lunes, 11 de febrero de 2008

El milagro educa

Corría el año 1903 en la Universidad de Lyon un joven médico se atrevía a citar, frente al decano de la Facultad de Medicina, el caso de uno de sus enfermos que se había curado milagrosamente de la tuberculosis concurriendo a Lourdes.
- "Si esa es su opinión - le contestó el decano - dificilmente puede usted esperar ser recibido como miembro de nuestra facultad".
- "Entonces - contestó el joven médico - tendré que continuar mi carrera en otro lugar".
Se dirigió a Nueva York, ingresó en el Instituto Rockefeller y en el año 1912 recibió el premio Nobel de Medicina, se trataba de Alexis Carrel. Otro converso, por lo que invitamos al lector a leer nuestra anterior entrada "Versión de la conversión".
Es que ahí está Lourdes, un lugar como tantos otros en el mundo, y por los que cabe decir ante el incrédulo: "Ven y verás".
Cada 11 de febrero coinciden en los enigmáticos pliegues de la historia tres acontecimientos de raíz europea, cada uno de los cuales jalona la historia de la humanidad, pero, ciertamente, que sólo uno la trasciende: el 11 de febrero de 1531 Enrique VIII es coronado como "Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra"; el 11 de febrero de 1650 muere Renato Descartes y el 11 de febrero de 1858 la Madre de Jesús la Virgen María Inmaculada decide manifestarse por primera vez en Lourdes. Sólo en los insondables designios de la Providencia está la causa de que en un mismo día coincidan una de las decisiones que más ha desgarrado el mundo cristiano, provocando su división; la muerte de uno de los pensadores que posibilitó que el racionalismo iniciara un proceso de corrupción cuyas consecuencias estamos viviendo hoy en día , y la manifestación del esplendor de La Mujer que con su Fiat cambió el curso de la historia.
¡¿Cómo no van a resonar en este día entre los ecos de las voces del pasado las contrastantes expresiones de los tres protagonistas?! : "Yo soy el Rey, Yo soy el Jefe Supremo", diría Enrique en su apasionada decisión. "Yo soy el que pienso, luego existo", diría Renato buscando edificar un edificio sobre el mas endeble de los cimientos. "Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según su voluntad", dice Nuestra Madre y da por el suelo con nuestros orgullos, nuestra soberbia, y abre las puertas de la historia al Rey de Reyes y a la Sabiduría que sorprende a los sabios en su propia astucia. (Cfr. I Cor. 1, 18-25 ; 3, 18-23).
¿Puede enseñarse el milagro? Parece estar en juego esta pregunta en el diálogo entre el Decano y Alexis Farrel. ¿Hay lugar para la enseñanza del milagro ? No cabe duda que éstos son interrogantes por lo menos mal planteados, porque el milagro está allí, nos sorprende, nos detiene y por eso nos ad-miramos. En todo caso estimo que nos corresponde como educadores pensar si somos capaces de ayudar a que los niños y jóvenes no se pierdan la oportunidad cuando el milagro se les manifieste. Si somos capaces de remover los obstáculos que dividen el saber hasta desintegrarlo en la confusión de lo efímero, y de superar el racionalismo que hiere la razón hasta hacerla desangrar, provocando anemias en nuestro entendimiento que - muchas veces - sólo un milagro cura.
En todo caso pienso que Lourdes está allí en el viejo Continente, como está Guadalupe en el nuestro, como un testimonio mas de la necesidad de unidad y de humilde obediencia a la que estamos llamados. Unidad y humildad dos conceptos que consideramos imprescindibles para sanar las heridas de nuestro sistema educativo.

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