregunto: ¿cuáles de aquellos gestos primigenios jamás estuvieron? O ¿cuál habrá sido la calidad de aquellos gestos primigenios en cada uno de los que aquí en el aula estamos? A veces la pregunta se despierta cuando me asaltan las pasiones y me siento irritable. Entonces espero que salgan a mi encuentro los saberes recibidos. Como aquellos de la historia de Suturá, la mujer que legó a su pueblo el dicho “Paciente como Suturá” o aquella Fábula del clásico de Leonardo Castellani “Camperas”, que tituló “Tenga paciencia” y que concluye: “La Paciencia – dijo Michi – Todos hablan de ella. No hay cosa más fácil que encontrar razones de por qué los otros tienen que tener paciencia”.
La Mañana comenzó a alejarse no sin antes darse un abrazo y cantar a coro con la Tarde. Ví que la Tarde se perfumó con la Música de la Mañana, aquella que ésta compuso con las notas de la Aurora. Con su música, la Tarde verterá sus aromas al Atardecer. Espero estar allí un poco más despojado que ayer. No me quiero perder lo que vendrá.
Hasta el próximo despojo.

lunes, 4 de mayo de 2020

Segundo diálogo en Tiempos de Despojos


 Diálogo de la Aurora y la Mañana

La Aurora dialoga con la Mañana que sale al aula diaria de la Vida. Doy los primeros pasos matinales. Cuando sales al aula te abraza el Silencio. El primero que dice presente donde se aprende es el Silencio: la presencia más intensa que existe. Hay quien sale al aula a enseñar y no se percata de su presencia. No halla ni el reposo ni la serenidad que son condiciones para conocerse a sí mismo y a los demás: condiciones necesarias para enseñar y aprender, en serio.

-          ¡Buen Día! – saludó la Aurora.
-          ¡Buen Día vecina! – respondió la Mañana – Temprano, como siempre, anda saliendo.
-          Así es, como todos los días; aunque siempre distinta. ¿No me ve como he cambiado hoy?
-          Por supuesto, está bellísima, se nota que la Noche le legó el Silencio – 
concluyó la Mañana mirando con cierto deseo de, también ella, recibir el legado.


Mientras las escuché recordé que hay que salir al aula vital a la búsqueda del Silencio que te abraza con su calor. El sol calienta en Silencio. Darle un abrazo al Silencio. Antes de que se vaya. Antes de que lo echen. En algunas aulas ya no encuentra cupo. En otras cursa unos días y después pasa a engrosar la lista de los excluidos. Se va de la mano de los que se van. A veces pienso que el Silencio un día se va a rebelar y vendrá a producir la asonada del Silencio. Bueno, la segunda. La primera de la historia fue un Viernes. Al Silencio no lo contabilizan en las estadísticas del “desgranamiento escolar”. ¿Los que se cuentan son granos? Ni en los de la “deserción escolar”. ¿Son desertores? Ni en los que salen del sistema, los salidores: los que buscan la salida. En todo comienzo hay un salir. Todo final consiste en salir.
El Silencio siempre que se va, se va de la mano de su amiga: Soledad. Silencio y Soledad: matrimonio valiente. Fecundo. Abierto a la Vida. Si no sales al aula con él, no hay conocimiento. Nada nuevo nace sin él. La sangre corre por mis venas en silencio, sin ruidos. De algún modo soy mi sangre. Antes de hacer nada, soy. Soy quien sale al aula. Soy quien soy, antes de hacer lo que hago. Y el ser me fue dado. Y con él el Silencio de mi corazón: condición para convivir.

-          ¿Qué harás hoy con ese Silencio tan bello que llevas? – preguntó la Mañana
-        -  Llevarlo un tiempo conmigo, dejarme abrazar y después abrirle la Puerta para que salga a recorrer el Día y vuelva a los brazos de la Noche – contestó la Aurora

Mientras las escuchaba me di cuenta de que el Silencio en el aula es una presencia que se mueve como la sístole y la diástole del corazón: entra y sale con un ritmo vital que, si se altera, tanto por exceso como por defecto, causa la muerte. La muerte del aprendizaje. Por eso requiere de controles periódicos. Para mantener la Vida en el aula. Dichosas las instituciones educativas que atienden a esta condición. Que miden el nivel de ruido. Que enriquecen sus tiempos con Silencio.   
Aquella maleza que saqué; aquella hoja de menta que me regaló su aroma: crecieron en Silencio. Desde la más elemental mata de pasto hasta el añejo ombú crecen en Silencio. Sólo cuando alcanzo el Silencio escucho los latidos de mi corazón. Y el tuyo.
Cuando en mi peregrinar doy pasos por los sonidos del Silencio, al costado del sendero las malezas del ruido aquietan sus ramas en señal de respeto. ¿A quién? Al Silencio.
El silencio une, es causa de unidad, porque permite definir y distinguir. Aunque no se vea. En el patio escucho el grillo. Y la chicharra. Infiero que allí están. En el pasto. En la rama del árbol. No los veo. Pero distingo que ese sonido, ese cantar, es del grillo; ese ruido, ese sonar, es de la chicharra. ¡Paro la oreja! Distingo quien me encanta y quien me aturde. Y puedo elegir el mejor. Soy libre. Si no distingo, me confundo. Me con fundo. Me fundo con ellos. Me animalizo. No puedo elegir. No me libero. 
Se aprende de la mujer este arte. Valga atender a las madres: expertas en esta distinción. Llora el bebé: “porque tiene hambre”, dice la mamá. Llora el bebé: “porque le duele algo”, dice la mamá. Llora la beba: “es un capricho”, dice la mamá. Los padres escuchamos los tres llantos y decimos: “¡Está llorando! ¿qué le pasa?
Hay una iniciación al silencio que la realiza una mujer que se llama Soledad. Con Soledad aprendemos a escuchar los sonidos del silencio. Como Diotima que enseñó a Sócrates todo lo que aprendió sobre el Amor, Soledad enseña todo sobre el silencio.
Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar si el que habla lo practica…” enseñaba Ignacio de Loyola, el Santo.

