Diálogo de la Mañana y la Tarde.
La Mañana peregrina cantando y pasa
desapercibida, para que el Día se manifieste en todo su esplendor. Quien sale
al aula vital se pone en camino acompañado de sus Silencios y de la mano de la
Soledad. Y, al dar los primeros pasos, le salen al encuentro la Humildad y la
Pobreza: dejarse acompañar por estas tres Mujeres no es una decisión fácil. Hay
que quererlas. Se las puede rechazar, despreciar, soportar, aceptar con
indiferencia, hacer de cuenta que no están, intentar correr para alejarse de
ellas, renegarse contra ellas, atender a ellas, considerarlas, reírse con
ellas, intentar conquistarlas, dejarse seducir…Mas ¡ay de aquel que queriendo
enseñar las maltrate, maldiga, intente abusar de ellas o las violente!
La Tarde recibe a la Mañana con un abrazo:
-
¿¡Vos
nunca andás sola?!, siempre andás rodeada de amigas –
-
¡Hola bella Tarde!, qué bueno que las
reconociste, porque todos los días vienen conmigo, pero hay quienes prefieren
no verlas –
-
Si,
se fijan mas en ese otro que las anda siguiendo, ocultándose y desocultándose,
según le conviene; ese que se desliza por la Noche y se arrastra todo el Día –
-
Si.
Lo sé. También el Mal sale atrás nuestro; pero mientras nosotras vamos el
encuentro del Día, él sale al desencuentro; inventa desencuentros…-
Mientras las escuchaba dialogar pensé que
frente al mal que sale al paso cada Mañana no hay mas que combatir y a veces,
quizás las más de las veces, sólo queda resistir. Y me di cuenta de que, en
esto, estas tres Mujeres, la Soledad, la Humildad, la Pobreza, son maestras. Hoy
aprendí que la Mañana las recibe y les abre la puerta de cada Día. Peregrinan
todo el Día y cada Día de la historia juntas. Por eso la historia de la
humanidad está llena de ejemplos de Mujeres que son verdaderos arquetipos de la
Soledad, la Humildad y la Pobreza. Que las manifiestan en todo su esplendor.
Mujeres que, de pie y en silencio le ponen rostro al dolor: asisten a los
enfermos, reciben en sus brazos al desvalido, acompañan al moribundo, consuelan
al afligido, salen y parten sin demora, cui – dando la Vida. Y, en las aulas
vitales, salen al encuentro de quienes van a ellas porque quieren o porque
deben. No siempre son bien recibidas. Las mujeres son las parteras del saber
primero, de los saberes vitales, aquellos que sientan las bases, los tan
olvidados saberes de la crianza.
Y escuché a la Mañana preguntar:
- ¿Te parece algo importante que Soledad,
Humildad y Pobreza salgan conmigo todos los días para recibir la Vida cuando da
los primeros pasos?
La Tarde se tomó su tiempo para contestar:
- Si;
si ellas están desde las primeras horas, en la medida que la Vida crece, quien
vive será capaz de reconocer su rostro cuando le salgan al paso. Y cuánto antes
las reconozca mejor. Porque siempre salen a su encuentro –
La Mañana siguió escuchando.
-
Si,
sí; salen a diario, te lo puedo decir yo – dijo la Tarde, recordando que fue
Una Tarde cuando se manifestaron en todo su esplendor – y estarán allí, de pie,
con el Silencio, en el último instante para acompañar, para pegar el salto a la
Barca o en la Agonía que precede al A Dios. Silencio y Soledad, como un
matrimonio indisoluble, fecundo, abierto a la Vida, estarán allí; Humildad y
Pobreza también; sólo que cada uno tiene que reconocerlas. –
La Mañana, que suele ser un poco
escéptica, insistió:
-
¿Cómo
lo sabes?
Y la tarde contestó:
-
Porque
lo he visto y oído, mientras vos y yo dialogamos, armando la cuna de las
Paciencias del que enseña. Esas Paciencias que nacen para aprender a respetar
los tiempos de quienes acuden a su encuentro para aprender -.
-
¿Pero
eso no es “científico”? – sonrió la Mañana
-
No,
para nada – dijo la Tarde – el Día no se deja gobernar por “científicos”
-
¿Y
eso para qué sirve? – insistió la Mañana con una sonrisa.
-
No
sé, ¿por qué tengo que saberlo todo? – dijo la Tarde – además: ¡sé libre!
querida amiga salí vos al encuentro de la Verdad ¿o no te dejan salir?
Rieron juntas la Mañana y la Tarde. Entonces
recordé que no hay verdadera y eficaz acción educativa que no vaya precedida de
Silencio y Soledad. Recordé aquel día: María José llega al aula con su bebé:
quiere ser maestra. Pide un lugar tranquilo para amamantar: uno de los primeros actos educativos que, junto con el abrazo y el acunar, se constituyen en sólidos
cimientos de una crianza saludable. También el canto.Aquella Mañana ella no sabía que la Tarde
le había preparado aquella sorpresa. Gestos primigenios, originarios, que fortalecen
mis debilidades, la debilidad de todos, pero especialmente de los más débiles.
Gestos en los que el sufrimiento se hace a un lado por un instante y la Vida se
ofrece con horizontes nuevos. Aunque se den esos gestos en las situaciones más
angustiantes y dolorosas. El testimonio de tantas madres amamantando y abrazando
a sus hijos en hambrunas, guerras, epidemias, encarcelamientos, etc. es un
llamado a valorar esos instantes fundantes de la educación, para aquellos que
pueden vivirlos sin mayores sobresaltos.
Es así: las crianzas, llegan cada Día al
aula. Llevo la mía cuando salgo al aula, y me encuentro con las de todos
aquellos que van a aprender conmigo. Muchas veces me pregunto: ¿cuáles de
aquellos gestos primigenios jamás estuvieron? O ¿cuál habrá sido la calidad de
aquellos gestos primigenios en cada uno de los que aquí en el aula estamos? A
veces la pregunta se despierta cuando me asaltan las pasiones y me siento
irritable. Entonces espero que salgan a mi encuentro los saberes recibidos.
Como aquellos de la historia de Suturá, la mujer que legó a su pueblo el dicho
“Paciente como Suturá” o aquella Fábula del clásico de Leonardo
Castellani “Camperas”, que tituló “Tenga paciencia” y que
concluye: “La Paciencia – dijo Michi – Todos hablan de ella. No hay cosa más
fácil que encontrar razones de por qué los otros tienen que tener paciencia”.
La Mañana comenzó a alejarse no sin antes
darse un abrazo y cantar a coro con la Tarde. Ví que la Tarde se perfumó con la
Música de la Mañana, aquella que ésta compuso con las notas de la Aurora. Con su
música, la Tarde verterá sus aromas al Atardecer. Espero estar allí un poco más
despojado que ayer. No me quiero perder lo que vendrá.
Hasta el próximo despojo.
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