domingo, 3 de mayo de 2020

Cuatro diálogos en tiempos de despojo


1. Diálogo del Atardecer y la Noche

El Atardecer dialoga con la Noche que se acerca. Termino de desmalezar. Algo necesario cuando uno siembra. Los grillos acompañan. Van llegando al nogal los habitantes nocturnos. Sobre el techo, el gato parece celebrar la noche que se aproxima. Quizás, en un rato, pueda saltar a esa rama y la torcaza sea su cena.
Corto una hoja de menta sólo para aspirar su aroma, sentir su textura, hacerla descansar sobre la palma de la mano y sorprenderme porque es distinta a la de ayer. No he encontrado aún una hoja igual a otra: la diversidad de lo común. Pero todas me regalan su aroma y su verdor.


Al enderezarme, una rama del damasco me acaricia la frente. Levanto la mirada. Un fruto parece decir: estoy listo, llévame. Lo escucho y lo llevo. La manguera, aún vierte agua para patos y gansos. Higienizo mis manos, - soy un poco ganso - refresco mi cara y lavo el damasco. Es dulce, muy dulce. ¿Qué hago con el carozo? No me lo trago. Allá va. Tierra, es tuyo.
Doy unos pasos con destino a la cocina. Los acordes de una guitarra. Un hijo canta. Otro en red, dialoga sobre estrategias virtuales, con un amigo que no está ahí. Auriculares, micrófono y pantalla, son el soporte para tomar las decisiones con las que ganar la próxima contienda en las que intervienen personajes que no conozco. Otro salió. ¡Qué importante es salir! En todo comienzo hay un salir. Todo final consiste en salir.
Mi esposa estudia. Prepara otra materia para su licenciatura. Nos miramos y sonríe. Parece que supiera que escuché dialogar al Atardecer con la Noche. Risas y llantos. Comienzos y finales. Hay días que se resumen en una mirada. Hay vidas que son una mirada. Otras una nota musical. Todas un soplo. Y hay vidas que ya no se ven. O sí. Con los ojos del corazón. Los mismos ojos con los que se mira el Cielo en las Noches de Azul. Porque el Atardecer, que contemplaba horizontes, ya se despidió y ella llegó con sus Silencios y sus Palabras. Para instalar aquí, por un rato, a las Tres Marías y a la Cruz del Sur. Y para seguir abrazándonos con su Misterio.
-       Te lego el Misterio - le había dicho hace un rato el Atardecer.
-       ¡Gracias! – respondió la Noche – Somos grandes amigos con él, aunque hay quienes no soportan vernos juntos.
-       ¡Ustedes sabrán por qué! – ironizó el Atardecer con una sonrisa.
-       Es sencillo – dijo la Noche mientras avanzaba a paso lento – Hay quienes no soportan los abrazos; tanto que pretenden prohibirlos…
Mientras escuchaba el diálogo sentí que la Noche avanzaba a paso lento y me tendía sus brazos para abrazarnos, a mí, a mis vecinos. A los habitantes de mi Pueblo. De los pueblos vecinos. De esta Provincia de los Buenos Aires de corazón Azul. Me dejé abrazar por la Noche y el Misterio. La misma Noche y el mismo Misterio que permite hoy la saciedad de algunos y el hambre de muchos. La guerra y la paz. Que enriquece a unos pocos y empobrece a tantos: en todos los órdenes. El mismo que sostiene el mundo en este Universo en el que, hoy, el Atardecer dejó de dialogar con la Noche, para volver al Silencio que dará origen a la Aurora. Mañana. 
El Atardecer. La Noche. El pasto. Los grillos. El nogal. El techo. El gato. La rama. La torcaza. La hoja de menta. El aroma. La mano. El verdor. El damasco. La mirada. La voz. El hijo. La esposa. Las risas. Los llantos. El pueblo. La Cruz del Sur…todo; todo, todos tenemos el mismo origen común. Todo sale del mismo seno. Todos salimos del mismo seno. Salimos. Todos. Desde todos los tiempos. Desde que el Tiempo es Tiempo. También el Tiempo salió, de un soplo de Paternidad.
Y todos vamos a salir por la misma Puerta. Al final. También el Tiempo. Un día ya no habrá más Tiempo. Se va a ir. Va a salir. El Tiempo, todo y todos: vamos a salir como salimos para llegar hasta acá. Desnudos.
- ¿Hacia dónde vas hoy? – le preguntó el Atardecer, antes de despedirse, a la Noche.
- Hacia Oriente. ¡No perdamos el Oriente! – le contestó. Rieron juntos.
Entre la salida de origen – común a todo y a todos – y la salida final – común a todo y a todos – peregrino. Aprendo. Aprendo que más aprendo cuando me desprendo. De todo. Para que la última salida me encuentre desnudo.
Cada Día que se me da, salgo al aula vital – porque se aprende cuando se sale al aula – y, como la hoja de menta, se me ofrecen al alcance de la mano, infinidad de prendas. Lo cotidiano, lo diario, mercantilizado al extremo por el paradigma tecno económico vigente, te prenda. Se te prende. Te viste y reviste. Te agrega prenda sobre prenda, en cotidianos “créditos” prendarios que al final serán ejecutados. Y seguiré saliendo.    
Hoy, el diálogo del Atardecer y la Noche me muestra que a – prender, implica, quizás también, estar sin – prenda. Despojarse. Como se despojan tantos hoy y enseñan como pueden en tantos misteriosos lugares de este mundo y este tiempo que nos son comunes.
El Atardecer llegó con sus grillos, sus siembras, sus malezas, sus frutos…entró en diálogo con la Noche…se terminó despojando de todo para que brillaran al final las Tres Marías y la Cruz del Sur…A - prendió…se despojó…se desnudó…Quizás por eso el horizonte enrojeció un poco: fue bello.
Hoy me despojo de esta reflexión, que nació al escuchar un diálogo. Sigo aprendiendo. Sigo despojándome de pensar que sé algo: la peor de mis ignorancias. Vuelvo al Silencio. Lo escucharé y hablaré con él. Seguiré siendo peregrino de senderos, rastrilladas, huellas y Camino. Aunque quieran inventar un mundo donde haya unos que decidan las salidas de los otros. Seguiré saliendo para seguir siendo aprendiz de Esperanzas y de los sonidos del Silencio.
-       ¿Y para qué sirve el Oriente? – preguntó el Atardecer, casi despidiéndose.
-       Para rumbear, para no perder el rumbo, nomás; porque si se pierde el rumbo se olvidan los sueños… Y la Aurora no tendrá nada para contar… ¡Hasta Mañana! Busca la Verdad. Sé libre. – Se despidió la Noche.
Hasta el próximo despojo.

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