-       ¿Y para que te sirve ese Silencio que te dejó la Noche? – preguntó la Mañana con intenciones de aprender
-       Para dar los primeros pasos atenta a lo que vendrá – respondió la Aurora – Si los doy de la mano del Silencio me voy despojando de lo que se constituye en obstáculo para entender los ámbitos por los que peregrino. Me invita a despojarme de las reacciones de mis pasiones para que pueda entender y amar a cada Día, salir al encuentro del Día para seguir aprendiendo –

Mientras contemplaba el diálogo nacían en mi las preguntas y un deseo de salir al encuentro del Silencio para que, con su Luz y Calor me despoje de todo aquello que me impida ver y contemplar lo esencial de cada Día. Algunas de esas preguntas quedaron resonando mientras preparaba el mate: ¿habrá llegado la hora de combatir las dictaduras del ruido y de las imágenes que pretenden encarcelar la Palabra? ¿Qué ha sucedido que hemos dejado que las Sirenas suplanten a las Campanas?  
Hasta el próximo despojo.

domingo, 3 de mayo de 2020

Cuatro diálogos en tiempos de despojo


1. Diálogo del Atardecer y la Noche

El Atardecer dialoga con la Noche que se acerca. Termino de desmalezar. Algo necesario cuando uno siembra. Los grillos acompañan. Van llegando al nogal los habitantes nocturnos. Sobre el techo, el gato parece celebrar la noche que se aproxima. Quizás, en un rato, pueda saltar a esa rama y la torcaza sea su cena.
Corto una hoja de menta sólo para aspirar su aroma, sentir su textura, hacerla descansar sobre la palma de la mano y sorprenderme porque es distinta a la de ayer. No he encontrado aún una hoja igual a otra: la diversidad de lo común. Pero todas me regalan su aroma y su verdor.


Al enderezarme, una rama del damasco me acaricia la frente. Levanto la mirada. Un fruto parece decir: estoy listo, llévame. Lo escucho y lo llevo. La manguera, aún vierte agua para patos y gansos. Higienizo mis manos, - soy un poco ganso - refresco mi cara y lavo el damasco. Es dulce, muy dulce. ¿Qué hago con el carozo? No me lo trago. Allá va. Tierra, es tuyo.
Doy unos pasos con destino a la cocina. Los acordes de una guitarra. Un hijo canta. Otro en red, dialoga sobre estrategias virtuales, con un amigo que no está ahí. Auriculares, micrófono y pantalla, son el soporte para tomar las decisiones con las que ganar la próxima contienda en las que intervienen personajes que no conozco. Otro salió. ¡Qué importante es salir! En todo comienzo hay un salir. Todo final consiste en salir.
Mi esposa estudia. Prepara otra materia para su licenciatura. Nos miramos y sonríe. Parece que supiera que escuché dialogar al Atardecer con la Noche. Risas y llantos. Comienzos y finales. Hay días que se resumen en una mirada. Hay vidas que son una mirada. Otras una nota musical. Todas un soplo. Y hay vidas que ya no se ven. O sí. Con los ojos del corazón. Los mismos ojos con los que se mira el Cielo en las Noches de Azul. Porque el Atardecer, que contemplaba horizontes, ya se despidió y ella llegó con sus Silencios y sus Palabras. Para instalar aquí, por un rato, a las Tres Marías y a la Cruz del Sur. Y para seguir abrazándonos con su Misterio.
-       Te lego el Misterio - le había dicho hace un rato el Atardecer.
-       ¡Gracias! – respondió la Noche – Somos grandes amigos con él, aunque hay quienes no soportan vernos juntos.
-       ¡Ustedes sabrán por qué! – ironizó el Atardecer con una sonrisa.
-       Es sencillo – dijo la Noche mientras avanzaba a paso lento – Hay quienes no soportan los abrazos; tanto que pretenden prohibirlos…
Mientras escuchaba el diálogo sentí que la Noche avanzaba a paso lento y me tendía sus brazos para abrazarnos, a mí, a mis vecinos. A los habitantes de mi Pueblo. De los pueblos vecinos. De esta Provincia de los Buenos Aires de corazón Azul. Me dejé abrazar por la Noche y el Misterio. La misma Noche y el mismo Misterio que permite hoy la saciedad de algunos y el hambre de muchos. La guerra y la paz. Que enriquece a unos pocos y empobrece a tantos: en todos los órdenes. El mismo que sostiene el mundo en este Universo en el que, hoy, el Atardecer dejó de dialogar con la Noche, para volver al Silencio que dará origen a la Aurora. Mañana. 
El Atardecer. La Noche. El pasto. Los grillos. El nogal. El techo. El gato. La rama. La torcaza. La hoja de menta. El aroma. La mano. El verdor. El damasco. La mirada. La voz. El hijo. La esposa. Las risas. Los llantos. El pueblo. La Cruz del Sur…todo; todo, todos tenemos el mismo origen común. Todo sale del mismo seno. Todos salimos del mismo seno. Salimos. Todos. Desde todos los tiempos. Desde que el Tiempo es Tiempo. También el Tiempo salió, de un soplo de Paternidad.
Y todos vamos a salir por la misma Puerta. Al final. También el Tiempo. Un día ya no habrá más Tiempo. Se va a ir. Va a salir. El Tiempo, todo y todos: vamos a salir como salimos para llegar hasta acá. Desnudos.
- ¿Hacia dónde vas hoy? – le preguntó el Atardecer, antes de despedirse, a la Noche.
- Hacia Oriente. ¡No perdamos el Oriente! – le contestó. Rieron juntos.
Entre la salida de origen – común a todo y a todos – y la salida final – común a todo y a todos – peregrino. Aprendo. Aprendo que más aprendo cuando me desprendo. De todo. Para que la última salida me encuentre desnudo.
Cada Día que se me da, salgo al aula vital – porque se aprende cuando se sale al aula – y, como la hoja de menta, se me ofrecen al alcance de la mano, infinidad de prendas. Lo cotidiano, lo diario, mercantilizado al extremo por el paradigma tecno económico vigente, te prenda. Se te prende. Te viste y reviste. Te agrega prenda sobre prenda, en cotidianos “créditos” prendarios que al final serán ejecutados. Y seguiré saliendo.    
Hoy, el diálogo del Atardecer y la Noche me muestra que a – prender, implica, quizás también, estar sin – prenda. Despojarse. Como se despojan tantos hoy y enseñan como pueden en tantos misteriosos lugares de este mundo y este tiempo que nos son comunes.
El Atardecer llegó con sus grillos, sus siembras, sus malezas, sus frutos…entró en diálogo con la Noche…se terminó despojando de todo para que brillaran al final las Tres Marías y la Cruz del Sur…A - prendió…se despojó…se desnudó…Quizás por eso el horizonte enrojeció un poco: fue bello.
Hoy me despojo de esta reflexión, que nació al escuchar un diálogo. Sigo aprendiendo. Sigo despojándome de pensar que sé algo: la peor de mis ignorancias. Vuelvo al Silencio. Lo escucharé y hablaré con él. Seguiré siendo peregrino de senderos, rastrilladas, huellas y Camino. Aunque quieran inventar un mundo donde haya unos que decidan las salidas de los otros. Seguiré saliendo para seguir siendo aprendiz de Esperanzas y de los sonidos del Silencio.
-       ¿Y para qué sirve el Oriente? – preguntó el Atardecer, casi despidiéndose.
-       Para rumbear, para no perder el rumbo, nomás; porque si se pierde el rumbo se olvidan los sueños… Y la Aurora no tendrá nada para contar… ¡Hasta Mañana! Busca la Verdad. Sé libre. – Se despidió la Noche.
Hasta el próximo despojo.

lunes, 30 de marzo de 2020

500 años a Orillas del Mar Océano


 1° de Abril de 1520
 Jesús, Juan y Pedro

El asombro fue mutuo: dos seres humanos que ven algo nunca visto y, una visión en la que, a la vez, ven algo de si mismo; una imagen y semejanza suya. Ese encuentro no fue casual.
Como grandes acontecimientos históricos que marcan el nacimiento de culturas invitadas a renovar la humanidad también éste se da en las orillas. Pienso en las orillas del Tigris y Éufrates, del Nilo, del Jordán, del Tíber, el Volga, el Sena, el Tajo, y tantos otros, que vos – querido lector – elegirás. Este encuentro también se dio en las orillas. A orillas del agua inmensa, del mar océano.

