domingo, 27 de enero de 2008

Los papeles de Aspern

"...Todo su mundo está creado por la comprensión, por toda una trama de simpatías ...Minuto a minuto expresa discurso, instante a instante demuestra conocimiento..."

Chesterton G.K., Henry James, en El Hombre común y otros ensayos sobre la modernidad

Edic Lohlé Lumen, Bs.As., 1996, pags. 123/126.

Cuando tomé de la biblioteca "Otra vuelta de tuerca" y "Los papeles de Aspern" de Henry James debo confesar que debí realizar un esfuerzo particular para superar muchos prejuicios formados contra la familia James por algunas lecturas previas de las obras de su hermano, William, calificado por muchos como filósofo, calificación discutible, por cierto. Cuando volví a dejar las obras en el estante, pensé que el esfuerzo había valido la pena. No pensaba en este verano perseguir fantasmas ni pasear por Venecia. Una vez mas algo impensado logró hacerme pensar.

El primero de los relatos ha sido magistralmente evocado por Chesterton en el artículo que aquí citamos, el segundo - que data de 1888- , encontró la chispa que encendió la historia, en Florencia. Allí Henry James conoció a la condesa Gamba, casada con un sobrino de Teresa Guiccioli, la última amante de Lord Byron. La dama de la nobleza poseía unas cartas al parecer, escandalosas e impublicables para la época, escritas por el poeta que cautivó y sigue atrayendo a los lectores románticos de todos los tiempos.

Cómo llegar de éstos acontecimientos de la vida real a la obra literaria que nos sumerje en las relaciones de los personajes entre sí y con el pasado, en una Venecia de una Europa que ya comienza a sentir el yugo de la modernidad, es obra del genio literario. Es el mundo de los creadores. Quizás para adentrarnos en el mundo creador de Henry James necesitemos, como decía Chesterton, "...estar despreocupados en esos grandes y vagos espacios de jardines y grandes casas abandonadas que sirven de fondo a tantos de sus dramas espirituales, para que lleguen a agradarnos los fines matices de toda una ciencia de las sombras; y para apreciar lentamente los numerosos colores de lo que al principio parece monocromo". Pero hasta tanto, desgranemos algunos pensamientos que nos ha provocado esta lectura de verano.

Quizás esa monocromía de la que habla Chesterton es lo que me haya exigido el esfuerzo inicial. Nuestro mundo de la imagen virtual se nos presenta como una telaraña de colores, y tal vez por eso, nuestras relaciones son mas afectas a resaltar los contrastes y nos perdemos los matices. Los pequeños detalles cotidianos casi se nos presentan inasibles y es bueno que, de vez en cuando, alguno nos dé una vuelta de tuerca para que los apreciemos en su justo valor. A veces es el relato de dos amigos el que te transporta a la cima helada de un pico de los Andes que se rinde cotidianamente al esfuerzo de los alpinistas que pasan a diario. Otras veces es el genio literario que te lleva a caminar por los canales y la Piazza de Venecia de la mano de un personaje al que unos papeles de un escritor le quitan el sueño. En ambos casos los detalles pequeños inasibles son semillas esparcidas por el aliento de vida. Es importante estar atento a los detalles pequeños, aunque a Henry James esto le valió muchas críticas de sus contemporáneos, lo que le permitirá decir a Chesterton que "...se lo atacó por dar demasiada importancia a las cosas pequeñas; pero la mayoría de quienes lo atacaban daban demasiada importancia a las grandes naderías..." .

Algunos han visto en el personaje que va en busca de los papeles de Aspern, mucho del propio James. No faltan razones para afirmarlo; mas hay mucho también -en ese personaje y en los demás, a mi juicio - de ese espíritu de la modernidad que es capaz de cualquier cosa con tal alcanzar lo que se ha propuesto: es capaz de cambiarse el nombre, es capaz de proponer comprar y cooptar sutilmente voluntades; es capaz de urgar en el pasado para confirmar su propia visión del pasado; es capaz de instrumentalizar a la mujer y más aún si es una mujer que está cerca de quien posee lo que se anhela o es una anciana a la que le pesan los años; es capaz de vagar sin rumbo en una góndola repitiéndose que no, y volver al punto de partida para estar a punto de decir que si... Y entonces se le queman los papeles...

De los diálogos se pueden inferir el racionalismo, el voluntarismo, el romanticismo, el idealismo, el criticismo, el materialismo, envueltos en las sombras del nihilismo que se proyectan en las descripciones de las estructuras edilicias de una Venecia que anhela ser lo que va en camino de dejar de ser. Quizás esto se deba a que Henry James "...nunca dejó de ver las cosas pequeñas ni cayó en el error mas moderno y culto de dejar de ver las grandes...", en palabras de Chesterton.

Casi que estoy tentado a afirmar que ha comprendido mas la filosofía de la modernidad Henry James que su hermano, pero sería un atrevimiento de mi parte, que sólo conozco fragmentariamente la obra de ambos. Dejo este tipo de afirmaciones al juicio de los críticos especializados, no vaya a ser que si mi piden que la fundamente se me quemen los papeles...

Mientras tanto ha sido un gusto conocer estas obras del neoyorkino que terminó renunciando a su nacionalidad y solicitando la británica un año antes de morir, el 28 de febrero de 1916. Tal vez no advirtió que cambiaba para que en el fondo nada cambie. Bueno, después de todo fue un moderno.

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