"Este libro, nacido del silencio y de la soledad, es un libro de contemplación", nos dice el autor -Eloi Leclerc, franciscano - al redactar el "Clima" con el que quiere introducirnos en la obra. Al mismo tiempo nos previene de que no está escribiendo una biografía ni un tratado de vida espiritual, aunque al lector le quede, después de la lectura, un cierto sabor a las dulzuras de ambas expresiones literarias.
Descripciones hechas en oraciones breves, diálogos que casi nos muestran los rostros de los interlocutores, nos sitúan como privilegiados contempladores en cada uno de los quince capítulos, que - como expresando algo de la pobreza hecha carne en el protagonista - no tienen mas que un número romano para identificarlos. Así los lectores somos invitados a iniciar el recorrido de este exilio en "la ciudad de Rieti, encerrada en su murallas, deslumbrante de sol..." donde "los mercaderes y campesinos, después de acabar sus ventas y sus compras, se divertían por toda la ciudad...", y allí Mario, un viejo montañés de Greccio, iniciará un diálogo con el posadero que nos llevará al primer contacto con "ese que llaman el Pobrecito".
Poco a poco irá apareciendo a nuestra contemplación la persona de un jóven que, desde el corazón de la Edad Media, viene desconcertando a cuantos le salen a su encuentro: Francisco de Asís. El autor nos lo trae de la mano de su exilio interior intimamente ligado al viaje que llevó a Francisco y alguno de los hermanos a embarcarse rumbo al sitio que los cruzados realizaban a la ciudad de Damieta, y que culminara en el histórico encuentro del Pobrecito con el Sultán Melik-el-Kamil.
Quizás sea éste aspecto de la obra que le devuelve actualidad a mas de medio siglo de su redacción (fue escrita en 1961, en pleno contexto de Guerra Fría) y que gracias a la traducción realizada por ana María Fraga y María José Marti, para la Editorial Agape Libros, llegó a nosotros en agosto pasado. Son innegables las semejanzas que se pueden trazar entre aquel conflicto medieval y la actual situación en la relación del cristianismo con el islam. Significativos diálogos entre el posadero y dos mercaderes, desnudan la trama de intereses económicos de entonces, que - salvo en el tipo de bienes de aquella época y los de en nuestro tiempo codiciados - , pueden expresar una conversación contemporánea. Y a cada paso irá apareciendo la persona de Francisco que se ilumina paulatinamente, como quien contempla una aurora a cielo abierto en nuestra llanura pampeana, en la medida que se acerca a la luz de Cristo. En ese peregrinar es donde la ternura del santo varón se muestra en toda su profundidad, y la persona ejemplar se manifiesta como savia vivificante edificadora de comunidad. Lejos de los falsos sentimentalismos productos de cátaros o románticos, los sentimientos puestos de manifiestos a través de esta obra son integrados en una personalidad donde la voluntad y la inteligencia, caminan por los senderos de la bondad y la verdad, dando frutos amorosos de santidad.
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