Juan, que no fue Juan al nacer, estaba allí; había nacido por allí; no sabemos dónde, pero como el pueblo al que pertenecía caminaba mucho, tenía alma de peregrino. Él era tehuelche, penkén. Y en cada migración de las tierras interiores hacia el mar océano, en aquel tiempo esperaba encontrar la playa con cormoranes, algún lobo marino, quizás. Pero no fue así.
Pedro, llegaba exhausto de navegar bravías olas, como parte de una tripulación tensionada y en la que, prontamente, esa tensión desencadenaría la violencia. Llegaba habiendo nacido en climas mediterráneos, luego de meses de navegación, a tierras donde el otoño ya le había abierto las puertas al invierno. Esperaba encontrar sosiego y descanso al desembarcar. Pero no fue así.
De Pedro, sabemos más que de Juan. Había nacido en Écija, la Ciudad del Sol, hoy mas conocida como la Ciudad de las Torres o el Sartén de Andalucía. La antigua Astigi, nacida a orillas del Rio Genil, lugar clave en la Vía Augusta durante el Imperio Romano; hacía poco que había sido liberada por Castilla del dominio árabe de varios siglos. Ese dominio secular no había impedido que la ciudad continuara rindiendo honores a su Patrona la Virgen del Valle. Y que, al volver los católicos a conducir los destinos del pueblo, erigieran el templo principal en honor a la Santa Cruz. La bandera de Écija tiene un Sol sobre un paño azur; y hunde sus raíces en el antiguo Templo al Sol que existía en el lugar antes de la llegada de los romanos. Los Cristianos mantendrán este sol en recuerdo al pasaje de Isaías cuando al referirse a las ciudades egipcias afirma que “…y una de ellas se llamará Ciudad del sol” (Is. 19,18).
Pedro de Valderrama, que así se llamaba, sacerdote él, no supo nunca que muchas de estas notas de su ciudad la unirían a la tierra en la que iba a desembarcar.
Aquel, que desde siempre había preparado aquel día, los esperaba a ambos, a Juan y a Pedro, - tal como eran, con sus luces y sus sombras – con los brazos abiertos en Cruz.
Las cinco naves al mando de la Trinidad, que comandaba Hernando de Magallanes, anclaron y el Capitán ordenó el desembarco. Para Pedro y los suyos, comenzaba la Semana Santa del año 1520.
Para Juan, el tiempo siempre tenía algo de espera. Para los penken, tehuelches meridionales, Kooch, el Ser Supremo, no los tenía en el olvido y por eso, solían enterrar a sus muertos en la cima de las colinas, recubriéndolos con piedras, chenque. Por eso, quizás, esos primeros días miraron de lejos. Esperaron los acontecimientos.
Cuando aquel primero de abril los que buscaban un paso desembarcaron; improvisaron un altar con los elementos que traían en sus naves, y entre la sinfonía del mar y vientos patagónicos, con el altar rodeado de algunos hombres piadosos y otros que se miraban entre sí con recelo; cada uno con sus historias personales rumiadas sobre las cubiertas de las naves durante meses de cielo y mar, se produjo una vez más, como la primera vez, y como primera vez en estas que hoy, llamamos nuestra tierra, el acontecimiento salvífico más importante de cada día: Pedro de Valderrama, sacerdote de Écija, pronunció las seculares palabras que cambiaron el mundo un Jueves que hoy llamamos Santo: “Este es mi Cuerpo … Esta es mi sangre”. Levantó sus manos al cielo y aquellos rústicos marinos doblaron sus rodillas sobre el suelo patagónico, mientras el mar, en cada ola, traía y llevaba los gozos y esperanzas de aquellos hombres que, acostumbrados a diversidad de orillas, no sabían que las generaciones venideras les estaríamos agradecidas por traer en sus barcos la Fe; por haber aceptado, navegar mar adentro.
Como después del primer Jueves Santo, también a esta primera Misa en lo que hoy es el territorio argentino, le siguieron la traición, la violencia, la muerte. Pareciera que Cristo, desde el primer día que quiso hacerse presente sacramentalmente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las que hoy llamamos nuestras tierras, también quiso dejarnos el testimonio de que nuestro peregrinar va unido al sacrificio de la Cruz Redentora, desde el inicio.
Aquella Semana Santa de 1520, es la primera que tenemos documentada que se vivió en las orillas del hoy Mar Argentino.
Pedro de Valderrama fue el sacerdote celebrante.
Juan fue el primer tehuelche del que hablan los registros de la época, que recibió el Bautismo algunos días después de aquella primera misa.
Dios, el Padre Misericordioso, al enviar a su Hijo, el Señor de la Historia, fue quien hizo que aquel encuentro no fuera casual.
Como tampoco es casual, pienso hoy, que el templo Mayor de Écija esté consagrado a la Santa Cruz, como el nombre de la Provincia donde se encuentra el Puerto de San Julián, donde se celebró aquella misa. Que los habitantes de Écija tengan como Patrona a la Virgen del Valle; a quien también en este Año Mariano honramos por su presencia de 400 años en nuestra querida provincia de Catamarca. Que la bandera de Écija posea el Sol en su corazón como nuestra Bandera Argentina.
Como tampoco es casual que aquella, que llamamos la Primera Misa en tierras hoy Argentinas, haya sido a orillas del Mar, para hombres de Mar: Jesús también allí, como ayer, hoy y siempre, está en la playa, y aunque sus discípulos no lo reconozcan sigue diciendo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán… Vengan a comer…”; le sigue diciendo a Pedro, “…apacienta mis ovejas…Sígueme…”. Y no es casual que Pedro hoy al ver a tantos Juanes, como quizás se preguntó Pedro de Valderrama al mirar por última vez a aquel Juan, el tehuelche, le pregunta a Jesús:
“Señor, y de éstos ¿qué?...” . Y Jesús sigue contestando: “Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú Sígueme.” (Jn. 21)
Quedan muchas otras cosas que hizo, hace y hará Jesús desde aquella Primera Misa. Pero todo se ha cumplido.
Todo ocurrió en las costas patagónicas, y los detalles de la historia los puedes encontrar en la página oficial si haces CLIK AQUÍ.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Sarmiento en Azul


Sarmiento "el surfista"
Notas para el 10 de septiembre de 2019
Sarmiento en la ciudad Cervantina de Raíces Pampas


Los pensamientos de los mortales son indecisos, y sus reflexiones precarias, porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones. Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra…”, se lee en el Libro de la Sabiduría.

