El Sol ilumina el sendero. Una tras otras
las hormigas cargadas con su alimento buscan el agujero que las conduce a la
oscuridad. Se aseguran la subsistencia. Han salido sólo para procurarse aquello a
lo que su instinto las mueve.
El hornero bate sus alas y canta posado en
la tierra blanda. Remonta vuelo con la cuota de barro para darle forma a su
nido. La misma forma con la que cada hornero está llamado a construir. Ha
salido a construir. Por instinto.
La hoja del nogal, perdida la vitalidad,
cae en un vuelo manso producto de la aparente calma matinal. Como cada hoja que
había caído el día anterior, como las que caerán mañana. Con el mismo indescifrable
vuelo con el que cumple la legislación otoñal. Ha salido para caer.
Con hambre y sed de aquellas aulas en las
que es posible disputar, asisto dolorido a los eufemismos cotidianos con los
que se intentan disfrazar simulacros de aprendizajes a los que se les
escamotean las preguntas esenciales.
Las hormigas siguen recorriendo ante mi
vista el camino al que llegan desde distintos senderos y que las conduce
siempre al mismo agujero, por el que entran al submundo terrenalmente oscuro para
seguir subsistiendo. No les ha sido concedida la posibilidad de la pregunta.
Sin preguntas no hay disputa. Si no hay
discusión no puede haber respuestas por parte del que enseña. Sin preguntas no
hay oponentes; no hay oposición. No hay toma de posición. No hay determinaciones
por parte del que enseña. Quien enseña ya no puede ser autor de su enseñanza. Y
si no es autor, ha perdido toda autoridad. Mejor que se quede en casa.
El hornero va y viene al mismo lodo; canta
el mismo canto; construye el mismo nido. Un canto a la vida sobreviviente. Una
construcción igualitaria con una belleza limitada que te deja con hambre y sed
de Belleza.
Emet en hebreo, - afirman los filólogos
– palabra que significa Verdad, en su raíz indica firmeza, estabilidad. Para
los griegos Verdad es aletheia, que con su sonoridad parece batir las alas, y sigue
despertando investigaciones. Tiene “…tres significados principales, uno
referido al conocer, otro al ser y el tercero al obrar. La aletheia: a) indica
rectitud en el pensar y decir frente a la mentira y el engaño; b) significa la
realidad, frente a la mera apariencia; c) designa una conducta recta frente a
la engañosa…” (2) Y en senderos ascensionales la cultura griega llega a afirmar
con Aristóteles: “Hay que amar a los amigos y a la Verdad, pero en caso de
conflicto, hay que dar preferencia a la Verdad” (3). Quizás por ello, sólo
quizás, los griegos fueron capaces de recibir en el Areópago a Pablo de Tarso;
fueron capaces de preguntar y disputar con él.
Las hojas del nogal siguen cayendo como
las palabras de los sofistas, y en indescifrables volteretas comunicacionales
terminan en el mismo lodo donde el hornero se posó. Tapan, como las
palabras de los sofistas, el sendero de las hormigas que conduce al mismo
agujero.
Pero el otoño resiste y una voz que clama
en el desierto mantiene como sonido del Silencio la pregunta que resuena en el
aula vital: ¿qué es la Verdad? Cuando el mundo griego preguntó se iluminó con
una noticia que no esperaban: ahora la Verdad y la Amistad se habían Encarnado
en la Persona de Cristo. Porque sabían preguntar. Los senderos de la Paideia
desembocaron en el Camino de la Verdad y la Vida. La autoridad del que pregunta
gozó ante el Autor de la Autoridad, y aprendió que el Silencio invita a ponerse
en Camino a Casa (4); no a quedarse en casa.
La cuestión de la pregunta por la Verdad
resuena en el aula vital en la que habitan quienes no quieren vivir como hormigas,
construir y cantar como horneros y marchitarse y caer como las hojas del nogal
en el otoño. Aunque todos, como cada hormiga, como cada hornero, y como cada
hoja, hemos salido del mismo Soplo Vital. Y todos abonaremos por nuestra
corporeidad el mismo humus con el que el hornero construye; nuestros días por
aquí terminarán en la misma oscuridad subterránea en la que pasa la mayor parte
de la vida cada hormiga; y nos marchitamos hasta caer en un indescifrable vuelo
final.
Pero en el último instante se nos regalará
el Silencio y recibiremos la última invitación para ponernos en Camino a Casa.
No seremos invitados a quedarnos en casa. Quizás, sólo quizás, ese día nuestra
última pregunta sea la del Pretorio y se nos muestre el Rostro Sonriente de la
Mirada Serena del Amor Encarnado: Cristo Rey Resucitado.
(1)
Jn
18,38
(2)
Sigo
en esto a Abelardo Lobato, O.P. Cfr. Pags. 22 ss. de la Introducción a la
edición bilingüe de la editorial Ágape de “La Verdad” de Santo Tomás de Aquino,
Bs.As., 2010.
(3)
Ethic.
Nic. 1, 6, 1096ª16
(4)
Lc.
15, 18
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