(Palabras de despedida a las promociones de docentes del Instituto Superior de Formación Docente Nº 157 de la Escuela Normal "Bernardino Rivadavia" de Azul. Acto de colación de grado de las promociones 1999/2000/2001, que se realizó el 5 de diciembre del 2002. En la ocasión el frente del edificio se encontraba en etapa de restauración, estaban reparando techos y molduras superiores,de allí que los asistentes debieron ingresar por la puerta posterior que da a la calle Necochea.)
Los recibimos por la puerta del patio trasero de nuestra casa, pero con las puertas del corazón de par en par abiertas. Este edificio levantado con el esfuerzo de otras generaciones, para los intereses y necesidades de otras generaciones, está sintiendo el paso del tiempo y han comenzado a restaurarlo (que bella palabra restauración)... y han comenzado por la parte superior (y me rasqué la cabeza)... por donde debe comenzar toda restauración. Quienes comenzaron a construirlo encontraron base firme: tierra indígena originaria, fecundada por la fuerza del espíritu hispánico conquistador y evangelizador, abonada por el sudor y la sangre del criollo, derramados entre arreos y entreveros. Pampa...donde los inmigrantes hundieron el arado. Había fundamentos; los cimientos encontraron firmeza. Hoy los cimientos siguen firmes, pero la parte superior (volví a rascarme la cabeza) comenzó a deteriorarse. Toda una imagen, a nuestro juicio, que no desarrollaremos aquí, por no ser ésta la ocasión oportuna.
Mas, compartimos esta imagen con ustedes, porque así como se restauran las fachadas, y es posible restaurar el interior de los edificios - si hay buenos cimientos, sino todo se desmorona - así también es posible renovar el corazón y la inteligencia. El corazón y la inteligencia de nuestro pueblo tiene buenos cimientos.
Ustedes, los primeros docentes del siglo XXI, están invitados a participar de esta obra de restauración. Quiera Dios les hayamos dado las fuerzas y la esperanza necesarias para cavar hasta encontrar Aquel Fundamento, aquella Piedra Angular, sobre la que podrán levantar la vocación que libremente han abrazado. Que la invisible labranza a la que están invitados la realicen en todo terreno, pero que privilegien el rostro de los niños que sufren, de los que están solos y desamparados, de los que tienen hambre, de los que esperan que les ayudemos a descubrir el Camino, la Verdad, el sentido de la Vida.
Mañana, quienes celebran sus cincuenta años de maestros se encontraran nuevamente en esta casa. Ahora, antes de salir a festejar con familiares y amigos la alegría de este momento, pónganse la mano en el corazón, sientan sus latidos. Cuando sean ustedes los que vengan a celebrar las bodas de oro de esta graduación, juntarán sus manos, las abrirán y verán cómo el corazón docente les seguirá latiendo entre las manos, enriquecido por la vida que a diario recibirán de sus estudiantes. Y verán que en el desvivirse por los hijos que las familias confían a su educación, el corazón de ustedes se llenó de vida, puesto que la vida crece dándose.
Testimonio contemporáneo de esta realidad ha sido la vida del maestro JULIO RUBEN CAO, quien el 10 de junio de 1982, dio su vida por sus alumnos de 3º D de la Escuela 32 de Gregorio de Laferrere. Así como a otras generaciones se las formó para que se miraran en el espejo de maestros que fueron presidentes de la nación - y no de los mejores, por cierto - estimo que nosotros debemos mirarnos en estos espejos, mas sencillos, mas humildes, y por eso mas profundos. El nuevo siglo requiere de nuevos modelos. Los docentes bonaerenses ahora tenemos un docente que desde el suelo de Malvinas nos sigue hablando el lenguaje de la verdad: simple y sin artificios, por el camino breve y eficaz de la enseñanza del ejemplo. "No hay amor mas grande que dar la vida por los amigos...".
Hay otros que también, en el siglo XX, dieron su vida por la libertad de enseñanza, por la justicia, por la paz. Busquemos esos modelos y crezcamos en solidaridad.
Queridos flamantes colegas, los sabemos conscientes de los desafíos del presente, los queremos con la mirada puesta en horizontes de espera. En poco tiempo mas compartiremos las celebraciones por el segundo centenario de nuestra querida Argentina; en su historia, en su pasado, encontrarán los modelos docentes a imitar, los valores a vivir y las virtudes en las que hay que educar y seguir educándonos. En su presente encontrarán los desafíos y el hambre...el hambre y la sed de justicia de un pueblo al que la mayoría de sus dirigentes olvidaron; pero un pueblo que no deja que se apague el fuego que mas calienta, que es el que uno tiene en casa, el fuego del hogar, el fuego del amor familiar. Es en la familia donde se aprende que "el fuego pa' calentar ha de ir siempre por abajo".
Nuestro porvenir está en las mismas manos que dentro de cincuenta años se abrirán para ver latir el corazón docente. Ese día estén atentos, porque muy probablemente descubran que ese corazón tiene dos alas, que son la Fe y la Razón, que armonicamente batidas logran que el corazón , el amor, vuele alto. Y en su vuelo miren hacia atrás, miren hacia adelante, miren a sus costados, y podrán ver los corazones de los niños y niñas que las familias les confían a ustedes para que los eduquen. ¿Dónde termina ese vuelo? Para encontrar la respuesta ¡no pierdan mas tiempo! ¡no tengan miedo! ¡levanten vuelo!.-
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