A partir de esas limitaciones de nuestra condición humana, he respondido a la invitación que me hicieran los colegas para rememorar la obra del ex Presidente Sarmiento. Sólo la generosidad de quienes me han invitado y la paciencia de uds. hace posible que hoy los invite a viajar con la imaginación a otros tiempos y lugares y, quizás desde aquellos comprender en algo los nuestros.

Es esta una invitación a peregrinar al interior de sus corazones; a que se animen a hacerlo descalzos, sin nada para comer ni beber, sin abrigos – aunque puedan sentir escalofríos -, sin gorros o protectores solares, aunque puedan sentir en algún momento que el sol pega en la piel. A que se animen a estar un tiempo desconectados de los dispositivos tecnológicos que nos dis-traen, nos traen o llevan a lugares distintos al que nos proponen la grandeza y la debilidad de nuestro lenguaje. A ejercitarse por unos minutos en el arte de la escucha. Escuchar es una de las tareas más cotidianas y difíciles de nuestro ser docente. Que la única pantalla que les a-traiga sea la que se enciende con la sístole y la diástole de sus corazones.

Es también una invitación a recrear los sonidos de la naturaleza: el canto de un pájaro, un perro que ladra, el agua que corre por un arroyuelo, los aromas de las flores de un jardín de una casa, o de una mazamorra que se está cocinando, las texturas de los  guijarros sobre las plantas de tus pies, el polvo del camino, el trote de un caballo, o el ir y venir de un telar que teje el poncho que te abraza.

Aceptar la invitación sólo para salir al encuentro de la palabra – no como mero instrumento comunicacional, o como está de moda en estos tiempos como ejercicio del poder – sino como aquello mejor que hay en vos: la palabra de tu Maestro Interior que sale de tu boca para dar cuenta de la abundancia de tu corazón. Por esto quizás lo más importante será qué pase después de éstas palabras. Las decisiones que tomes al finalizar este encuentro; las palabras que elijas vos para salir al encuentro de las palabras, que vas a escuchar. Éstas que he elegido no harán más que evocar para convocarte a que abraces con alegría tu vocación docente.

Es la Palabra la que nos permite, estar aquí y a la vez salir a recorrer nuevos senderos. Vámonos de Azul; dejá todo lo que tengas en la mano, ponete en modo manos libres; abrí los ojos de tu imaginación;  y cruzá la provincia de Buenos Aires, dejá atrás este tiempo de preocupaciones, atravesá San Luis, mientras ves las nubes que le acarician la espalda a los cerros Comechingones, y llegá a la precordillera en un amanecer de 1562. Elegí un cerro para vos sola y sentate en el suelo. Mirá para allá; es una caravana, es don Juan Jofré que viene a fundar San Juan de la Frontera. Ven y verás el maravilloso espectáculo de fundar una ciudad. Quizás se despierten en vos los sueños dormidos de fundar tiempos nuevos. Entonces, como le dice Don Quijote a Sancho: “Encomiéndate a tu Dios…que él hará lo que más te convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas a contentar con menos que con ser un Adelantado” (Cap VII)


Quédate ahí todo el tiempo que quieras; déjate abrazar por la noche. Duerme bajo las estrellas y despierta a comienzos del siglo XIX: verás viñedos, huertas, algo de ganadería, y una incipiente minería como la producción de la zona. 
Es 1810. En Buenos Aires, algo está pasando. En San Juan son los conventos de La Merced, Santo Domingo y San Francisco, los únicos lugares donde hay algo parecido a una educación escolarizada. Serán los hermanos porteños Roque, José e Ignacio Rodríguez los que fundarán por esos tiempos una escuela particular que llamaron Escuela de La Patria. “Si estas páginas llegan a manos de don Ignacio y de don Roque Rodríguez, que reciban este débil homenaje que creo debido a los servicios eminentes hechos por ellos, en asocio de su finado hermano José, a la cultura y moralidad de un pueblo entero” dirá de ellos Sarmiento en su Facundo (Pag.83). Las primeras palabras que elijo de Sarmiento son las que escribió para recordar a sus primeros maestros.

Unos tres mil habitantes viven en el lugar. Conviven algunos clérigos y algunas familias principales, en términos de la época, ilustrados, y la mayoría de la población empobrecida: “…de poncho y descalza, viviendo en miserables ranchos de las afueras y en tareas de las más rústicas…”, describe uno de los historiadores; uno de esos historiadores de los que dice Don Quijote: “…debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir” (Cap IX)

En ese San Juan, las familias se conocen en general todas entre sí. No hay muchos apellidos diversos; de un mismo apellido están los parientes ricos y los parientes pobres. Los Quiroga; los Mallea; los Oro; Sarmiento; Albornoz; Albarracín; Balmaceda y tantos otros. No es raro que estas familias se entrelacen fundando así apellidos compuestos Quiroga Zapata, Quiroga Mallea, Quiroga Sarmiento.

Mientras unos Quiroga Sarmiento pertenecen a la clase ilustrada, otros son de condición más pobre. Éstos, en su mayoría descienden del capitán Jacinto de Quiroga y Mallea, que se casó con Micaela Sarmiento de la Vega y Lemos. De esa línea nació en 1779 José Clemente Quiroga Sarmiento, que sólo usará el apellido de Sarmiento, quien se casó  (el 21 de noviembre de 1801) con Paula Albarracín, tan pobre como él, y van a vivir a una casa de adobe en las afueras en el barrio del Carrascal. Padres de varios hijos. Los primeros: Paula, Rosario, Bienvenida, (parece que don José le dijo a doña Paula, vamos a buscar el varoncito) y nació Faustino Valentín (quien se hará llamar después Domingo Faustino), le siguieron Manuel Fernando, Procesa, Juan Crisóstomo y otros. Varios mueren muy pequeños. Por su parte, los Albarracín descienden de los Al Ben Racin o Ab El Razin, de origen berberisco, de sangre africana semita sefardita, más sencillamente árabes marroquíes. También los había ricos y pobres. Así por ejemplo Fray Justo Santamaría de Oro, era en realidad Oro Albarracín.

De su familia escribirá en Recuerdos de Provincia don Domingo: “La familia de los Sarmiento tiene en San Juan una no disputada reputación que han heredado de padres a hijos, dirélo con mucha mortificación mía, (fama) de embusteros. Nadie les ha negado esta cualidad y yo les he visto dar tan relevantes pruebas de esta innata y adorable disposición, que no me queda duda de que es alguna cualidad de familia”. Con el tiempo agregará en una carta a Rómulo García: “Si miento, lo hago como don de familia, con la naturalidad y la sencillez de la verdad” De éste recuerdo se tomarán muchos historiadores para decir: a confesión de partes, relevo de pruebas, si ud. dice que los Sarmiento son embusteros, y ud. es Sarmiento, a no otra conclusión llegamos que ud. es un embustero. Para todo lo que se escribe siempre cabe la sentencia de Pilato: lo escrito, escrito está.

¿Qué día nació don Domingo Faustino Valentín? El 15 de febrero de 1811 y vivirá hasta el 11 de septiembre de 1888, fecha en que lo abraza la hermana muerte en Asunción del Paraguay.
¿Qué pasó entre esas dos fechas? El mundo cambió; vaya novedad; el mundo cambia todos los días; lo que queremos enfatizar es que en el s. XIX el cambio comenzó a acelerarse y expandirse de forma tal que esa aceleración y expansión fue la antesala del vértigo del siglo XX. Y ciertos dirigentes comenzaron a tomar conciencia que, si bien no hay nada nuevo bajo el sol; las viejas novedades, si se aceleran, encandilan a muchos, y los muchos encandilados, siguen la corriente; basta encontrar líderes que se pongan al frente de los nuevos órdenes, que en general de nuevo tienen poco. La organización del mundo ya no será al fin de siglo, lo que es al comenzar el s. XIX.
Así en Inglaterra, Benjamin Disraeli, el inglés imperialista, el Gran Mago, en palabras de Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, aquel primer ministro, que logró la amistad de la reina y la admiración de la sociedad de su tiempo, comenzaba junto con otros a organizar desde Londres un mundo distinto. En Francia, los Derechos del Hombre comenzaban a entrar en tensión con los derechos del ciudadano, y el racismo y antisemitismo iba camino a alcanzar su cota máxima. 1859 se construía el Canal de Suez; crecen los ferrocarriles, se expande la luz eléctrica, cambian las formas de comunicarse, de transportarse, crece el mercado armamentista, la banca se internacionaliza, diamantes, petróleo, opio, serán palabras que cada vez más se usarán en economía; Julio Verne comienza la conquista de la luna y el mundo submarino, etc. etc. En Europa, la peste del modernismo gana las dirigencias, los estados nación entran en crisis y usan las políticas expansionistas y colonialistas como recurso para mitigar sus crisis internas, mientras los Estados Unidos del norte de América dirimen sus diferencias en la guerra de Secesión, en cuatro años. Nosotros aquí en el sur dirimíamos diferencias en entreveros de unitarios y federales, con guerras que se prolongarán casi 60 años, dejando heridas que hasta hoy cada tanto alguien se encarga de abrir.

Y saben qué: Sarmiento es un gran lector y un viajero de su tiempo. Lee los diarios, lee todo lo que llega a sus manos; tiene el vicio de la curiosidad; se entera, y está apurado, vive como quien huye de un lugar a otro. ¿De qué huye Sarmiento? ¿Qué lo apura? lo apura un siglo que corre hacia la primera guerra mundial y, - aunque él no lo ve, a mi juicio -, quiere imitar algo de lo que va conociendo en sus lecturas, en sus viajes, algo de lo que se entera, por los puestos que ocupa en el extranjero, lo que le comentan en las sesiones de las logias de las que participa, en las reuniones de los salones donde políticos y clase dirigente dirime el poder. Es como que dice: “esto parece bueno, lo haré en Argentina”. Copia y pega, diríamos hoy. 

Con sus obras, al menos hasta donde las conozco, expresa algo que se ha hecho aún más común en nuestra época: Sarmiento lleva a la máxima expresión lo que solemos hacer hoy cuando viajamos. Vamos por unos días a un lugar, volvemos a la Argentina obnubilados por todo lo “bueno” que se ve en el lugar que visitamos y le contamos a todos cómo es la economía en ese país, cómo es la política, cómo es la educación, cómo es el tránsito, la gastronomía, el arte: ¿pero fuimos 15 días, un mes? ¿Ya está? ¿Ya conociste Francia?
Tengo para mí que Sarmiento es en alguna medida así. ¿Qué es ser así? Es ser algo así como un Surfista de la cultura. El surfista va sobre las olas; las profundidades no le pertenecen. Al leer las obras de Sarmiento, al menos las que he leído, y los fragmentos a los que he accedido, me dan esa impresión. Sus Obras Completas publicadas por su nieto Augusto Belín Sarmiento son 52 volúmenes en la primera edición; debo ser sincero no las leí completas.
¿Qué quiero significar con la imagen de que es un surfista de su tiempo? Que anda haciendo equilibrios en la cima de las olas de su tiempo hasta llegar a la playa; a veces deslumbra con sus piruetas; a veces pierde el equilibrio; otras veces las olas lo tiran o lo sumergen y él vuelve a su tabla, erguido, altivo, y señalándose a sí mismo con el dedo en su pecho, abre sus brazos y parece gritarnos desde la cresta de una ola: “¡he aquí estoy, soy yo, Sarmiento!”. Él mismo en la Introducción a “Mi defensa”, en 1843, escribe: “…Desde la temprana edad de 15 años he sido el jefe de mi familia…todo me ha estado subordinado, y esta dislocación de las relaciones naturales, ha ejercido una influencia fatal en mi carácter…jamás he reconocido otra autoridad que la mía...”  
(Cabe aquí una pregunta, tal vez ¿Cómo es la relación de nosotros los argentinos con la autoridad?)
Él allí en la cresta de las olas. Y en las playas siempre hay un grupo que lo aplaude, otros lo miran, otros lo insultan por su arrogancia, otros se ríen y hasta se burlan de él; hay pescadores que se suben a sus barcas y salen a pescar, a trabajar, mientras los surfistas compiten. Y hay muchos más en las playas que se preguntan y ése quien es, y otros tantos - ¿los mas hoy en día?, me pregunto - siguen haciendo playa, ni se percatan que Sarmiento y otros surfistas pasan por sus vidas. Sarmiento tiene eso. En alguna medida pasa por la vida de todos nosotros, lo queramos o no. Entre las cosas que no podemos elegir los argentinos es no conocer a Sarmiento. Basta un año de escolarización para que Sarmiento entre en nuestras vidas.

A veces al releer el Martín Fierro, pienso que Hernández pensaba en Sarmiento al escribir:
Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena
Hay sabios de todas menas
Más digo sin ser muy ducho
Que mejor que aprender mucho
Es aprender cosas buenas.

¿Y en la playa dónde estoy yo? De todos los que están en la playa me sigo contando entre los que, de tanto en tanto, se admiran por las olas de la historia, y los que surfean sobre ellas, soy de los que se suben a la barca, sale a pescar, y en el mar le hago preguntas al Maestro Interior. Si hasta acá no se cansaron comparto con uds. algunas de esas preguntas que me he hecho. ¿Seguimos?

Intentaré seguir otro consejo Cervantino, trataré de ser breve en mis razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.

¿Sarmiento es filósofo? ¿Hizo filosofía? No. No lo es. No hizo filosofía. Claro que si se escribe una historia de la filosofía no se lo puede obviar; porque si ud. lo hace no se la publica nadie. Por lo menos debe exponerse que en Facundo, un libro escrito con fines eminentemente políticos, se sirve del recurso – siempre simplista y reduccionista a mi modo de ver – de la dialéctica binaria. Que en tesis de don Domingo se expresa en el subtítulo “Civilización y Barbarie” y que, según revela Alberdi en sus escritos póstumos “esa expresión se la contaron en Chile a Sarmiento, a quien le gustó tanto que la utilizó para subtitular su biografía de Facundo”. ¿Aceptamos el juicio de Alberdi con quien Sarmiento mantuvo arduas polémicas? Yo si; uds. sabrán que hacer. Así es que, cuando me llego a leer algo de sus obras, no busco profundidades filosóficas. Leonardo Castellani, él sì filósofo, afirma que encuentra en Sarmiento un racionalismo incompleto, en un “luchador genial y un gran hombre de mando”. De forma atrevida, me animo a coincidir con lo primero, no con lo segundo: quien no sabe obedecer, no sabe mandar, o manda mal.

¿Cuál fue la formación de Sarmiento, qué estudió? El papá de Sarmiento, don José Clemente, fue granadero por un tiempo, se incorporó al Ejército de los Andes; y Domingo concurrió durante ese período a la Escuela de La Patria, que estaba a poca distancia de su casa. En Recuerdos de Provincia nos dice que no faltó ningún día a la escuela a la vez que más adelante afirma que “…al fin me hostigó la escuela…mi moralidad de estudiante debió resentirse de esta eterna vida de escuela…la plana (lo que hoy llamamos la libreta o el boletín de calificaciones) era abominablemente mala, tenía notas de policía, había llegado tarde, me escabullía sin licencia (sin permiso) y otras diabluras con las que me quitaba el aburrimiento…” (Recuerdos de Pcia. Capítulo Mi Educación). Con lo cual los que se dedican a alabar a Sarmiento, se apoyan en la primera cita; los que se dedican a denostarlo en la segunda. A mi me remite otra vez a Cervantes: “…mas fuerza tiene el tiempo para deshacer y mudar las cosas, que los humanos voluntades…”. Perdió una beca por sorteo, para estudios superiores, y a los 14 años trabaja tres meses con un ingeniero francés Victor Barreau (hacer planos, dibujo técnico, sacar cálculos);  luego se va con el cura José de Oro, a San Francisco del Monte, en San Luis, un tío, donde estudia un año (latín, gramática) y nos dice: “ salí de sus manos con la razón formada…valentón como él, insolente contra los mandatarios absolutos, caballeresco y vanidoso, honrado como un ángel, con nociones sobre muchas cosas…”. ¿Otra argentinada? diríamos hoy. ¡En un año todo eso! ¡Y con 15 años! Como nosotros cuando hicimos el primer curso de Word y Power Point, y vinimos a dar clases con un amplio dominio de las TIC.

Me detengo en ésta última expresión: “nociones sobre muchas cosas”. Porque esa característica que Sarmiento refiere a sí mismo, se traslada casi al pie de la letra a la escolarización argentina desde sus orígenes y hasta hoy. Salimos con nociones sobre muchas cosas; no más que eso; nociones. Sumergirnos en la profundidad del saber, subirnos a las alturas del saber para atrevernos a las nieves eternas de las cumbres, requiere de un esfuerzo que las comunidades pocas veces quieren hacer. Las comunidades que lo hacen bien logran que lleguen a esos lugares, en general, los más humildes. Y hasta ahora hemos demostrado ser incapaces de lograr comunidades en las que nos esforcemos mucho, comunidades que ayuden a que, los más humildes y mejores, lleguen a ser dirigentes de las principales instituciones de la Nación.

(¿Cómo vamos hasta acá? ¿Siguen sentadas en el cerro mirando lo que pasa allí en San Juan de la frontera? ¿O ya se consiguieron un dron para seguir a Sarmiento en todos sus movimientos?)

Sigamos con su formación. En 1826, vuelve a San Juan, trabaja de empleado de comercio; ya ha adquirido dos hábitos que lo acompañaran toda la vida: lee; lee todo lo que llega a su alcance; y escribe. Escribe como quien extrae las palabras directamente de sus latidos, casi sin pasar por su mente, y las entrelaza rápidamente, con apuro, sobre los papeles que tiene a su alcance. La escritura, junto con la retórica parlamentaria, son en él armas políticas con las que no le interesará a quien acaricia, hiere o mata. Esto se lo agradecemos porque nos permite conocer algo de su pensamiento. Escribe en una carta a su amigo el tucumano José Posse, en 1845: “…me curo poco de la opinión de los demás…”.
1829 militar unitario, derrotado, y con 20 años de edad se va a Chile, de donde regresa a los 25 años con una hija, Ana Faustina, que tuvo con una alumna suya en Chile; hija que deja al cuidado de doña Paula. Mientras en Buenos Aires se funda el Salón Literario de Marcos Sastre, en San Juan se funda como una subsidiaria de aquella de Bs.As. y en la que Sarmiento entra en contacto con los libros que llegan de Europa, las noticias de los periódicos y pregunta todo con curiosidad en las reuniones en las que participa. ¿Se está autoformando o sólo informando? Me queda tema para seguir estudiando.
1838 le envía “Mis memorias al Zonda” (le escribe al viento Zonda) a Juan B. Alberdi y con la llegada a San Juan del Dr. Manuel Quiroga Rosas (pariente suyo) se beneficia con la biblioteca de éste y comienza a leer a los literatos franceses y otras obras que llegan de Europa, Víctor Hugo, Lamartine, A. Dumas, etc.
Y hasta ahí su formación; de ahí en más todo será autoformación o información ¿o deformación?, asistemática, sin método, guiado más por la curiosidad que por un espíritu científico o universitario; tampoco refiere a grandes maestros que haya seguido ya de adulto.

¿Cuál fue su obra en educación?
En 1838, decide fundar el Colegio de Pensionistas de Santa Rosa, para señoritas, al que concurren 8 alumnas. Funda el periódico El Zonda, - con un subsidio de la gobernación – que vendía 25 diarios por día. Es decir no lo leían ni los parientes. Duró desde el 20 de julio al 12 de agosto de 1839. Era difícil vender un periódico unitario, donde la mayoría de las familias donde se leía eran federales. Lo refundará cuando sea gobernador de San Juan. Época de varios noviazgos; pasa bastante tiempo en tertulias donde habla de política, conspira, y habla mal de los federales.
A fines de 1840 lo detienen. En Recuerdos de Provincia dirá que 6 alumnas lo visitan en el calabozo y “…a la luz de una vela recitarán su lección de geografía, francés, aritmética y gramática y mostraban los ensayos de dibujos…”. Sarmiento narra que será torturado, la hija del entonces gobernador Benavidez escribió que “Sarmiento se refugió en casa del gobernador y se escondió debajo de una cama huyendo del pueblo que lo perseguía”. Otra vez las versiones encontradas de la historia. Cuando sale se va a Chile. El mismo Sarmiento en sus memorias dirá después: “Llegué a Santiago salvado por el general Benavidez mismo…

Una vez en Chile consiguió, por amistad con el conservador Mont, ser nombrado director de la Escuela de Preceptores que se fundó en 1842, pero la experiencia resultó un fracaso. Así lo confiesa él mismo en una nota que publicó en El Mercurio en 1844 (que no cito porque es muy extensa) y el 15 de agosto de 1852 escribirá en El Monitor de la Educación acerca de aquella experiencia: “De 30 jóvenes que era la dotación que admitía la escuela, 28 fueron expulsados, malográndose en dos años el dinero, el tiempo y las fatigas que había costado darles instrucción”. Mitre dirá más adelante que esa escuela solo dio 3 maestros en varios años.

En Chile escribe La conciencia de un niño; Vida de Jesucristo, para uso de las escuelas; Método de lectura gradual; y Educación Popular. Además de innumerables artículos periodísticos. Consigue que el gobierno chileno, imprima sus libros para uso en las escuelas. Algunos serán traducidos al francés y, según su propio testimonio, son aceptados en Francia para las escuelas de Paris. En 1850 escribirá en Recuerdos de Provincia: “Todas las traducciones que he hecho tienen por objeto dotar a la instrucción primaria de tratados útiles; descollando entre ellos los que contienen un espíritu eminentemente moral y religioso…a los niños sólo debe enseñárseles aquello que eleva el corazón, contiene las pasiones y los prepara a entrar en sociedad. Pertenece a esta clase de libros La conciencia de un niño, libro precioso de moral y de religión para despertar en el corazón de los niños las primeras nociones del conocimiento de Dios y de los deberes del hombre; y la Vida de Jesucristo que es una sencilla a la par que luminosa exposición de la doctrina del Evangelio”.

En su Método de lectura gradual, 1845, se pregunta: “¿Cuántas cosas tiene que aprender un niño…? …debe saber leer perfectamente y escribir bien, debe saber contar, debe saber geografía, gramática, ortografía, dibujo, historia antigua, romana y de su propio país…debe saber rezar para encomendarse a Dios y la doctrina cristiana para saber ser cristiano católico y conocer y profesar la religión de Jesucristo…debe saber la historia sagrada…Todo esto podrá aprenderlo en las escuelas públicas donde se enseña de balde (gratis) a los niños pobres…
1845 partirá en gira a Europa por encargo del gobierno de Chile, con el tiempo también visitará, gran parte de Europa, Canadá y EEUU, entre las intenciones principales de sus viajes está la de conocer sus sistemas educativos.
1846 visita a San Martín en Grand Bourg.
1848 se casa con Benita Martínez Pastoriza, quien de su primer matrimonio había dado a luz a Dominguito, a quien Sarmiento adopta. Ese mismo año se casa su hija Faustina; muere su padre y su madre se va a Chile.
1849 Rosas pide a Chile su extradición; lo que no logrará y Sarmiento regresará en 1851 para unirse al Ejército Grande, la fuerza internacional que comandada por Urquiza derrotará a Rosas en Caseros. Esta fuerza internacional ya es un anuncio de los tiempos que se vienen en las relaciones internacionales.

Llegados a 1856, Sarmiento tiene 45 años, y casi 4 años en total de antigüedad docente: el mayor tiempo casi dos años como director del Normal de Chile. El resto de su vida no dará más clases, ni dirigirá ninguna escuela; se dedicará a tiempo pleno a la política. Sólo algunas clases o charlas por invitación en alguna institución.
¿Por qué es importante el año 1856 en la vida de Sarmiento y de la Argentina?
El 9 de marzo de 1856 es considerada la fecha de la fundación oficial de la masonería en la República Argentina con la apertura de la logia “Unión del Plata”; dependiente de la logia de Uruguay; ésta a su vez dependiente de la gran logia de Brasil y ésta desde 1821, dependiente de la de Inglaterra (Diccionario enciclopédico de la masonería argentina de 1947; tomo III pag. 347). Entre los primeros 14 masones argentinos inscriptos figura Sarmiento. Se había iniciado en la logia Unión Fraternal de Chile. Y a partir de ese año Sarmiento no dejará de ocupar cargos políticos, a los que le abrirán las puertas sus hermanos masones. El cargo supremo de la masonería argentina lo ocupará desde 1882 hasta 1886. Otra vez en la cresta de la ola.

¿Qué cargos políticos ocupó relacionados con la educación?
Primero fue Jefe del Departamento de Escuelas de Buenos Aires desde 1856 a 1859; cargo que compartirá con una senaduría desde 1857. Según el Registro Provincial de la época en 1856 había 90 escuelas de las cuales 30 eran estatales; hacia 1860 se contabilizan 115: a las 90 se han sumado las de la Municipalidad, las de la sociedad de beneficencia, y las creadas por particulares y religiosos. Durante su gestión se proyecta la construcción de 17 escuelas, pero la legislatura no le votó el presupuesto; no se pudieron hacer. En carta del 8 de junio de 1866 se sincera, con María Mann, esposa de su amigo el educador norteamericano Horacio Mann: “En Buenos Aires sólo logré fundar dos escuelas”. (Horacio Mann será quien le consiga un Doctorado Honoris Causa en EEUU) En realidad, se habían hecho por suscripción vecinal. Una se inauguró en 1858, para la que se destinó una casa que pertenecía a Rosas en el Barrio de la Parroquia de San Ignacio; y otra se inauguró el 18 de Julio de 1860, y la financiaron principalmente Felipe Lavallol y Juan Anchorena (Corresponde a la actual José Manuel Estrada de Reconquista 461). Esto surge de las Obras Completas editadas).
1861 muere su mamá y al año siguiente es elegido gobernador de San Juan, se separa de su esposa y en 1863 ejecuta al Chacho Peñaloza. Se interesa por la educación en su provincia, pero es muy criticado, entre otras cosas por sus métodos represivos. En 1864 renuncia a la gobernación y es designado ministro plenipotenciario. En 1866 pierde a su hijo en la guerra contra el Paraguay,- mientras él estaba en EEUU - y publica una Vida de Lincoln. Desde EEUU, donde lo han nombrado embajador, propone fundar en San Juan un centro educacional norteamericano; lo mismo hará en 1868 con relación a una colonia en el actual Chaco. Le escribe al respecto a María Mann el 1 de abril de ese año: “Con emigrados de California se está formando en el Chaco una colonia norteamericana que puede ser el origen de un territorio y un día de un estado yanqui con idioma y todo(Carta que cita Galvez en su biografía de Sarmiento). De su estadía en EEUU surgirá la posibilidad de traer maestras norteamericanas a nuestro país.
1868 es electo Presidente, y tiene el acierto de designar a don Nicolás Avellaneda en el ministerio de educación, que es a quien se debe realmente la obra educativa de la presidencia de Sarmiento. 1870, Escuela Normal de Paraná; la Ley de Subvenciones de 1871 que destinó al presupuesto de educación las herencias sin sucesiones y un octavo de las tierras públicas; primera exposición de artes y productos nacionales, se comenzó con la apertura de los colegios nacionales, se organizaron los institutos de formación militar (Esc. Naval y Colegio Militar). En general todas estas obras eran pasos posteriores y similares a los que se habían dado en los estados nación europeos, - que él había visitado - en vistas a ese nuevo orden mundial que se estaba dando. Lo mismo que los censos, las obras de infraestructura ferroviaria, etc.
1875 Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, y a la vez senador electo por la Pcia. de San Juan.
Una muestra del carácter de Sarmiento quizás sea lo que sucedió en el año 1879: el Pte. Avellaneda lo nombra Ministro del Interior y Jefe de Gabinete: dura un mes. Se pelea con casi todos los ministros.
El último cargo en educación lo ocupará en 1881 cuando es designado por Julio A. Roca, superintendente de Escuelas del Consejo Nacional de Educación y participará activamente al año siguiente en el Ier Congreso Nacional de Educación del que surgirá la ley 1420. Durará muy poco en el cargo, parece que en la primera reunión ya les dijo a los vocales del Consejo que no hacían  falta tantos, que él se bastaba solo. El historiador Gálvez - junto con De Paoli ha sido una de nuestras fuentes, entre otras - cuenta que el primer saludo fue: “Tengo el honor de no conocerlos como educacionistas” estaban allí Miguel Navarro Viola, Carlos Guido y Spano; Adolfo Van Gelderen y otros. Y agrega Gálvez que dijo: “¿cómo voy a gobernar el consejo de educación con un burro como Guido Spano?”.
Sarmiento, que al decir de Castellani, “…por momentos fue un iluso pero nunca fue un tonto ni un perverso…”, había escrito de si mismo en “Mi Defensa”: “…todos los días irrito susceptibilidades y crío deseos de encontrar en mi conducta acciones que me denigren…seré como soy y nada más…” Y denota en sus escritos haber sido un apasionado, irritable e irritador. Es innegable la pasión que se desprende de las obras de Sarmiento respecto a la enseñanza elemental; pero él mismo se lamenta ya en 1868: “Yo he escrito muchos libros de educación y a esos libros le ha cabido la gloria de que nadie los haya leído”. Tengo para mí que esos libros en gran medida no han perdido la gloria que le atribuye don Domingo.

¿Cómo fue el final de su vida?
El final de su vida me apena, pues el testimonio del cura que acudió al llamado de los dos ordenanzas de Sarmiento a las 10 de las noche del 11 de septiembre de 1888, el lazarista Antonio Scarella, narra que llegado al lugar lo tuvieron esperando unos veinte minutos en la antesala de su habitación, y luego apareció el médico gritando: ¡Ya ha muerto el enfermo! Y no le permitieron ni siquiera una oración o bendición: “Caramba, dije yo, narra el cura en carta del 21 de agosto de 1938, hacerme esperar tanto tiempo y salirme ahora con que ha muerto el enfermo. Es evidente que han querido dificultar mi acción. Felizmente que Dios es grande y sabrá valorar el impedimento material que han puesto a mi caritativo ministerio…me despedí y me vine como me había ido, con la convicción de que había sido el mismo Sarmiento quien me mandó buscar o cuando menos algunos de sus allegados íntimos.”

Quizás alguna de uds. estén sentadas todavía en el cerro viendo llegar la caravana fundadora de San Juan de la Frontera. Así que es hora de ir dándole un tajo a éste tasajo, y dejar en el gancho algo para que el que quiera, se asome a la vida de Sarmiento, y siga haciéndose preguntas en la búsqueda de la verdad histórica; porque ésta existe y se deja encontrar.

No quiero huir a la responsabilidad de posicionarme ante la obra de Sarmiento. Hasta donde la conozco – y permítanme la humorada – mi juicio no es positivo. Pero seguiré estudiando porque considero con el Quijote “…que el tiempo, descubridor de todas las cosas, no se deja ninguna que no la saque a la luz del sol, aunque esté escondida en el seno de la tierra…(Cap XXV) y …que para sacar una verdad en limpio, menester son muchas pruebas y repruebas…(Cap XXVI)

Si se despertaron en uds. algunas preguntas, será eso lo más importante de este encuentro. Comparto algunas que nacieron mientras preparé esta evocación, otras seguirán naciendo, para seguir aprendiendo: ¿en tanto educador que hay en mí de Sarmiento? ¿Surfeo como él? ¿Me la paso viajando entre nociones o me animo a las alturas y profundidades del saber? ¿Basta con seguir las olas del tiempo que me toca vivir para educar bien? ¿Cómo resuelvo las tensiones y polémicas que surgen en mi accionar cotidiano, profundizando las diferencias como en épocas de Sarmiento o buscando estilos nuevos? ¿Cómo es la relación entre mis pasiones y el saber? ¿Es Sarmiento uno de los iniciadores de la política como profesión, más que como arte, esa característica que hace que el que se inicie en la función pública continúe ocupando cargo tras cargo, de los más variados, en distintos organismos públicos?  
No me he centrado en la exposición en los aspectos más polémicos de la obra de Sarmiento, pues bastantes polémicas tenemos en el presente como para revivir las del pasado. Sepamos que allí están. Las polémicas sólo se disipan a la luz de la Verdad.

Así que pues, en Azul, Ciudad Cervantina de Raíces Pampas, ha llegado la hora de volver a mirar la Cruz del Sur, y si bien ya no parado sobre el lomo de un flete, paro las orejas como Sancho, y vuelvo a escuchar a Don Quijote que sigue diciendo en el idioma más completo para proclamar la Verdad, la Belleza y la Bondad en este nuevo mundo: “….Encomendadlo a Dios, Sancho, que todo se hará bien y quizás mejor de lo que vos pensáis; que no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios… (2da Parte Cap III) …para componer historias y libros de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento. Decir gracias y escribir donaires es de grandes ingenios…La historia es como cosa sagrada porque ha de ser verdadera, y donde está la Verdad está Dios en cuanto a Verdad; pero no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros de si como si fuesen buñuelos…”

Sólo la misericordia y paciencia de uds. harán que estas palabras no sean un buñuelo más; por lo que sólo me resta decirles y desearles: ¡GRACIAS!